Para Julia Serano, bióloga, escritora y activista trans, existe un ejercicio de violencia simbólica, estructural y directa desde lo que denomina “privilegio cis”, que tiene como consecuencia la marginación de mujeres que no entren en el canon de normalidad, lo que vulnera a mujeres trans y a mujeres racializadas.
La problemática del “privilegio cis”, es la implicación de una única existencia de identidad de género que se entiende como universal, lo que tiene como consecuencia: 1) La estereotipación y control de las identidades y cuerpos que no entren en la idea hegemónica de normalidad, 2) la minimización e invisibilización de la violencia que sufren, y 3) la negación del acceso de sus derechos básicos, por ejemplo, a la salud.
Los efectos de esta idea de normalidad no son tan diferentes a las problemáticas que históricamente han sufrido los grupos que, arbitrariamente, son excluidos y rechazados por la sociedad. Tanto el privilegio blanco como el privilegio cis oprimen a cualquiera que no entre en la idea de normalidad.
Te puede interesar: México ante la ONU: aún falta combatir el racismo y la xenofobia en la migración
Julia Serrano, también plantea que los argumentos TERF tienen una similitud más con el racismo: el determinismo biológico; es decir, la reducción de las personas a sus características biológicas.
Esto tiene como consecuencia la estereotipación y nulificación de la diversidad corporal y sexual, además de ignorar la existencia de otras formas de comprender la identidad, ya que como menciona la filósofa decolonial María Lugones, el binarismo de género no es una cuestión universal, fue una imposición colonial proveniente de Europa que borró las identidades de género de comunidades autóctonas y afrodescendientes para imponer la propia. Fue un ejercicio paralelo al establecimiento de las jerarquías racistas de aquella época, lo que dio como resultado un sistema binario, heterosexual, racista y jerárquico como herramienta de control.
Como menciona Lugones (2007, p. 191):
Por lo tanto, la colonialidad no se refiere únicamente a la clasificación racial. Es un fenómeno global, ya que constituye uno de los ejes del sistema de poder y, como tal, impregna todo el control del acceso sexual, la autoridad colectiva, el trabajo, la subjetividad/intersubjetividad y la producción de conocimiento desde dentro de estas relaciones intersubjetivas. Por otra parte, todo el control sobre el sexo, la subjetividad, la autoridad y el trabajo se articula en torno a ella.
Desgraciadamente, parece que estas narrativas siguen reproduciéndose en diversos países. En el caso de Estados Unidos e Inglaterra, los movimientos TERF, como Gender Critical, son financiados y promovidos por sectores conservadores que también están a favor de políticas racistas, como The Heritage Foundation o The Daily Wire.
Podemos concluir que la opresión y discriminación hacia las mujeres trans y racializadas forman parte de un sistema hegemónico que históricamente ha impuesto normas y estereotipos con base en el binarismo de género, el racismo y por supuesto el colonialismo. Esta imposición, cuya base es el determinismo biológico, tiene dos consecuencias graves: la negación de los derechos fundamentales y la invisibilización de las identidades que no consideren “normales”.
Es necesaria la desvinculación de estas estructuras de poder, cuestionar al racismo y la transfobia, reconociendo a la diversidad de identidades y la necesidad de justicia y reconocimiento social para redignificarlas.
Referencias bibliográficasLugones, M. (2007). Heterosexualism and the Colonial / Modern Gender System. Hypatia, 22(1), 186-209. Obtenido de http://www.jstor.org/stable/4640051
Serrano, J. (2007). Whipping Girl: a transsexual woman on sexism and the scapegoating. Madrid: Traficantes.