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Periodista especializado en crimen organizado y seguridad pública. Ganador del Premio Periodismo Judicial y el Premio Género y Justicia. Guionista del documental "Una Jauría Llamada Ernesto" y convencido de que la paz de las calles se consigue pacificando las prisiones.
X: @oscarbalmen
El Tren de Aragua construye una estación de horror en México
Mientras en nuestro país estábamos concentrados en nuestros propios verdugos, un grupo criminal transnacional de origen venezolano se enquistó en una ciudad fronteriza para explotar a migrantes que buscan llegar a Estados Unidos.
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Mientras en nuestro país estábamos concentrados en nuestros propios verdugos, un grupo criminal transnacional de origen venezolano se enquistó en una ciudad fronteriza para explotar a migrantes que buscan llegar a Estados Unidos.
En el año 2007, el entonces presidente venezolano Hugo Chávez anunció una megaobra en el centro norte de su país que años más tarde engendraría un problema de seguridad nacional para todo el continente. Uno que 17 años más tarde llegaría a México a instalarse como una embajada del horror.
La historia arranca con el proyecto chavista de hacer un nuevo tren de pasajeros en el estado de Aragua, una ciudad pequeña que limita al norte con el mar caribeño. Un proyecto ambicioso que se ve opacado por la corrupción: a la par que arrancan los primeros trabajos nace un sindicato charro que, amparado en cacicazgos locales, cobra cuotas ilegales a los obreros. Quienes se niegan a dar una porción de su sueldo son torturados, secuestrados o asesinados.
En el afán por sacar adelante la obra, el gobierno venezolano encarcela a una primera tanda de líderes extorsionadores, pero comete un error gravísimo: a todos los encarcela en la misma prisión, la de Tocorón, en el mismo Aragua. Un reo aprovecha que todos están bajo el mismo techo y se erige como el líder de la ahora nueva banda carcelaria: por su temperamento impredecible y explosivo a Héctor Rutherford le llaman “El Niño Guerrero”.
Dentro de la prisión, la banda del “Niño Guerrero” se aprovecha, de nuevo, de la corrupción y compra a las autoridades. Edifican suites, antros, restaurantes, albercas y hasta un zoológico para los hijos de los líderes. En pocos años, esa ya no es una cárcel, sino un centro de operaciones criminales, desde donde se ordenan extorsiones, asesinatos y venta de drogas dentro y fuera de las celdas.
Los líderes se vuelven millonarios y reparten su riqueza con funcionarios sucios. El dinero protege a esa banda que adquiere su nombre en los medios venezolanos: El Tren de Aragua.
El negocio es tan redituable para la banda carcelaria que en 2018 busca un crecimiento internacional. Por su cercanía apuntan a Colombia y hacen un descubrimiento que cambiaría al continente: ven a miles de venezolanos huir de la crisis hacia territorio paisa para luego buscar camino rumbo a Estados Unidos. La caja registradora suena en la cabeza del “Niño Guerrero”: ¿para qué traficar drogas, si se puede traficar con humanos?
Entonces, el Tren de Aragua cambia de modelo: se vuelve una organización criminal de explotación humana. Llevan migrantes desde Venezuela, Colombia, Brasil, Argentina, Perú, Chile, Bolivia, Ecuador y Centroamérica hacia el norte. En cada parada los extorsionan, las obligan a prostituirse, los obligan a cometer asesinatos, los torturan, los desaparecen, los matan. Cada kilómetro es dinero conseguido con dolor ajeno.
Pero en México no parecía generar preocupación este enorme grupo criminal del tamaño de América del Sur. Concentrados en nuestros propios verdugos, olvidamos ver hacia abajo del continente. Esto cambió hace unos días.
La Secretaría de Seguridad Pública de Chihuahua reconoció este mes que “El Niño Guerrero” —por quien Estados Unidos ofrece una recompensa de 5 millones de dólares— ha estado, al menos, dos veces en Ciudad Juárez. Y ha pasado los últimos tres años construyendo una estación del Tren de Aragua en esa ciudad fronteriza. Una estación de muerte y tortura para cualquier migrante que se cruce con ellos.
El Tren de Aragua está en México. Su combustible es el sufrimiento de los más pobres de América Latina.
GRITO. Si le preguntan al presidente venezolano Nicolás Maduro, el Tren de Aragua no existe. Si le preguntan a los migrantes, dirán que cobran hasta 5 mil dólares por “brinco” a Texas.