Especialista en política energética y asuntos internacionales. Fue Secretario General del International Energy Forum, con sede en Arabia Saudita, y Subsecretario de Hidrocarburos de México.
Actualmente es Senior Advisor en FTI Consulting.
Errores energéticos de grandes exportadores
¿La política energética es irrelevante para el sector manufacturero exportador?
¿La política energética es irrelevante para el sector manufacturero exportador?
¿Se puede ser exportador exitoso de mercancías con una política energética errática, errada o simplemente contradictoria?
Un vistazo a algunas políticas energética recientes de exportadores exitosos quizá aporte pistas para interpretar el momento mexicano actual, en el que la política energética no cesa de despertar pasiones, arrojar sorpresas, levantar cejas, generar fervor nacionalista, provocar perplejidad, entre un sinnúmero de reacciones.
China, Estados Unidos y Alemania lideran el ranking mundial de exportadores de mercancías. Conforme a cifras de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, en conjunto representan 30% de las exportaciones totales, con China a la cabeza (3.5 millones de millones de dólares, o 15% del total), seguida de Estados Unidos y Alemania (1.7 millones de millones de dólares, o cerca de 8% cada una).
Ninguno de los gobiernos de estos tres países se ha distinguido por la congruencia de sus políticas energéticas a lo largo del tiempo, sea para promover inversiones, beneficiar consumidores, garantizar la autosuficiencia energética o promover la transición a una economía apoyada en energías limpias. Tampoco destacan por seguir un solo enfoque para enmarcar la participación estatal en el sector energético ni la propiedad de los recursos naturales. Cada uno tiene su propio sistema energético.
Las anécdotas son tan abundantes como los reportes de prensa. Aparecen, por ejemplo, intentos por fortalecer la soberanía energética con alguna contradictoria combinación de precios controlados y búsqueda de mayor producción nacional. Así ocurrió en Estados Unidos con el petróleo en los 70 y en China con la electricidad durante la pandemia. Los gobiernos fijaron un precio al consumo final de gasolina y electricidad respectivamente, mientras el precio de las materias primas –el petróleo y el carbón– para producirlos lo fijaba el mercado. El resultado fue el predecible: consumidores que aprovecharon los precios controlados para consumir aún más gasolina y electricidad; productores imposibilitados de atender esa demanda creciente porque el precio controlado les impidió recuperar los costos crecientes del petróleo y el carbón.
Alemania invirtió la ecuación, favoreciendo generadores eléctricos sobre consumidores para promover inversiones en energías renovables. Desde los años 80, gobiernos sucesivos aplicaron tarifas garantizadas, subsidios y otros tipos de apoyos que otorgaron retornos a la inversión a los productores de electricidad eólica y solar; tarifas que hubieran sido difíciles de obtener bajo condiciones de mercado. ¿El resultado? Un sector eléctrico donde las energías renovables –eólica, solar, biocombustibles, hidro– aportan un asombroso 40% de la generación (en los años 80 no había participación más que de hidroeléctricas, con un 3%), en contraste con el 46% de los combustibles fósiles. Pero el gas y el carbón todavía representan 42% del total y como ha quedado claro, arriesgar un tercio del suministro de gas natural a los vaivenes de la política exterior de Rusia ha bastado para poner las tarifas eléctricas en el cielo.
México no canta mal las rancheras. En el tránsito de tres décadas se ha convertido en uno de los mayores exportadores de mercancías del mundo, con un 2% del total. Su política energética durante este tiempo ha brillado por sus avances y retrocesos, con precios controlados y subsidios generalizados que debe absorber Pemex a costa de su propia viabilidad financiera y capacidad de aumentar su producción de hidrocarburos. La demanda aumenta mientras la oferta interna disminuye, sin importar que todas las administraciones presidenciales exaltan la soberanía energética.
Anécdotas aparte, lo evidente es que se puede exportar mercancías con éxito a pesar de vivir bajo políticas energéticas contradictorias. La clave no radica en los precios de los energéticos únicamente. Al fin y al cabo los precios del crudo y el carbón son casi los mismos en todo el mundo; no así el del gas natural. Cuenta más –mucho más-– el entorno de inversión, desde las regulaciones en los mercados hasta los tratados comerciales.
La estabilidad de las reglas a la inversión en los países europeos y asiáticos ha contribuido a que permanezcan entre los más grandes exportadores a pesar de enfrentar costos energéticos más altos. El TLCAN y el T-MEC han permitido a México convertirse en un exitoso exportador a pesar de su errática política energética. Desde su puesta en marcha, la participación de los productos mexicanos en el mercado estadounidense ha crecido ininterrumpidamente, salvo por un periodo de seis años de ajuste posterior a la entrada de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC), en 2021.
¿Significa esto que la política energética es irrelevante para el sector manufacturero exportador? En absoluto. Las ganancias serían mayores con políticas energéticas congruentes aquí y en China. Y el riesgo de perder acceso a mercados en el exterior en la era de los tratados de libre comercio sería bastante menor.