Las redes sociales son una herramienta poderosa para reivindicar el feminismo. Si bien, hemos avanzado durante los últimos años para romper con estigmas asociados a cómo deben ser o comportarse las mujeres, también es cierto que nos enfrentamos a un nuevo reto en la era digital: el surgimiento de las tradwives o “esposas tradicionales”. Pero, ¿qué efectos puede tener esto?
Para resolver la pregunta, basta con recordar un poco de nuestra historia. Durante la década de los 70, en México surgieron colectivos, organizaciones y agrupaciones que consolidaron el movimiento feminista. Entre sus exigencias estaban el acceso a educación, trabajo, salud, a participar en la vida política del país y eliminar cualquier tipo de violencia contra ellas.
Se ganaron muchas de esas batallas, las cuales se centraban en algo fundamental: la oportunidad de decidir. Por ejemplo, sobre sus cuerpos, su inserción en el mercado laboral, acceder a cargos públicos, estudiar cualquier carrera que deseen, entre otros logros.
No obstante, el movimiento de las tradwives representa un retroceso frente a lo que se ha ganado en los últimos años, pues se centra en la idea de regresar a las mujeres a cumplir con sus roles tradicionales como:
- Tener una familia
- Atender a la pareja
- Dedicarse a las labores domésticas como cocinar, planchar o cuidar a los hijos
En resumen, toda aquella actividad que refuerza estereotipos de género asociados a la participación de las mujeres en el hogar.
Como mencioné hace un momento, de lo más importante que logró el movimiento feminista fue la oportunidad de decidir sobre el papel que las mujeres quieren tomar en la vida pública y privada, incluso, está bien si la decisión implica quedarse en casa a cuidar de los hijos, pero siempre y cuando esta no sea impuesta y se haga de manera consciente.
Entonces, ¿por qué las implicaciones del movimiento de las tradwives pueden ser peligrosas aún si su decisión es estar en el hogar? Por el alcance que tienen las redes sociales. Plataformas como TikTok o Instagram tiene la oportunidad de llegar a millones de personas, por tanto, el contenido sobre las actividades que “deben” hacer las mujeres puede tener mayor impacto, especialmente en las generaciones más jóvenes.
Hace años, aún cuando las redes sociales no tenían el suficiente alcance, en reiteradas ocasiones se han reforzado estas ideas que encaran al feminismo. En 2010, al recibir el Premio Nobel, Mario Vargas Llosa dio unas palabras a su entonces esposa, madre de sus tres hijos:
“Ella hace todo y todo lo hace bien. Resuelve los problemas, administra la economía, pone orden en el caos, mantiene a raya a periodistas e intrusos, defiende mi tiempo, decide las citas y los viajes, hace y deshace las maletas, y es tan generosa que, hasta cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios: Mario, para lo único que tú sirves es para escribir”.
¿Se entiende hacia dónde apuntan estas declaraciones?
Durante décadas, se ha pensado que las mujeres solo sirven para estar en casa (porque históricamente así se les ha impuesto) y, con ello, que sus parejas tengan la oportunidad de avanzar profesional y laboralmente. Pero es aquí donde el movimiento de las tradwives nuevamente se pone en entredicho, pues el que una mujer pueda dedicarse solo al hogar significa que depende económicamente de su pareja, ya que solo así tendría el tiempo necesario para dedicarse a las tareas de cuidado y en México no es poco. Hasta 2023, las mujeres dedicaban 54.3 horas a la semana al trabajo no remunerado.
¿De qué cosas extraordinarias nos perderíamos si relegamos a las mujeres solo al cuidado del hogar?
Como lo dije, si la decisión es consciente y no impuesta, está bien. Pero, si por el contrario, representa una coartada para limitar su participación en la vida pública y ascender tanto como quiera, el movimiento feminista tendrá otra batalla -ahora digital- por emprender.