El aburrimiento de los ‘nepo babies’, ¿por qué son tan infelices los Windsor y los Roy?
Aburridos nepo babies ... Sarah Snook en Succession. Foto: Home Box Office/HBO

Pobre rey Carlos. Pero, por otro lado, qué tonto rey Carlos: pasó 50 años formándose para este trabajo. Uno pensaría que habría aprendido, en algún momento, entre la invención de la imagen en movimiento y la actualidad, que cuando todos los ojos están puestos en ti, si le dices a tu esposa que estás aburrido, la gente se va a dar cuenta. “¡Pero si estoy en mi carruaje dorado!”, debió haber pensado. “En mi carruaje dorado, nadie puede escucharme quejarme”. Y así, de manera fatídica, le dijo a su reina: “Esto es aburrido”.

Habló en nombre de la nación. Ahí estaba su nieto, bostezando con ganas afuera de la Abadía de Westminster. Ahí estaba su esposa, en el balcón para el histórico saludo, incapaz de concentrarse realmente en la multitud que tenía delante porque estaba demasiado ocupada pastoreando a su multitud de subordinados ceremoniales, probablemente más nietos, evidentemente demasiado aburridos como para recordar dónde se suponía que debían pararse.

La gente entre la multitud –y había que suponer que se trataba de los más fervientes monárquicos que la nación podía producir– no parecía tan alocada. Un pequeño grupo de manifestantes que salía de Trafalgar Square parecía estar más preocupado por las detenciones que se habían producido ese mismo día que por la monarquía en sí misma. Yo estaba de acuerdo con ellos, la ley antiprotestas probablemente tiene más consecuencias que la existencia de una familia real activa.

Durante todo el periodo de la coronación vi a una persona con un gran deseo en sus ojos: a medianoche de la noche anterior a la coronación, una mujer intentaba entrar a la zona reservada para los periodistas en la parte trasera del palacio de Buckingham.

“¡Quiero ver mi palacio!”, gritaba a unos guardias de seguridad extremadamente pacientes. “¡Es mi rey y mi palacio!”. Sospeché que estaba bajo la influencia de un poco del vino prosecco, pero también me gustan las escenas y todavía tenía un pase, así que estuve a punto de dárselo. “Si caminas 45 metros en esa dirección”, dijo un hombre vestido con ropa de alta visibilidad, “tendrás las mismas vistas y en realidad estarás un poco más cerca”. “¡De acuerdo, vale!”, dijo ella, con gesto triunfal.

Quizás haya sido el clima sombrío, pero si se compara con la otra gran nepohistoria del año –Succession–, ahí estará la verdadera respuesta: a los Windsor les faltó el elemento de la sorpresa. Si quieres que todas las miradas estén puestas en ti, con las palomitas preparadas y la cotización de tus acciones atmosféricas agitando al mundo, tienes que dejar a tus herederos verdaderamente perplejos respecto a quién debería sucederte.

El ascenso del rey Carlos al trono fue el remate más lento de la historia. “El día del destino”, indicaban los titulares de todo el mundo, no obstante, si el concepto de destino hubiera significado alguna vez un espectáculo tan predecible, tan interminable, tan carente de espectáculo, nunca habría llegado ni siquiera a una nota a pie de página en los anales de la literatura.

Los Roys y los Windsor difieren en otros aspectos: uno es ficticio, el otro presuntamente es real, por lo que los Roys tienen mejores diálogos, aunque si le damos al rey Carlos unas cuantas vueltas más en su carruaje dorado descubriremos lo que realmente está pensando.

Por debajo de estas diferencias superficiales, emiten la misma vibra de profunda infelicidad. Los ganadores del gran juego de la transferencia de riqueza lucen alternativamente aburridos y abrumados por ello, engañados por el gran infierno de injusticia que parece prender a los perdedores desde dentro. Personalmente no tengo nada en contra del príncipe Harry, y venero activamente a Shiv, pero me asombra su capacidad para seguir sintiéndose indignados por una situación que existe desde que nacieron.

Ellos nunca iban a conseguir el puesto más alto, sin embargo, al leer Spare: En la sombra de Harry o ver la insondable decepción reflejada en las cejas de Shiv, se podría pensar que les llega como una noticia nueva todas las mañanas.

En un raro momento en el que se afirmó una obviedad, algo evidente, los últimos episodios de Succession explicaron al espectador la verdad de que demasiado dinero es malo para el alma. Es malo seas quien seas, pero si eres el estúpido que no lo ganó sino que solo lo heredó, es peor: no puedes imaginar la vida sin él; no puedes creer en él como una recompensa por tus cualidades personales, no realmente; lo único que puedes hacer es preocuparte de perderlo y resentir a aquellos que tienen más.

Así pues, esto es lo que aprendí del pasado fin de semana: la vida tampoco es un picnic para los nepo babies. Me quito el sombrero: 100 millones de libras bien gastados.

Zoe Williams es columnista de The Guardian.

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