Revocación de mandato y jugar con fuego
Medios Políticos

Es un periodista especializado en el análisis de medios y elecciones. Tiene posgrado en Derecho y TIC, obtuvo el premio alemán de periodismo Walter Reuter en 2007, fue conductor en IMER y durante 12 años asesor electoral en el IFE e INE, editor, articulista y comentarista invitado en diversos diarios, revistas y espacios informativos. Twitter: @lmcarriedo

Revocación de mandato y jugar con fuego Revocación de mandato y jugar con fuego
Las proyecciones muestran que sería una votación favorable a continúe la gestión de presidente Andrés Manuel López Obrador. Foto: Gobierno de México.

Desestimar la revocación de mandato es jugar con fuego. Es cierto que las condiciones actuales son poco propicias para que opositores al presidente quieran meterse en el tema, porque las proyecciones muestran que sería una votación favorable a que continúe la gestión de presidente Andrés Manuel López Obrador, sin embargo, si al final del día se formaliza la convocatoria, el ánimo de adversarios podría cambiar de la abstención a involucrarse abruptamente a una campaña intensa en pro de revocar.

Acorde a las encuestas que ha publicado el diario El Financiero, en junio de 2019, año en que se incluyó la figura de revocación en la constitución, solo habría votado un 29% por revocar el mandato del presidente frente un 70% que apoyaría la opción de que permanezca en el cargo hasta concluir su gestión en 2024.

En junio de 2021, la cifra de esa misma encuestadora registraba 54% en favor de que continúe y 41% por que no. Un mes después subió nuevamente el apoyo a 59%.

Con encuestas en mano, sabiendo que el presidente goza hasta ahora de un respaldo popular suficiente para no perder una votación abierta que pida revocar su mandato, la oposición decidió no promover el ejercicio y esperar mejores tiempos, a las contiendas presidenciales de 2024 en donde, sin López Obrador en la boleta y con las divisiones que ya se asoman en Morena, buscar competir, apostando a que la popularidad de las candidaturas futuras, no será exactamente la misma que hoy tiene el presidente.

Eso explica, en parte, que sea el propio gobierno y su partido quienes promueven que se abran las urnas para ratificar el respaldo, reactivar el vínculo entre votantes y gobierno para terminar la gestión, aunque el respaldo de la elección 2018 tiene vigencia sin necesidad de volver a votar, hasta 2024.

En ese contexto, la revocación no luce una arena atractiva para opositores, se ha desestimado hasta ahora y por parte del gobierno se asume con exceso de confianza, la mayor parte de los análisis, tomando en cuenta las cifras, la ven trámite con resultado seguro, pero ¿y si los opositores y grandes adversarios del presidente deciden meterse finalmente en el ejercicio de revocación para tratar de interrumpir el mandato?

Quizá eso no cambie nada, sería bienvenido por el propio gobierno, pero sería con una revocación marcada por un pleito directo entre el árbitro responsable de organizarla y el gobernante que estará en la boleta y que técnicamente puede interrumpir su gestión si así se vota. Sería una consulta con malas condiciones, a las que se suma el debate sobre su presupuesto y la muy poca difusión que tendrá en comparación a elecciones presidenciales.

El árbitro se queja de un excesivo recorte al presupuesto para organizar la revocación, litiga el caso ahora mismo en la Suprema Corte y entre esa disputa ha pasado desapercibido que ya se decidió dar poca difusión al ejercicio.

El INE y el Tribunal Electoral han decidido ya darle a la eventual revocación tratamiento de “periodo ordinario”, y no de periodo electoral, en cuanto los tiempos para convocar y difundir en radio y televisión mensajes que permitan informar y convencer a electores de acudir a las urnas.

No es nada bueno asumir que todo será un trámite más, un “sondeo” con resultado predefinido. Al ser un procedimiento formal, que puede ser vinculante por mandato constitucional, debiera tomarse en serio.

En Colombia, en 2016, las encuestas mostraban muy poco probable un triunfo del “NO” en el plebiscito para respaldar el acuerdo de paz con la guerrilla que promovía el presidente Santos como mecanismo para fortalecer su decisión de firmar ese acuerdo. El exceso de confianza complicó las cosas porque los grupos de derecha más radical le tomaron la palabra a Santos, entraron al proceso de votación y promovieron una campaña polarizante en redes sociales y medios.

El resultado sorprendió al mundo, se abrieron las urnas para un plebiscito que acorde a las encuestas sería un triunfo seguro por el acuerdo de paz y terminó en derrota en medio de una intensa campaña sucia, tristemente común en todo tipo de elecciones, solo que las elecciones ordinarias, al menos, suelen tomarse más en serio por parte de políticos que los ejercicios de democracia directa como el plebiscito, la consulta popular o la revocación de mandato, pese a que unos y otros son relevantes y mal atendidos pueden tener consecuencias negativas para toda la sociedad.

Algo muy parecido ocurrió en el Reino Unido ese mismo 2016 con el referéndum del Brexit,  donde la ruptura con la unión europea en una votación abierta se veía lejana según las encuestas, pero los grupos más conservadores, contrarios a la integración de Europa, aprovecharon la opción de participar en el ejercicio de votación que había sido convocado por el entonces primer ministro, David Cameron, quien pedía el voto por quedarse en la Unión Europea, se sentía seguro del triunfo pero ocurrió lo contrario contra todo pronóstico.

Con las condiciones actuales es el triunfo de la opción “que siga” (ratificar la permanencia del presidente) casi un hecho, incluso en el remoto caso de que perdiera López Obrador en votos para la revocación tendría obligación de dejar el cargo, porque no se espera una gran difusión y, en consecuencia, tampoco una gran participación de sus adversarios o de la totalidad de simpatizantes. Los mensajes en medios masivos serán minúsculos frente a lo que ocurre con elecciones.

Así, con poca difusión, con un pleito por el presupuesto, todo parece indicar que es muy poco probable que se supere el 40% de participación necesario para que el resultado sea obligatorio, pero ¿y si los opositores más radicales al presidente le toman la palabra y hacen campañas estilo Brexit? Con una revocación bien hecha, eso no sería tema, pero con una tan llena de pleitos presupuestales y escasa difusión tal vez sí.

Hoy tenemos un entorno conflictivo con el árbitro, al gobierno promoviendo que se permita votar por revocación y un aparente falta desánimo de opositores para usar el ejercicio o hacer campaña contra un presidente muy popular ¿y si ese desánimo cambia?

No se trata de exagerar, pero tampoco de asumir un ejercicio como mero trámite. Es poco probable un escenario en donde la revocación sea contraria al presidente, pero el exceso de confianza en que no será un asunto con grandes consecuencias, que el ejercicio será totalmente desairado por opositores o que es un mero trámite, sí es jugar con fuego.

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