Desde principios de siglo, el gobierno chino instituyó la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), para combatir el terrorismo y promover la cooperación económica. Sus miembros fundadores son China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán, además de India y Pakistán, Irán (desde 2023) y Bielorrusia (desde 2024). En este marco, se celebró una nueva edición el 1 de septiembre de 2025 en Tianjin, donde pudimos observar una imagen fuerte y simbólica: Vladimir Putin, Xi Jinping y Narendra Modi caminando tomados de la mano, proyectando unidad dura frente a Occidente.
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Esta escena fue muy potente y -obvio- no le gustó a Trump, pues representa el afianzamiento de un bloque multipolar que busca un modelo alternativo al unipolarismo liderado por Estados Unidos. Xi Jinping aprovechó la ocasión para subrayar su proyecto de un nuevo orden mundial centrado en el Sur Global, fundamentado en el multilateralismo y la igualdad soberana. Propuso un banco de desarrollo de la OCS (prometió 2 mil millones de yuanes en donaciones y 10 mil millones en préstamos), impulsó el uso del yuan -o su propia crypto el “electro-yuan”- para transacciones energéticas, desafiando la hegemonía del dólar.
El primer ministro Modi, con quien Trump -para no variar- erosionó las relaciones al imponer aranceles del 50 % por compras de petróleo ruso, se presentó como actor clave de este nuevo orden, marcando distancia del liderazgo estadounidense. Más allá del simbolismo, Modi puso en claro su autonomía estratégica y acordó con Putin un nuevo encuentro en Nueva Delhi para reforzar los lazos energéticos con Rusia mientras buscaba un equilibrio entre Occidente y esta emergente alianza.
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La OCS dejó un mensaje claro: Occidente, bajo las políticas unilaterales y proteccionistas de Trump, ya no es el centro unívoco de la diplomacia global. Para México son noticias parcialmente buenas, por un lado tendría que elegir bando y Trump no permitirá que se mire hacia otro lado. Sin embargo, nuestro país podría encontrar espacio en un escenario global diversificado y fortalecer las relaciones, acrecentar su rol en plataformas como el G20 o BRICS+, buscando alianzas pragmáticas que le permitan navegar entre las potencias.
Así, la cumbre de Tianjin marca una reconfiguración del poder global, el emergente bloque Eurasia-India robusto frente a un Occidente fraccionado, que deja a Trump al margen. Para México, el reto y la oportunidad residen en adaptarse con inteligencia, defendiendo el multilateralismo y la democracia mientras explora nuevas rutas de cooperación.
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