Los bots de ‘cuidado’ cada vez son más y reemplazan a los cuidadores humanos
Ilustración: Erre Gálvez / The Guardian

Si buscas “care bots” en Google, aparece un ejército de robots mayordomos y enfermeros que toman signos vitales en los hospitales, le dan rosas rojas a los pacientes o les ofrecen jugo. En gran parte son fantasías de ciencia ficción. Los robots de cuidado que ya existen vienen con otra apariencia.

Estos bots de cuidado parecen menos robots y más códigos invisibles, cámaras web y algoritmos. Pueden controlar quién necesita determinada prueba en el consultorio del médico o cuántas horas de cuidado recibió cierta persona de servicio médico. Y se encuentran en todos lados. Cada vez más, los cuidadores trabajan por medio o junto con sistemas automatizados que pueden hacer recomendaciones, controlar y supervisar su trabajo y destinar recursos.

Apenas están usándose porque Estados Unidos ha invertido muy poco en la infraestructura del cuidado, dependiendo en gran parte del cuidado informal de la familia y en una industria de trabajadores mal pagados, que en gran parte son migrantes y mujeres de color. Estos trabajadores tienen un salario medio de 25 mil dólares al año y cerca de una cuarta parte de la fuerza de trabajo vive por debajo de la línea federal de pobreza. Sin embargo, la demanda de su trabajo va a aumentar enormemente. En Estados Unidos, más de 50 millones de personas tienen más de 65 años, y se espera que este número se duplique para 2060. La pregunta que acecha es: ¿quién los va a cuidar?

Hay mucha fe en que la tecnología pueda llenar este hueco construyendo rápidamente sistemas de cuidado a escala, con la ayuda de inteligencia artificial y monitoreo remoto. Los trabajadores de los asilos, que son muy pocos y están exhaustos, podrían usar sensores y cámaras web para ayudar a mantener los registros de la salud de los pacientes y su bienestar. La industria “AgeTech”, tecnología de la edad, podría ayudar a los adultos mayores a estar tranquilos en sus casas.

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Como indica hoy The Guardian, por ejemplo, una compañía, CarePredict, tiene un aparato parecido a un reloj que alerta a los cuidadores si no se perciben los movimientos repetitivos del acto de comer, y una de sus patentes indica que puede inferir si alguien “está usando el baño”. Otra empresa creó tecnología que observa si alguien se durmió o si se bañó.

Algunos de los usos de la tecnología de cuidados son válidos y valiosos. Pero estas herramientas esconden costos humanos.

La toma de decisiones automatizada y la inteligencia artificial puede afectar la autonomía de la gente que estos sistemas supuestamente cuidan. En las cámaras caseras, los sistemas de reconocimiento facial, rastreadores de movimientos y modelos de predicción de riesgo pueden hacer que los ancianos y las personas con discapacidad se vean obligados a convertir sus casas en asilos. Esto afecta la dignidad y la autodeterminación que son cruciales para vivir de manera independiente y para el cuidado basado en la comunidad.

Los sistemas de decisión automatizada también pueden fortalecer políticas que tratan a los pobres, los ancianos, los discapacitados y los inmunocomprometidos y a las comunidades de color como desechables. Dentro del cuidado de la salud, la tecnología se utiliza cada vez en mayor medida para monitorear pacientes, alertar a las enfermeras y respaldar los diagnósticos clínicos. Pero estos sistemas con frecuencia reproducen, e incluso empeoran, sesgos, porque la información que utilizan refleja desigualdades enquistadas en el cuidado de la salud. Por ejemplo, Zaid Obermeyer y sus colegas reportaron en Science en 2019 que un sistema que se usa para el sistema de salud de 200 millones de personas al año en hospitales de todo Estados Unidos dramáticamente pasa por alto las necesidades médicas de los afroamericanos.

En algunos estados, los gobiernos han adoptado herramientas que toman decisiones de manera automatizada y con frecuencia sin mucho debate público y poca transparencia en la toma de decisiones. Por ejemplo, un algoritmo de Arkansas tenía el objetivo de distribuir de forma más justa las horas de cuidado destinadas a las personas que reciben servicios en casa y de la comunidad. Pero esto implicaba una serie de escrutinios para recortar drásticamente las horas para personas que dependen de cuidadores personales para actividades básicas para la vida diaria como bañarse, comer e ir al baño.

La supervisión en nombre del cuidado despierta cuestiones incómodas sobre la privacidad y la autonomía de aquellos que necesitan apoyo. Hay tecnologías como Electronic Visit Verification (EVV) se introdujeron para monitorear el cuidado dentro de los hogares utilizando herramientas como un localizador GPS, pero las personas mayores que reciben la atención y los cuidadores sienten que están atados a un monitor de tobillo.

Muchos de los esfuerzos para construir bots de cuidado se deben a un deseo genuino de arreglar las fisuras en un sistema tenso y fragmentado. La devastación que trajo la pandemia de Covid-19 dejó clara nuestra necesidad de mejores cuidados, no solo en hospitales y clínicas sino también en hogares, escuelas y calles. Como directora de la Alianza Nacional de Trabajadoras Domésticas, Ai-jen Poo, nos pide reconocer que la industria del cuidado era “una fila de naipes al borde del colapso” mucho antes de la pandemia.

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La pandemia y décadas de organización de las bases han empujado a la administración Biden a enfocarse en invertir en trabajos para el cuidado, lo que despertó una discusión sobre el cuidado como una infraestructura pública fundamental. El plan que propone Biden es invertir 400 mil millones de dólares para el cuidado de los adultos mayores y sus cuidadores personales en casa. Aunque el plan de manera útil coloca una inversión pública significativa en el corazón de una sistemas de cuidado revitalizado, eso no reconcilia los asuntos más espinosos, como la vigilancia, el fin de la autonomía y el sesgo, que acompañan a la dependencia inevitable del gobierno en tecnologías para la administración del cuidado.

Los bots cuidadores ya están allí. Pero su irrupción no tiene que llevarnos a una distopía tecnológica. Nuestras visiones futuras para una sociedad que cuida tienen que construirse en fundamentos de justicia, equidad, dignidad y autonomía, no solo en eficiencia y escalas. Los aspectos más esenciales de cuidar a otros, la presencia, la compasión y la conexión, no siempre son fáciles o siquiera posibles de medir. El aumento de los robots de cuidado pone en riesgo el crear un sistema en donde solo se valoran las partes del cuidado que pueden convertirse en información.

Alexandra Mateescu es investigadora en Data & Society, y trabaja en temas sobre la intersección del trabajo, el cuidado y la tecnología. Virginia Eubanks es politóloga en la Universidad de Albany y es autora de Automating Inequality: How HIgh-Tech Tools Profile, Police and Punish the Poor.

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