De la caída de Kabul al limbo en México
La afgana Asma Karimzai utiliza su teléfono antes de salir del refugio de la Fundación Latina Musulmana en Tijuana, México, en julio de 2022. Foto: Reuters

Cuando los talibanes irrumpieron en Kabul, Wali Modaqiq, de 54 años, comenzó a llamar a todos los estadounidenses, británicos y europeos con los que había trabajado en proyectos medioambientales, suplicándoles ayuda para evacuarlo a él y a su familia.

“El mensaje que recibí de vuelta fue: ‘No eres nuestro empleado directo, por lo que no podemos ayudarte'”, explicó. “Pero los traje, los llevé de un lado a otro, los ayudé a trabajar en Afganistán”. Comenta que su labor de activismo medioambiental con ecologistas extranjeros lo había convertido en enemigo de los talibanes.

Recurriendo a canales clandestinos y a todos los contactos que tenía, Modaqiq y su familia huyeron a Irán y después a Turquía, donde en marzo del año pasado tomó un vuelo a un destino insólito: Ciudad de México.

“Estoy muy agradecido con el gobierno mexicano porque nos concedió una carta de salvoconducto”, comentó Modaqiq.

Supuso que México sería una escala rápida y sencilla antes de que la familia pudiera dirigirse al norte como refugiados. No era el único. Se cree que miles de afganos han llegado a México desde agosto de 2021 con la esperanza de poder viajar y solicitar asilo en Estados Unidos.

En una templada y soleada mañana de martes en Ciudad de México, Modaqiq se sentó en un salón de clases junto con otros cuatro afganos a practicar español, aprendiendo vocabulario que podría ayudarles a moverse por la ajetreada ciudad. Arriba, un salón lleno de mujeres afganas bordaba junto a voluntarias mexicanas.

Este modesto edificio ubicado en un tranquilo barrio residencial fue convertido por el Comité Internacional de Rescate (IRC) en un centro comunitario para personas como Modaqiq.

“Las necesidades de los refugiados de Afganistán superan con creces la respuesta (estadounidense de evacuación) que aconteció”, señaló Dan Berlin, director del programa Transfronterizo del IRC en México. “Hay decenas, si no es que cientos, de miles de personas cuyas necesidades de protección quedaron desatendidas por los procedimientos de evacuación que ocurrieron en las semanas posteriores a la toma del poder por parte de los talibanes”.

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Solicitantes de asilo aprenden español en el centro comunitario del IRC en Ciudad de México. Foto: James Fredrick/The Guardian

El IRC inauguró el centro comunitario de Ciudad de México en septiembre de 2021, cuando el gobierno del país abrió sus puertas a las empresas de comunicación estadounidenses que evacuaban a su personal afgano. Sin embargo, después de que esos 289 afganos fueran reasentados en otros países, el centro permaneció abierto, en medio de un crecimiento exponencial de los denominados “migrantes extracontinentales” procedentes de fuera de Latinoamérica.

“No solo hay afganos”, comenta Berlin. “Tenemos clientes rusos, clientes de Jamaica, clientes del Congo, gente de todo el mundo que se mezcla en el mismo espacio”.

Cada día, entre 30 y 50 personas acuden al centro para recibir atención médica y psicológica, clases de idiomas y ayuda con el papeleo mexicano. El IRC distribuye folletos en ocho idiomas distintos al español en los albergues para migrantes de todo México, con la esperanza de llegar a los migrantes que se sienten particularmente fuera de lugar.

En 2022, el Instituto Nacional de Migración (INM) de México detuvo a 17 mil 450 migrantes procedentes de África o Asia, en comparación con sólo 3 mil 852 en 2021. El año pasado, México concedió a personas procedentes de África y Asia 4 mil 355 visas por razones humanitarias, las cuales les permiten residir temporalmente en México, en comparación con solo mil 787 en 2021.

El creciente número de migrantes musulmanes que se encuentran en México es más evidente en la ciudad fronteriza de Tijuana, donde en junio de 2022 se abrió el primer albergue para migrantes musulmanes del país.

El centro comunitario del IRC ha sido un refugio para personas como Modaqiq y su familia porque no tienen derecho a trabajar ni a estudiar en México, y nunca pensaron que estarían aquí más de un año. Modaqiq presentó su solicitud de refugio para Estados Unidos hace 18 meses.

Él es uno de los cientos de miles de afganos que se encuentran en el limbo, todavía en espera de saber si se les permitirá entrar a Estados Unidos, ya que las solicitudes de reasentamiento superaron con creces las expectativas del gobierno estadounidense. Y el hecho de estar junto a Estados Unidos no ha ayudado a Modaqiq como él pensaba.

Las restricciones impuestas al derecho de asilo en Estados Unidos significan que la opción de pasar de contrabando a su familia por la frontera entre Estados Unidos y México es arriesgada: al menos un solicitante de asilo afgano ha sido procesado penalmente por hacerlo.

Ha intentado utilizar CBP One, la muy criticada aplicación para dispositivos móviles de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, que es la forma en que la gente debe sacar ahora una cita para solicitar asilo en el país. Al igual que otros más de 100 mil solicitantes de asilo en México, se levanta de madrugada para intentar conseguir una de las 750 citas disponibles cada día. Desde enero no ha tenido éxito.

“De alguna manera, todas las puertas están cerradas para los afganos”, señaló Modaqiq. “No sé por qué. No digo que sea algo malo, pero vemos la crisis ucraniana y todas las puertas y fronteras están abiertas para los ucranianos. Eso no ocurre con los afganos”.

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Migrantes afganos deambulan por el paisaje desértico, en el estado de Sonora, México, en diciembre de 2022. Foto: Reuters

A pesar de los programas especiales de reasentamiento en Estados Unidos, los afganos que se encuentran en México forman parte de las masas de solicitantes de asilo que son rechazados en la frontera estadounidense, junto a aquellos que proceden de países como Honduras, Venezuela y Haití. Desde agosto de 2021, mil 477 afganos han sido detenidos por el INM, que fue el responsable de la muerte de 40 ciudadanos centroamericanos y sudamericanos en un incendio que ocurrió el 28 de marzo.

A medida que pasa el tiempo, Modaqiq se siente cada vez más fuera de lugar en México. “No puedo mantener a mis hijos aislados de su religión, de su comunidad, de su cultura”, señaló.

Incluso en la megalópolis de Ciudad de México existe una minúscula población musulmana y solo una pequeña mezquita. Es muy difícil encontrar comida halal. Modaqiq comenta que su esposa e hijas pasan poco tiempo en público, incómodas por las miradas extrañas que les dirigen por usar hijabs y hablar darí. Espera que puedan conectar con las comunidades afganas y musulmanas en Estados Unidos, no obstante, empieza a sentirse desesperado.

Cuando Modaqiq voló con su familia sobre el océano Atlántico y se quedó a solo una frontera del sueño de reasentarse en Estados Unidos, pensó que la parte difícil había terminado. Nunca pensó que su solicitud de refugio podría ser denegada, que seguiría esperando en México más de un año después.

“No tengo un plan alternativo”, señaló.

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