La historia de ‘Alma’, una jefa de familia que enfrenta la inflación por sus propios medios

Las luces que emanan de los edificios llenos de departamentos, las de las cafeterías, taquerías y locales de comida gourmet, la de los centros comerciales, la de los coches que circulan por las calles de la alcaldía Benito Juárez, en la Ciudad México, no alumbran un pequeño callejón que alberga una vecindad en la que viven 22 familias.

En el fondo de ese callejón, una figura de la virgen de Guadalupe iluminada por pequeños focos de colores es la antesala de una pequeña puerta, la entrada a los pasadizos llenos de lazos con pinzas para tender ropa, débiles focos que iluminan los senderos, objetos arrinconados y ríos de agua que surgen de los lavaderos ubicados en distintos sitios, lleva a la cocina de Alma, una mujer de 52 años que ha vivido los estragos de la inflación y la pobreza. 

En la alcaldía, la pobreza no es un vecino frecuente. La Benito Juárez se encuentra en los primeros 10 municipios con menor porcentaje de pobreza del país en la última década, donde solo 7.9% de sus habitantes vive en esta condición, pero no quiere decir que no haya aumentado, en 2010 el porcentaje era de 3.2%. Para la gran mayoría, las rentas de una vivienda con dos habitaciones difícilmente bajan de 10 mil pesos al mes.

La casa de Alma mide alrededor de 7 metros cuadrados, donde embonan una estufa, una repisa para acomodar trastes y una barra de loseta café para preparar los alimentos, dos camas matrimoniales, un ropero, una mesa y en la pared una pantalla y algunas fotografías de su familia. No se desaprovecha un solo espacio. Su vivienda no es propia, pero prefiere no hablar de cuánto paga al mes por vivir ahí.

Esa pequeña cocina le ha dado el sustento para subsistir y sostener a su familia durante 10 años. De lunes a jueves ofrece comida corrida: sopa, un guisado, salsa y tortillas; y los viernes vende quesadillas, pambazos, tostadas, hamburguesas, sopes.

La jornada semanal comienza a las 5:00 horas porque la comida debe quedar lista a las 13:00 horas. A través de WhatsApp manda el menú a sus clientes, ellos le confirman los pedidos y su hermana reparte la comida a pie.

Durante el último año Alma ha visto un aumento en los productos que utiliza, como tomate, jitomate, cebolla, chile serrano, pollo, carne de res, y el gas, lo que la llevó a subir a inicios de diciembre cinco pesos el precio de su comida. Ahora cuesta 55 pesos, el 31% de una jornada de salario mínimo

El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) informó que la inflación anual de 2021 fue de 7.36%, la más alta en 21 años. En 2020 esta cifra fue de 3.15%. 

Alma vive en primera persona lo que los economistas miden con el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC). El último reporte dice que que la carne de res y el pollo han sido los productos que registraron precios a la alza en diciembre, mientras que un mes antes los genéricos con los mayores incrementos de precios fueron:

  • Tomate verde: 71.85%
  • Jitomate 25.38%
  • Chile serrano 12.10%
  • Los energéticos y tarifas autorizadas por el gobierno subieron 2.64%, el doble que en 2020.

“En 2020, el kilo de jitomate lo compraba de 12 a 15 pesos, pero llegó a estar en 48 este año, ahora ya ronda los 25; la carne estaba en 155 y ahora está en 175 pesos; la cebolla pasó de 16 a 24 pesos, el serrano estaba en 50 y ahora en 20 pesos; y el gas en 202 estaba entre 400 pesos el tanque de 20 kilos, que me dura una semana o nueve días máximo, y ahora está hasta 505 pesos”, describe como una actuaria.

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Al exterior de la vecindad donde vive Alma, se encuentra un Cristo y el altar de la Virgen de Guadalupe. Foto: Alexa Herrera / La-Lista
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Foto: Alexa Herrera / La-Lista
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Retratos de su abuela e hijos se pueden encontrar en las paredes de la casa de Alma. Foto: Alexa Herrera / La-Lista

‘Jinetear el dinero’

¿Cómo hacer rendir el dinero? Alma ha encontrado un sistema que consdiera efectivo para sortear las más de 10 crisis económicas que ha vivido el país en los últimos 40 años: jinetear el dinero. La definición de la RAE es “tardar en pagar un dinero con el fin de obtener un mayor rendimiento del mismo”. Para Alma, es darle vuelta al dinero, gastar y reponer, hacer rendir el presupuesto

Alma hace rendir su dinero. Dos veces a la semana -jueves y śabado-, acude a la Central de Abastos de la capital para comprar sus insumos.

En 2020 contemplaba un presupuesto de mil 500 pesos que le alcanzaba para preparar comida para tres días “o, a veces, hasta para cuatro”. Ahora, el presupuesto ascendió a 2 mil pesos y “no me alcanza para tres días y entre semana debo comprar las cosas por mi casa y luego me sale hasta el doble (de su precio), pero lo tengo que comprar porque yo ya no puedo regresar al otro día a la Central (de Abastos)”, dice.

La Central de Abastos es uno de los centros de distribución de alimentos más grandes de la región, ubicado en la alcaldía Iztapalapa, en el oriente de la Ciudad de México y donde el gobierno federal recomienda hacer el mandado para que los alimentos sean más baratos.

Previo a la pandemia, Alma registraba una venta de 25 comidas diarias, pero durante 2021 la venta bajó, principalmente porque unos trabajadores de un taller se cambiaron de trabajo, lo que la hizo pasar a 12 o 13 comidas al día, que representan la clientela segura. 

Implementó algunas estrategias aprendidas durante estos años para hacer rendir la comida, como comprar algunos productos por pieza y no por kilo, como la pechuga de pollo o los bisteces. “Porque antes o me sobraba o me faltaba, así compro justo lo que me van a pedir”, dice, mientras sostiene entre sus manos una libreta en donde anota los platillos que va a cocinar en los siguientes días.

En el caso de la verdura, compra cosas de temporada para economizar y está al pendiente de las ofertas, compara precios y elige la mejor opción. 

Ella considera que su negocio es un éxito y es gracias a dos pilares importantes: comprar y preparar los alimentos con productos de calidad y el tamaño de las porciones. “Hay que cuidar al cliente porque así la gente me recomienda”, asegura. Pero ambas se pueden ver amenazadas si el alza de los precios continúa.

Por eso no ha subido más que cinco pesos el precio de sus comidas, pues sabe que sus clientes tampoco podrían pagarla. “No me puedo quejar, por lo menos hay para comprar las cosas. Yo no quiero que mi clientela se me vaya, mientras yo mantenga mis precios la gente sigue”, dice y espera mantenerse así durante 2022.

En caso de que la inflación se mantenga, Alma dice que “tendría que ver cómo manejar el negocio, si subo precios tendría que avisarle a mi clientela. No se enojarían porque nosotros les explicamos y ellos dicen que sí, que todo ha subido. Ellos prefieren comprarme que hacer la comida porque es más barato”.

Datos del Coneval señalan que entre 2018 y 2020, el porcentaje de la población en situación de pobreza a nivel nacional aumentó de 41.9% a 43.9%, un incremento de 3.8 millones de personas, pasando de 51.9 a 55.7 millones de personas durante este periodo.

Una persona se encuentra en situación de pobreza cuando tiene un ingreso inferior a la Línea de Pobreza por Ingresos (valor de la canasta alimentaria más la no alimentaria) y presenta al menos una de las seis carencias sociales (alimentación, rezago educativo, salud, seguridad social, servicios básicos de la vivienda, y calidad y espacios de la vivienda).

Su visión de la economía no se explica sin sus creencias: “Dios nunca nos abandona. No sé si es mi fe. El dinero se va generando, gracias a Dios sale para todo, nunca nos hemos quedado sin comer”, dice.

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Al interior de la casa de Alma, se pueden observar los diversos instrumentos que utiliza en su día a día como cocinera. Foto: Alexa Herrera / La-Lista
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Los alimentos que vende Alma se caracterizan por tener un tamaño más grande de lo “normal”, esto ha logrado que los clientes la frecuenten y recomienden. Foto: Alexa Herrera / La-Lista
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Libreta donde Alma anota el menú del día así como todas las personas que le consumen. Foto: Alexa Herrera / La-Lista

‘En los bancos no porque piensan que tienes mucho dinero’

Alma es una mujer de carácter fuerte y su familia dice que es generosa. Su hermana y su prima la describen como ser la primera en ayudar a alguien que está en problemas o en una situación difícil.

Desde los 15 años comenzó a trabajar limpiando casas, labor que realizó durante ocho años, y después retomó sus estudios para ser educadora mientras se desempeñaba en una cocina, donde estuvo 13 años preparando alimentos, lavando trastes y haciendo limpieza.

Sin embargo, dejó la carrera trunca. “El dinero me gustó más y decidí seguir trabajando”, cuenta. Cuando su primer hijo entró al preescolar decidió dedicarse a su educación y a su crianza, y solo durante los fines de semana vendía elotes, sopes o pambazos, con un sazón que aprendió de su abuelita.

“Ella decía que la comida no debía de estar salada, ni condimentada y mucho menos insípida, tenía que ser una comida rica”, recuerda. 

Tras el nacimiento de su segundo hijo, decidió meterse de lleno al negocio de la comida, desde entonces la pequeña cocina de Alma es el sustento para ella y sus dos hijos, de 24 y 12 años, y le ha dado la oportunidad de emplear a su hermana, que le ayuda a repartir, y una de sus primas, que a veces le ayuda y también ofrece postres y viven en la misma vecindad.

Nadie le ha enseñado sobre finanzas personales, pero sabe que es necesario diversificar las entradas de dinero. Ella vende cosas de temporada ,como calcetines navideños y, antes de la pandemia, hacía taquizas para eventos, al año realizaba hasta 15; pero con Covid-19 hasta hoy solo ha hecho tres eventos. 

Sabe que siempre es necesario contar con un ahorro, está en una caja de ahorro y guarda el dinero cuando hay buenas temporadas. “Lo tengo en un escondite, pero en el banco no, te ponen muchos peros y luego andan pensando que tienes mucho dinero y te mandan al SAT”, dice.

Alma forma parte del 63% de los adultos en México que no está bancarizado, de acuerdo con información publicada por la Asociación Mexicana de Ventas Online (AMVO). Tampoco maneja tarjetas de crédito, todo lo que ha comprado lo hace en efectivo. Evita recurrir a préstamos para surtir el negocio. “No me gusta porque siento que uno paga muchos intereses y en lugar de ganar, pierdo. Mejor junto y lo compro”, señala. 

Del 100% de las trabajadoras en México, 26% son emprendedoras, sin importar al sector al que se dediquen, 8 de cada 10 se encuentra en la informalidad, es decir, aquellas que no hacen una declaración de impuestos, no emiten facturas y no están registradas ante el seguro social, lo que representa más de 4 millones de mujeres en esta situación, de acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO).

La informalidad afecta la certeza laboral de la población empleada del país, de acuerdo con México, ¿cómo vamos?, el empleo no les proporciona a los trabajadores un vínculo laboral reconocido ni les garantiza el cumplimiento de sus derechos laborales, como una pensión para la vejez, cumplimiento de una jornada laboral, liquidación y vacaciones por ley, entre otras prestaciones. Mientras que el IMCO señala que en noviembre de 2021, 54% de las mujeres se encontraba trabajando en este sector.

El IMCO señala que si una emprendedora ingresa al mercado formal, le traería beneficios, como mejores opciones de financiamiento y nuevos mercados, lo que resultaría en mayores ingresos y oportunidades de crecimiento. Pero ella no piensa igual

Nunca ha vivido con el padre de sus hijos, pero les da un gasto, especialmente para el pequeño, pues su hijo mayor trabaja y estudia en la universidad. De donde ha recibido apoyo para sus hijos es de las ayudas económicas que da el gobierno, como ‘Mi Beca para Empezar’ (435 pesos mensuales), para su hijo que está en el segundo grado de secundaria, y Beca Bienestar (mil 680 pesos bimestrales). “Yo los ocupo exclusivamente de cosas para ellos y lo que necesiten”, dice. 

En sus planes no contempla tener un local porque en la zona donde vive es caro, según sus cálculos, la renta de un lugar ronda los 10 mil pesos, prácticamente sus ganancias. En un futuro, Alma se ve trabajando y viviendo en la vecindad donde ha estado toda su vida. “Yo de fritanguera no voy a pasar”.

Pero uno de los motivos que la mantienen de pie y seguir ofreciendo el mejor sazón a sus clientes es que sus hijos salgan adelante con estudios. “Yo no deseo que ellos me mantengan, yo quiero que ellos estudien y salgan adelante como hasta ahora“.

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Alma vive en la alcaldía Benito Juárez, un lugar que no carece de diversos negocios de comida, aún con toda esa competencia, ella ha sabido ganar clientes y mantenerlos. Foto: Alexa Herrera / La-Lista