‘Solo podía ver el fuego’: los misiles fracturaron el sentido de seguridad en Tel Aviv
Lanzamiento de cohetes desde la ciudad de Gaza, controlada por el movimiento palestino Hamás. Foto: AFP.

Para los niños menores de siete años en Tel Aviv, esta semana fue la primera vez que sus padres los despertaron en medio de la noche, llenos de pánico, para correr al refugio antibombas e intentar explicarles lo que sucedía. 

Tal Morry, abogada y madre, fingió ante su hijo de cinco años que se trataba de un espectáculo de fuegos artificiales. Pero la artimaña no duró mucho tiempo. “Otros niños le dijeron la verdad”, suspiró. 

Desde la última guerra con Hamás en 2014, la capital comercial de Israel se había salvado de los brotes regulares de enfrentamientos. Durante los últimos años, aunque no se ha declarado un conflicto total, Israel ha bombardeado frecuentemente a Gaza mientras que los militantes han lanzado cientos de misiles sobre pueblos y ciudades en el sur de Israel. 

Tel Aviv tiene la reputación de ser el lugar donde puedes ignorar la crisis de Israel y Palestina. Cuando la alegre ciudad mediterránea albergó el concurso musical Eurovision en 2019, los competidores llegaron y comenzaron a ensayar a pesar de la batalla de tres días que se libraba al sur, donde murieron 23 palestinos y cuatro israelíes. 

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La sensación de seguridad se fracturó el martes por la noche cuando Hamás, el grupo militante islamista que gobierna dentro de Gaza, incrementó la fuerza de sus ataques sobre Israel con el lanzamiento de alrededor de 130 “misiles pesados” 50 kilómetros al norte, hacia Tel Aviv. Los residentes vieron el cielo nocturno encendido por pequeños puntos rojos, eran docenas de misiles que se dirigían a su ubicación. La mayoría fueron interceptados por el sistema de defensa aéreo Domo de Hierro, pero algunos lograron atravesar. 

Konstantin Kandaurov, un ingeniero en sistemas de 48 años, miraba el fútbol por televisión desde su sala cuando la sirena de asistencia aérea comenzó a sonar en Rishon Lezion, un poco al sur de Tel Aviv. Corrió hacia el sótano pero apenas alcanzó a llegar a las escaleras cuando cayó el misil, estremeciendo el suelo. 

Lleno de pánico, corrió de regreso hacia arriba y miró por la ventana. Normalmente hubiera observado una silenciosa calle suburbana empedrada, llena de casas con rejas, cada una árboles en la entrada y un lugar para estacionarse. La casa al otro lado de la calle, el número 16, usualmente tenía una cuatrimoto estacionada. 

El martes por la noche no podía ver la calle. “Solo vi fuego”, dijo. “Mucho fuego”. Del otro lado de la calle, un misil había caído directamente en el frente de la casa 18, matando a la mujer que vivía ahí y dejando una sección de la calle entera hecha ruinas. 

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Gente se refugia en el sótano de un edificio en la ciudad israelí de Tel Aviv cuando las sirenas de alarma sonaron después de las 3:00 a.m. del 12 de mayo de 2021, después de que se lanzaran cohetes hacia Israel desde la Franja de Gaza. (Foto de Gideon MARKOWICZ / AFP)

Los militantes de Hamás en Gaza son famosos por sus cohetes caseros simples, llamados Qassem como las brigadas Qassem del grupo, pero en esta ocasión se trataba de algo mucho más grande. Alrededor de 10 autos fueron destruidos. Uno apenas quedó reconocible, otro acabó con el chasis negro y pedazos de llanta, además del olor a gasolina quemada. La casa de Kandaurov perdió las ventanas, parte del techo y se llenó de escombros y restos de metralla. 

Apenas pudo ponerse en contacto con su familia cuando volvieron a sonar las sirenas. “El sonido del bombardeo duró unos 20 o 25 minutos”, dijo Kandaurov. “Hubo silencio durante una o dos horas. Y otra vez, cada 10 minutos, se activaba la sirena”. 

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Otro residente dijo que una mujer que vivía en otra parte de la calle falleció esa misma noche, pero de un paro cardiaco. El miércoles, en su casa, un anciano salió por la puerta principal para revisar un auto con la ventana trasera destruída, lleno de residuos, incluyendo un asiento para bebé, cubierto de vidrio. Alejó a los reporteros antes de volver a casa. 

El portavoz del ejército israelí, teniente coronel Jonathan Conricus, dijo que el Domo de Hierro tiene una tasa de intercepción de alrededor del 90% y describió el sistema que el país ha utilizado durante una década, como un “salvavidas”. 

Conforme se intensificaba el conflicto, parecía que los militantes intentaban saturar o engañar al sistema con el lanzamiento de múltiples misiles al mismo tiempo, sobre la misma área. Conricus negó que los misiles “superaran al Domo de Hierro”, pero dijo que eran más grandes y de mayor rango que los utilizados en enfrentamientos previos. 

Los ataques con misiles comenzaron el lunes, cuando Hamás lanzó una descarga sobre Jerusalén, tras semanas de incremento de tensiones que culminaron con la policía antimotínes invadiendo la mesquita al-Aqsa de la ciudad, el tercer sitio más sagrado para el Islam. 

Ilana, de 76 años, quien vivía en Tel Aviv desde antes del establecimiento de Israel en 1948, describió los sucesos en al-Aqsa “como en contra de todo el mundo musulman”. 

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“No sé quien tomó tales decisiones”, dijo, solicitando que solo apareciera su primer nombre. “Se debe a la estupidez, a nadie más que a la estupidez”

El enojo irresuelto en torno al trato de Israel con los palestinos y su creciente sujeción militar sobre sus vidas ha empeorado en la ciudad sagrada durante meses. Más recientemente, una oleada de desalojos y demoliciones, además de las acciones de la policía para prevenir las reuniones en los escalones fuera de la Ciudad Antigua durante las celebraciones musulmanas del Ramadán, han empeorado la situación. 

Para muchas personas en Tel Aviv, Jerusalén puede parecer un lugar lejano, pero no lo es. La tensión en la ciudad sagrada se ha resentido en Jaffa, un vecindario mixto de árabes y judíos en Tel Aviv. Jaffa, igual que muchas áreas de Israel pobladas por las minorías árabes, ha sufrido protestas casi todas las noches, y ataques callejeros intercomunales. 

Jamás he visto un enfado público como este”, dijo Aziz al Azaa, de 43 años y propietario de una cafetería. 

Otro residente, Abu Ibrahim Abu Halaweh, declaró que muchas personas del vecindario intentaban asegurarse de que “la violencia y el odio” no se esparcieran. “Vivimos juntos nos guste o no”, dijo.

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