‘Una completa masacre, una película de terror’: el desastre de Brasil por el Covid
El familiar de un paciente con Covid espera el rellenado de un tanque de oxígeno en Manaus, Amazonas. Foto: AFP/Getty Images. Marcio James

Al amanecer, en sólo 60 minutos murieron siete pacientes asfixiados porque el coronavirus regresó con fuerza al Amazonas brasileño con una fuerza de pesadilla.

“Hoy fue uno de los días más duros de todos mis años en el servicio público. Se siente tanta impotencia”, decía llorando Francisnalva Mendes, jefa de salud en la ciudad que se encuentra al lado del río Coari, mientras recordaba el momento del martes, cuando se acabó el suministro de oxígeno en el hospital.

“Tenemos que regresar a la lucha y seguir salvando vidas”, Mendes insistía mientras asimilaba haber perdido a la tercera parte de los pacientes de Covid de su ciudad en un instante, cuatro de ellos estaban en sus 50.”Todos estábamos devastados. Fue un día tan terrible”.

Coari está en el centro de la más reciente catástrofe por Covid en América Latina la semana pasada cuando un aumento en las infecciones se relaciona con la nueva variante, aparentemente más contagiosa, y que saturó los hospitales del Amazonas de Brasil, y que dejó a muchos sin lo más básico. El panorama era tan oscuro que les mandaron tanques de oxígeno a través de la frontera con Venezuela, el país que se enfrenta al colapso económico, y cuyo líder, Nicolás Maduro, denunció “el desastre en salud pública de Jair Bolsonaro”.

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“La situación es caótica. No podemos atender a todos los pacientes que nos llegan”, dijo Marcus Lacerda, un especialista en enfermedades infecciosas de la capital del Amazonas devastada por el Covid, Manaos. 

“Los hospitales privados no quieren recibir a nadie porque temen que si admiten a más pacientes se quedarán de nuevo sin oxígeno”.

Manaos llegó a los encabezados internacionales en abril cuando el torrente de muertes por Covid obligó a las autoridades a cavar fosas comunes en la tierra cobriza de la ciudad. Nueve meses después y con 210 brasileños muertos, la situación es todavía peor.

Hay días en los que se entierran 200 cuerpos en Manaos, en comparación con los 40 que son lo normal. La semana pasada muchos hospitales se quedaron sin oxígeno para los pacientes con Covid, aparentemente porque el gobierno tuvo una falla catastrófica y no previó la magnitud del desastre que se aproximaba.

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“Nunca había pasado algo así, ni siquiera el año pasado. Nunca me imaginé que fuéramos a tener una oleada de reinfecciones tan grande como la de Manaos”, dijo Lacerda, uno de los principales infectólogos de la región, y que culpa a una variante “que parece ser más contagiosa”.

Lacerda dijo que él esperaba que la escala de la epidemia del año pasado hubiera propiciado un cierto tipo de protección inmunológica ante una segunda oleada. “Pero la verdad es que no hay manera. La reducción en la inmunidad de la gente y las mutaciones del virus hacen que la segunda oleada sea incontrolable”.

Las terribles historias de pacientes que se sofocan y la evacuación de bebés prematuros está generando manifestaciones populares en contra de los líderes del Amazonas a quien los críticos acusan por no hacer planes o siquiera prevenir el segundo cataclismo este año.

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“Se siente una atmósfera de descontento, abandono, desolación e impunidad”, dijo un empleado de la clínica de salud de Alvorada en Manaos, en donde se grabó a los médicos implorando por una intervención divina. “Lo que estamos presenciando es una masacre, una situación desesperada, una película de terror”, agregó el trabajador, quien pidió no  ser identificado.

Mucha de esta furia va dirigida al gobierno del presidente de extrema derecha, Jair Bolsonaro, quien trivializa al Covid aún cuando el número de muertes en su país es el segundo más alto del mundo.

El dócil ministro de salud de Bolsonaro, Eduardo Pazuello, un general del ejército sin experiencia médica, visitó Manaos un día antes de la crisis de la semana pasada pero sólo promovió los “tratamientos tempranos” de los que habla su líder y no resolvió el problema del oxígeno.

“El lamebotas del presidente sabía desde hace días que los hospitales de Manaos se estaban quedando sin oxígeno y sólo prescribió el uso de la cloroquina que no sirve para nada”, escribió el periodista Luiz Fernando VIanna en la revista Época, culpando a Bolsonaro y a Pazuello de la “matanza”.

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Lacerda acusó al gobierno de tratar de distraer la atención de los ciudadanos de su falta de acción con  “la falsa esperanza” de remedios que no sirven. “Esto no sucede en ninguna otra parte del planeta”, dijo.

En Manaos, una ciudad a la que sólo se puede llegar por avión o bote, la furia de la gente se ha convertido en acción. Docenas de grupos de voluntarios, muchos formados por jóvenes de Manaos, se han reunido para juntar fondos para proporcionarle a la ciudad un sistema de oxígeno, equipo y comida”.

“Se trata de una situación dantesca… parece que vivimos en un lugar sin gobierno”, dijo Vinicius Lima de 16 años, que está usando Twitter e Instagram para buscar cilindros, oxímetros y equipo de protección personal.

“Estoy haciendo lo que creo es mi deber. No podría dormir en las noches si no estuviera haciendo algo para ayudar a la ciudad que amo”, dijo el estudiante. “Estoy muy orgulloso de ser de esta ciudad que se encuentra en el corazón del Amazonas”.

Otros recurren a las redes sociales para expresar su duelo e inundan Facebook con fotografías de los seres queridos que perdieron durante la segunda ola de contagios. “Es como si la ciudad estuviera en un duelo constante”, dijo un trabajador de la clínica que perdió a una tía.

Algunos dicen que lo que pasó en Manaos es una aberración, el resultado de un sistema frágil de salud y del aislamiento geográfico. Lacerda asegura que se trata de un vistazo de lo que el futuro depara a Brasil ya que se adelantó la temporada de lluvias del Amazonas y con ella la temporada de influenza.

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“Si no empezamos un “bloqueo” inmediato con vacunas lo que pasó en Manaos va a pasar en el resto del país”, advirtió. “Tenemos que vacunar a la gente”.

Eso no va a ser fácil. La inoculación ya empezó el domingo pasado, semanas después que en otros países como Chile y México. Pero Brasil, que tiene 212 millones de ciudadanos, sólo tiene aseguradas 6 millones de dosis de la vacuna china Corona Vac y dos millones de la de AstraZeneca/Oxford.

“Esto no sirve para detener el avance de la enfermedad”, dijo Lacerda, quien cree que el “total aislamiento internacional” bajo Bolsonaro ayuda a explicar esta falla para conseguir suficientes vacunas.

La semana pasada se dio a conocer que los esfuerzos de Brasil para importar de China ingredientes farmacéuticos activos (API) esenciales para producir vacunas se estancaron, y muchos culpan de eso a Bolsonaro y a sus seguidores por criticar a China.

Raissa Floriano, cuyo padre de 73 años está luchando contra el Covid en el hospital, dice que al menos seis de sus compañeros murieron cuando se acabó el oxígeno.

“Con mejores decisiones, esta tragedia se pudo haber evitado. Pero cualquier propuesta sensata que se hubiera tomado se cancelaba o se ridiculizaba”, dijo la maestra de 27 años.

“Siento tristeza, decepción y coraje. Me siento abatida y con temor al futuro”. 

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