Tú deberías ser el centro de las campañas
Ciudadano Político

Provocador de ciudadanos, creador de espacios de encuentro y conocimiento. Exservidor público con ganas de regresar un día más preparado. Abogado y politólogo con aspiraciones de chef. Crítico de los malos gobiernos y buscador de alternativas democráticas. Twitter: @MaxKaiser75

Tú deberías ser el centro de las campañas
Foto: James Barr/Unsplash.com
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Lo más difícil de una campaña política es cómo ganar sin 
probar que eres indigno del cargo
-Adlai Stevenson

Tú deberías ser el centro de las campañas, pero no los eres. En México la política no ha dejado de ser un simple concurso por el poder. El centro de la política es una insípida guerra de egos inflados que acaban reflejados en slogans baratos, cargados de lugares comunes y poca sustancia, que sólo pretenden robarle unos cuantos votos al contrincante.

Tu bienestar, recuperarlo o mejorarlo, no es el objetivo real de partidos y candidatos. Éstos confían en tu mala memoria, y así, el partido y sus aliados que retiraron el presupuesto a estancias infantiles y refugios para mujeres violentadas promueven empoderar a las mujeres.

Los que militarizaron la seguridad pública y han roto todos los récords de violencia homicida, para cualquier inicio de sexenio, hablan sin vergüenza de mejorar tu seguridad. Los que desaparecieron el seguro popular y destruyeron el sistema de abasto de medicinas del sector público hablan de hacer mas accesible la salud pública para los más necesitados.

Los que tienen como slogan central “primero los pobres” permitieron que en un año aumentara la terrible cuenta de personas por debajo de la línea de pobreza en 10 millones de individuos. Los que destruyeron todo el avance en energías renovables de la reforma de 2013 hablan en las campañas de cuidar al país y sus recursos, mientras queman diésel y carbón para producir electricidad. La lista de incongruencias es interminable.

Estoy seguro de que en este momento tienes varias en mente, de diferentes partidos, en diferentes ámbitos de gobierno. Y ahí siguen, bailando en la calle, y haciendo videos de Tik Tok, porque es les dicen sus asesores de campaña. No les apena hacer el ridículo con botargas, canciones absurdas, apodos ofensivos que todos recuerden o vestimentas estúpidas, porque “lo importante es que me vean, que me conozcan”.

Las grandes discusiones siguen fuera de las campañas, las que tienen que ver con tus problemas y las soluciones. Nadie se atreve a ser el candidato que dice cosas inteligentes porque “Eso, a la gente no le interesa. Es demasiado académico, demasiado elevado” (me han dicho directamente varios candidatos y dirigentes).

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Y así se pasan los días, se acumulan los videos ridículos de bailes imposibles de ver hasta el final y slogans que no dicen nada. Y, lo peor de la campaña, el presidente y su partido que llenan el ciclo noticioso de mentiras completas y medias verdades que crean una “realidad alterna” que sólo vive en su discurso.

Según la organización Signos Vitales, en su estudio “El Valor de la Verdad”, el presidente López dice, en promedio, 80 mentiras, medias verdades y datos no verificables por mañanera. ¡80 por mañanera! Y así, como jefe de la campaña de Morena, somete diariamente a todos los jugadores electorales a discutir o desacreditar sus mentiras, mientras piensa en las 80 del día siguiente.

¿Y tu? ¿Y tu familia? ¿Y tu negocio? ¿Y tu empleo? ¿Y tu salud? ¿Y tu seguridad? ¿Y tu calidad de vida? Esos pueden esperar, parecen decir partidos y candidatos, “ahorita lo importante es conservar el poder”.

Y, por si esto no fuera poco, tú y yo pagamos con nuestros impuestos las campañas electorales y la incapacidad del gobierno. Urge subirles la vara. Urge someterlos a un nuevo régimen en el que la sustancia es la que mueve la aguja electoral. Urge ser mejores electores, mucho más exigentes.

Pero eso sólo puede suceder si tú, querida ciudadana y querido ciudadano, te involucras en la discusión política. Si sólo ejerces tu ciudadanía una vez, cada tres años, nuestro sistema político seguirá siendo un patético juego de niños que hacen berrinche para volver a tener un turno en la inútil resbaladilla del poder. 

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