Tan lejos de Dinamarca
Diagnóstico Reservado

Médico cirujano con más de 30 años en el medio y estudios en Farmacología Clínica, Mercadotecnia y Dirección de Empresas. Es experto en comunicación y analista en políticas de salud, consultor, conferencista, columnista y fuente de salud de diferentes medios en México y el mundo. Es autor del libro La Tragedia del Desabasto.

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Tan lejos de Dinamarca
Padres de niños con cáncer interponen denuncia contra López-Gatell Foto: Alexis Ortiz/ La-Lista

“Aunque no haya gran salud, a la cual podamos brindar hoy en Dinamarca…”

(Hamlet 1.2.324) 

En enero de 2020, de un plumazo y sin mayor razón que simples y trasnochadas diferencias ideológicas, la administración actual eliminó el Seguro Popular y, en su lugar, le dio entrada a un esperpento llamado Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi). A partir de ese momento, la vida de miles de pacientes cambió de mal… a muy mal.

Marcela, paciente de uno de los Institutos Nacionales de Salud recibía tratamiento para cáncer, que era cubierto por el Seguro Popular. A mediados del mes de febrero del año pasado, la incertidumbre sobre la continuidad de estos se convirtió en una pesadilla. No solamente nadie sabía cómo operaría ahora la cobertura de sus gastos, sino que, además, el hospital no estaba autorizado a cobrar cuotas de recuperación para sufragar parte de sus costos, ni Marcela podría, ante las carencias y como medida desesperada, comprar sus medicamentos, catéteres o material de curación por su cuenta. Simplemente está prohibido.

El doctor Morales, médico de Marcela, me confirma lo que otros especialistas dicen: con la llegada del Insabi, la incertidumbre operativa y terapéutica es enorme. 

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Aún quitando los dos problemas más grandes de salud en México –la pandemia y el desabasto de medicamentos–, los médicos simplemente no saben con qué cuentan, ni cuándo tendrán los insumos requeridos para tratar a los pacientes. A 18 meses de iniciado el Insabi, los mecanismos de autorización son inciertos, la asignación de medicamentos es inentendible y la asignación presupuestal arbitraria.

La consigna presidencial fue clara: Atención gratuita a todos los pacientes, de todas las enfermedades, con todos los medicamentos. Y es ahí donde está el error. El sistema de salud en México simplemente no tiene recursos para eso. Ningún país los tiene. Ni siquiera Dinamarca.

Y es que el Insabi, cuyo supuesto propósito era el ser un facilitador, se ha convertido en la piedra más grande en el zapato para la operación del sistema de salud en México. El instituto nunca fue pensado como un sustituto del Seguro Popular, sino como un instrumento para decomisar y administrar el dinero del sistema de salud, bajo la bandera ideológica de “el bienestar”.

Nada de esto hubiera ocurrido en Dinamarca.

La comparación, promesa o “benchmarking” del presidente con el país nórdico se ha convertido casi en un meme, y no es para menos. Aunque sabemos que el comentario fue hecho de forma súbita y sin pensarlo, es clara la gran ignorancia sobre cómo se maneja el sistema de salud de esa nación.

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Tomemos un ejemplo. En Dinamarca, la salud no es 100% gratuita. Todos los residentes tienen, sí, derecho a una atención financiada con fondos públicos, incluidos en gran medida servicios sin costo de atención primaria, especializada, hospitalaria y de salud mental, preventiva y a largo plazo. Sin embargo, los daneses pueden comprar un seguro complementario voluntario para cubrir los copagos de muchos medicamentos ambulatorios, la atención dental y otros servicios. Existe, además, un seguro complementario, proporcionado principalmente por los patrones, que ofrece un mayor acceso a la medicina privada. 

De acuerdo con el reporte de salud de 2019 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), Dinamarca invirtió en salud 5 mil 588 dólares por habitante. De ese monto, casi el 18% se aportó de forma privada. No, la salud no es 100% gratuita en Dinamarca y sí, la medicina privada existe y los pacientes pagan de su bolsillo en ese país.

Por su parte, México solo invierte mil 153 dólares por habitante en salud, de los cuales casi la mitad son dinero privado. México tiene, por cierto, el “gasto de bolsillo” más grande de entre los países de la OCDE.

Otro dato interesante: en el sistema de salud universal y descentralizado de Dinamarca, el gobierno destina partidas presupuestales, provenientes de los ingresos fiscales, a las regiones y municipios que prestan los servicios de salud. En México lo hacíamos justo como en Dinamarca, hasta el año 2018. 

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¿Cómo comparar los resultados? Analicemos solo los más cercanos: los de la pandemia. Con la vigésima parte de su población, Dinamarca ha tenido proporcionalmente tres veces más contagios que México en las cifras oficiales. Sin embargo, Dinamarca realiza 109 veces más pruebas de detección que México por cada mil habitantes, por lo que suponemos que los contagios reales en México superan porcentualmente en mucho los de Dinamarca.

Al compararnos con Dinamarca, el panorama de las muertes es desolador: México tiene mil 812 muertes por millón de habitantes, mientras que el país nórdico tiene solo 483.

Si bien Dinamarca ya se convirtió en un cliché, es un excelente ejemplo de esa comparación que se busca frente a otros sistemas de salud. Si lo que buscamos es tener uno, mexicano, de excelente calidad y con gran cobertura, el haber desmantelado el Seguro Popular fue la peor solución. 

Más que crear salud, la táctica se ha basado en dos componentes: por un lado, hacerse de los recursos materiales, financieros y humanos de los sistemas de salud federal y estatales existentes y, por el otro, otorgar un inexplicable y absurdo poder al Insabi. El resultado es que hoy se conjuntan atención tardía, incompleta y deficiente a los pacientes (pese a los grandes esfuerzos de médicos y personal de salud), con el peor desabasto de medicamentos que haya ocurrido en México.

A más de 30 meses de iniciada la administración, el pretexto de las fallas y carencias de los gobiernos anteriores ya no da para más. La falta de voluntad en solucionar el problema se ve reflejado en los recortes presupuestales y subejercicio de los fondos destinados a la salud.

Dinamarca está muy lejos. Para parecernos a ellos hará falta más que voluntad y galletas con mantequilla. México debe más que cuadruplicar el presupuesto destinado a la atención directa a la salud y eso no se ve venir. No en los próximos años.

Lo gratuito no existe y lo bueno cuesta.

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