Las inundaciones de Tula: riesgos construidos
Foto: Twitter @omarfayad

El 8 y 9 de septiembre del presente año se produjeron las inundaciones urbanas más aparatosas de los últimos 40 años en el Valle del Mezquital. No se esperaba que súbitamente el agua alcanzara hasta dos metros en el centro de la ciudad de Tula. Una vez producida la catástrofe que afectó a más de 31 mil viviendas, con 10 mil evacuados y 17 fallecidos, no queda más que revisar qué pasó y como se actuará en adelante.

Diversas autoridades responsables de la gestión urbana, del agua y de riesgos fallaron en la coordinación. Existiendo un Sistema Nacional de Protección Civil (Sinaproc) y un marco jurídico, programático e institucional robusto se produjo el desastre. Este sistema está basado en los principios de coordinación y prevención. Y precisamente lo que vimos fue lo contrario.

Varios factores fueron determinantes en este evento. El sistema de alerta temprana no se emitió adecuadamente; el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) dijo que emitió hasta 45 notificaciones alertando de lluvias fuertes, entre ellos 15 oficios a Protección Civil, gobernadores, boletines meteorológicos y 26 alertas en Twitter, que no fueron suficientes, no se les dio importancia o no se leyeron. Los canales de comunicación al parecer no fueron los adecuados. Lo más importante: informar no es coordinar. Los tuits a los que se refieren fueron emitidos el 7 de septiembre, una vez producido el desastre. La CNPC tiene 465 mil seguidores y el SMN tiene 1.2 millones de seguidores que un influencer rebasa sin mayor esfuerzo. El estado y el municipio reconocieron que les llegaron los oficios, pero no alertaron de la gran amenaza y finalmente, no tuvieron la capacidad de reacción que se requería. Es evidente que se minimizó la situación.

La autoridad coordinadora en caso de eventos hidrometeorológicos dentro del Sinaproc es la Coordinación Nacional de Protección Civil (CNPC), según establece la Ley y, tratándose de riesgos hidrometeorológicos, la Conagua ha desempeñado ese rol coordinador por su expertise; pero en este caso, su actuación no fue más allá de un rol informativo y, aun así, no se emitieron alertas por los canales adecuados, la población no tuvo la información completa ni oportuna para valorar el riesgo en que se encontraba. Tan es así, que hasta que no oyeron la fuerza del río no evacuaron; algunos no alcanzaron a salir y se refugiaron en los segundos pisos de las viviendas, viendo cómo la corriente de agua, mezcla de aguas negras provenientes de la Ciudad de México y aguas de la intensa lluvia, se llevaba sus pertenencias o las dejaba inservibles. Nada que recuperar pues el riesgo a la salud es altísimo. Pérdida total.

Las repentinas lluvias llegaron en una región en la cual desde hace décadas se estaba gestando imperceptiblemente el riesgo; las poblaciones asentadas en los márgenes del río, un hospital en zona federal, donde se requiere autorización de la Conagua, pues en principio, están prohibidas las construcciones según la Ley de Aguas Nacionales. El Río Tula aumentó su efluente con la construcción del Túnel Emisor Oriente (TEO), la gran megaobra que solucionaría las inundaciones de la Ciudad de México y conduciría las aguas residuales a la gran planta de tratamiento Atotonilco para ser tratadas y, posteriormente, vertidas a este río; obras que no tuvieron una intervención integral, para abordar también los efectos que podría tener en su entorno. Desde que se construyó se sabía que se requería ampliar el cauce del Río Tula, pero no se hizo; se sabía que aumentaba el riesgo de inundación ya identificado en el Atlas de Riesgos Nacional (2009) y en el estatal (2018). Con las lluvias intensas se llenaron las presas rápidamente y lo sabía la Conagua. Fallaron muchos elementos del Sinaproc, aún con la experiencia que ya se tiene; pero aquí, además, agravados por las profundas transformaciones en la cuenca, por virtud de la acción humana.

Un segundo grupo de factores se refieren a la falta de coherencia en la planeación urbana y el ordenamiento territorial. El Programa de desarrollo urbano de Tula de Allende (2011) reconoce el “Riesgo de inundación a las márgenes del Río Tula, en diversos puntos a lo largo del mismo” y considera zonas de protección y amortiguamiento para mitigarlas. Pero el crecimiento desordenado y la falta de mantenimiento es el pan nuestro de las ciudades.

Un tercer factor es la implementación a medias de las soluciones; sean técnicas o sociales, debido en gran parte a la falta de presupuesto, pero no exclusivamente. La desaparición del Fondo de Desastres (Fonden) y del Fondo de Prevención de Desastres (Fopreden) ha sido un error, pues permitía reaccionar casi de forma inmediata y atender a los afectados. México era uno de los pocos países del mundo que tenían un instrumento financiero. Hoy en día no se tiene certeza sobre la asignación y flujo de recursos públicos so pretexto de que exista mayor corresponsabilidad entre federación, estados, municipios y la sociedad; la solidaridad de la población no se hizo esperar, pero son necesarios los recursos públicos, y estos deben fluir de forma transparente.

El suceso nos muestra que estamos lejos de haber forjado una cultura de prevención como sociedad en torno a las inundaciones urbanas, aumentando la inseguridad que se vive en estas cuencas. El cambio climático nos pone ante un panorama donde la prevención y la construcción de resiliencia en las comunidades e instituciones es fundamental, si es que queremos orientarnos como país y como ciudades hacia la seguridad hídrica frente a eventos hidrometeorológicos, que serán cada vez más, intensos y recurrentes.

*Judith Domínguez es académica de El Colegio de México.

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