¿Para qué regular el cabildeo?
Tácticas Parlamentarias

Analista y consultor político. Licenciado en Ciencia Política por el ITAM y maestro en Estudios Legislativos por la Universidad de Hull en Reino Unido. Es coordinador del Diplomado en Planeación y Operación Legislativa en el ITAM. Twitter: @FernandoDworak

¿Para qué regular el cabildeo?

Aunque el cabildeo es a menudo una actividad que permite a los grupos de presión influir en las decisiones públicas, ayudando a legitimar las decisiones que se tomen, también puede ser ineficaz o generar problemas. Por ejemplo, las estrategias de incidencia pueden ser inadecuadas, lo cual podría llevar a la desilusión por parte de las organizaciones externas. También existe el riesgo de construir lo que se llama en Estados Unidos “triángulos de hierro”: relaciones privilegiadas y excluyentes entre comisiones legislativas, dependencias del ejecutivo y grupos de interés influyentes.

Si asumimos que los grupos de presión defenderán sus causas según sus intereses, esperándose que el órgano legislativo las procese según sus equilibrios internos, puede generarse la percepción de que algunas organizaciones tienen más influencia que otras. Incluso una mala regulación puede llevar a malas prácticas y a escándalos, reales o supuestos, de corrupción. De no atenderse estos problemas, el sistema político en su conjunto puede caer en el desprestigio. 

Al contrario de lo que algunos desearían creer, prohibir la actividad solo la haría más opaca y más expuesta a prácticas corruptas. Por lo tanto, y en la medida en que es un problema central de la democracia reconciliar las demandas de grupos que persiguen su propio beneficio con los intereses más amplios de la sociedad, la regulación del cabildeo es crítica para dar viabilidad a un régimen democrático.

No te pierdas: ¿Qué es el cabildeo?

Ahora bien, por más necesario que sea regular el cabildeo, ni los grupos de interés ni los legisladores estarán dispuestos a plantear el problema de manera adecuada, toda vez que implicaría perder márgenes de discrecionalidad. Por ello, la urgencia de planear un marco regulatorio adecuado es resultado de un escándalo público, donde los actores se ven obligados a tomar cartas en el asunto. Cuando sucede, se espera que cedan lo mínimo necesario, perfeccionándose las leyes a partir de “periodicazos” subsecuentes.

La regulación consiste en control, dirección o ajuste de una actividad cuasi privada, realizada con el propósito de proveer algún beneficio público. Tiene dos vertientes: regular la actividad de una profesión, y proveer estándares éticos para legisladores, sin tener que remover sus prerrogativas. La experiencia comparada muestra cuatro prácticas fundamentales, y una optativa.

En primer lugar, debe haber reglas de financiamiento de campañas, que permitan identificar los flujos de dinero provenientes del financiamiento privado, cuando se permite.

La segunda práctica es la creación de una ley de cabildeo, que permita transparentar las actividades desde los grupos de interés. Hablamos de la existencia de un registro de cabilderos, donde se conozca los intereses que representan. En Estados Unidos, este registro debe contemplar las horas que quienes ejercen esta profesión dedican a la actividad, sus ingresos, clientes y contactos al interior del órgano legislativo.

Tercera práctica: si la actividad puede llevar a actos de corrupción como tráfico de influencias o chantaje, es necesario tipificar de manera clara estos delitos. Se debe incluir también políticas de “puerta giratoria”: definir periodos, que van de uno a cinco años, para que una persona que sale del sector público no pueda ser empleada por el sector privado, de tal forma que no se use de manera inadecuada información que se tenga.

Un órgano legislativo sensible a este problema necesita definir estándares éticos para las personas legisladoras y su personal. Entre las medidas recomendadas en torno al cabildeo, está la publicidad de registros de ingresos, patrimonio e intereses. Entre las sanciones contra representantes está el retiro de comisiones, suspensión sin goce de sueldo y, en algunos casos, la expulsión.

Finalmente, quienes ejercen el cabildeo como profesión pueden agruparse y definir sus propios códigos de ética. Aunque no son vinculantes, puede ayudar a identificar buenas prácticas, da prestigio a la organización cúpula frente a quienes no están afiliados y puede llegar a ser el inicio de una colegiación.

Con los elementos anteriores, la próxima semana veremos qué sucede en México.

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