Las tres catástrofes en salud
Diagnóstico Reservado

Médico cirujano con más de 30 años en el medio y estudios en Farmacología Clínica, Mercadotecnia y Dirección de Empresas. Es experto en comunicación y analista en políticas de salud, consultor, conferencista, columnista y fuente de salud de diferentes medios en México y el mundo. Es autor del libro La Tragedia del Desabasto.

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Las tres catástrofes en salud
Foto: EFE/ Mario Guzmán

En dos semanas se cumplen tres años del inicio de esta administración y sin más, podemos decir que en el ramo de la salud ha fallado miserablemente.

La promesa de acceso universal y gratuidad pudo haber tenido muy buenas intenciones, pero su planeación fue igual o menor a cero; sin embargo, alguien pensó que se trataba solamente de modificar la Constitución, colocar la gratuidad en ella y ponerla de la mano de la palabra “bienestar”.

El querer acotar los recursos de la salud al mínimo indispensable, sin incrementos sustanciales y, en el camino buscar ahorros con el fin de utilizar esos recursos en programas de gobierno distintos a la salud, sobrepasa cualquier lógica.

Si realmente, como decían, buscaban cambiar el sistema de salud, hubieran comenzado triplicando el presupuesto. Así nada más. Sin mayor miramiento. Sin condiciones.

Por el contrario, desde el año 2019 se comenzaron a sentir los primeros recortes presupuestales y subejercicio, golpeando la atención médica básica y especializada a los pacientes.

Aunque la destrucción se veía venir desde el primer momento en el que se hicieron cargo de los recursos destinados a la salud, la autodenominada 4T será recordada por tres grandes catástrofes:

1.- La desaparición del Seguro Popular y la puesta en marcha de un inútil INSABI.

El Seguro Popular desapareció por razones completamente ideológicas. Es así de simple. Era una idea inconveniente. Un proyecto surgido de un enfoque “neoliberal” y por ello había que acabar con él. El Seguro Popular era malo y era inconveniente porque sus autores y creadores le son completamente antagónicos al régimen.

A mediados del año 2018, el programa de salud para este gobierno solamente contenía un punto: desaparecer el Seguro Popular. Más allá de los motivos ideológicos, el argumento de qué “no era seguro ni era popular”, refleja solamente la gran ignorancia que se tenía sobre su funcionamiento y su objetivo. Pero lo más interesante, es que el Seguro Popular tenía algo muy valioso para esta administración: su presupuesto. 

Al eliminarlo, lograron tomar los fondos que estaban destinados a la atención de pacientes, sobre todo los que padecen enfermedades catastróficas, y utilizaron este dinero como gasto corriente, incluyéndolo como parte del presupuesto a la salud, pero haciéndolo ver como si se hubiera incrementado. En realidad, solamente pasaron el dinero del bolsillo derecho al bolsillo izquierdo, dejando desprotegidos a decenas de miles de pacientes.

No, la promesa de gratuidad no reemplaza hoy la pérdida del mecanismo de financiamiento para enfermedades graves. La desaparición del Seguro Popular es, básicamente, una expropiación de fondos.

La llegada del INSABI, un esperpento organizacional, sin reglas de operación o funcionamiento y sin objetivos, pero, sobre todo, encabezado y liderado por gente inexperta e ignorante de los fundamentos del sistema de salud, vino a agravarlo todo.

Creado de la misma manera, con una función ideológica, la ambigüedad misma de la palabra “bienestar” lo hace ver como el brazo funcional de un gobierno que busca convertirse en el proveedor de la felicidad del pueblo. El haber, en la práctica, subordinado la atención médica a esta oficina, demuestra claramente el interés político del manejo de la salud de los ciudadanos.

En los dos años de su existencia, el INSABI se ha convertido en un administrador draconiano de los recursos para la salud, condicionando presupuesto, insumos y decidiendo sobre los listados y pedimentos de medicamentos. Se ha convertido en el organismo rector del proceso de vacunación contra la covid-19 y sus Siervos de la Nación, la mayor parte de las veces, en un verdadero estorbo para quienes buscaban vacunarse.

2.- El terrible manejo de la pandemia.

Se ha dicho y escrito mucho sobre el absurdo y pésimo manejo de la pandemia.

Ha sido mencionado por colegas, articulistas, analistas y pacientes. A estas alturas no hay mucho que agregar. Los casi 600,000 muertos directos o indirectos reflejados en el exceso de mortalidad medida por el INEGI, hablan por sí solos.

Pasado el 2020 y por acabar el 2021, la colección de despropósitos aún es enorme: Un semáforo verde nacional instituido casi por decreto y la chabacana celebración del fin de una vacunación cuando aún falta la mitad de la población del país por inmunizarse. El pretender que el problema ha terminado, que ya no se hable de pandemia y guardar el asunto debajo del tapete, combinado con una falta de preparación total hacia la cuarta o quinta ola que ya se deja sentir en Europa y en el camino, la criminal negativa de vacunar a los menores de edad solamente para justificar una carencia de planeación presupuestal y de visión a largo plazo

3.- El desabasto de medicamentos

Finalmente quieren dormir tranquilos (Dr. Alcocer dixit), pero evidentemente nunca reconocerán que el desabasto de medicamentos fue provocado y autoinflingido.

El “combate a la corrupción” fue el pretexto perfecto para desmantelar un sistema de adquisiciones y abasto que había sido depurado con el tiempo y, de alguna manera, surtía las necesidades de salud en el proceso de compras más ambicioso de Latinoamérica y probablemente del mundo entero, si hablamos de una compra única de insumos médicos por algún gobierno (spoiler: Hasta el momento no ha habido una sola acusación formal o un solo detenido por corrupción ligada al proceso de adquisiciones en salud).

Buscando un fantasmal 30% de ahorros, se vetaron -literalmente- de un plumazo, a los distribuidores especializados sin encontrar una alternativa. 

Se habla de “mafias”, “monopolios” ya arreglos, pero la realidad es que simplemente México se quedó sin un sistema para surtir las necesidades de su singular sistema de salud gubernamental.

A dos años y medio de iniciada la debacle, finalmente hay un reconocimiento oficial del problema, que ha dejado en ridículo, por cierto, a legisladores, legisladoras y paleros, poniendo además en evidencia a quienes llamaron “golpistas” a los niños con cáncer y tildaron de “telenovela” su protesta.

No hay fecha para solucionar el desabasto, lo dijo el Secretario de Salud. No es una sorpresa. Estamos en el punto cero, justo en la misma crisis en las que nos encontrábamos al final de la fallida licitación de mediados del 2019.

Si pudiera existir algo rescatable en la pésima gestión del sistema de salud de los últimos 36 meses, pudiera ser la intención de recuperar la infraestructura que se encontraba abandonada o a la mitad de su desarrollo o construcción. Sí, se necesitan clínicas, hospitales etc., sin embargo, rescatar cascarones vacíos, pero al hacerlo desviar recursos destinados a la atención médica, no es el camino. De nada sirve tener clínicas y hospitales si no cuentan con el personal adecuado y éste no tiene medicamentos ni equipo para trabajar. Vaya, si no tienen presupuesto.

Se debe reconocer también, el esfuerzo del Consejo de Salubridad General, que ha mantenido un Compendio Nacional de Insumos para la Salud y al cual le ha incluido medicamentos de última generación. Espero que se prescriban y se usen, pero sobre todo que se compren.

Reconstruir el sistema de salud tomará tiempo. Se requerirán recursos, esfuerzo, mucha visión, pero, sobre todo, enfoque en los pacientes. La salud deberá alejarse de la política. El presupuesto deberá enfocarse en reparar los daños que se han causado en este tiempo y las secuelas combinadas de una pandemia con el abandono del sistema.

Aún faltan tres años más.

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