¿Qué es el trauma?
Regresando al amor

Psicoterapeuta familiar sistémica, escritora, meditadora y activista por la equidad de genero. Su práctica está encaminada al reconocimiento de la herida emocional infantil para el desarrollo integral del adulto consciente. Instagram @rominalcantar

¿Qué es el trauma?
Foto: Pixabay

La palabra trauma tiene su origen en el término griego (“traûma”), que significa ruptura, herida. Y es que, como afirma Martin Buber, el trauma es una herida en el orden del ser que deja como secuela la ruptura interior, una ruptura que duele en lo más profundo del corazón.

El médico y psicólogo especialista en tratamiento del trauma Peter Levine define el trauma como la pérdida de la conexión con nosotros mismos, con nuestro cuerpo, con nuestras familias, con otras personas y con el mundo que nos rodea.

Realmente el trauma es la reacción a una situación que resultó desbordante para los recursos que disponía la persona en ese momento. 

Un mismo suceso externo puede generar improntas distintas en las personas que lo viven; así, lo que para una persona fue traumatizante, para otra puede no serlo. No podríamos definir la situación como traumatizante, sin entender cuál es la percepción del que la vivió.  En conclusión, para algunos es traumatizante y doloroso algo que para otro no lo es.  

Una de las preguntas que hago a mis pacientes en su primera sesión de consulta es ¿Consideras que viviste una situación traumática?  No lo hago para saber en sí de la situación, si no para entender cuál es su perspectiva, y si el trauma esta disociado o normalizado.  La respuesta usual de una mujer violentada físicamente es un rotundo no, nunca.

Con esto quiero decir que el no entender el trauma o verlo como tal, no significa que no estemos viviendo el dolor o la sintomatología del trauma.  

El trauma nos limita, quien se encuentra atrapado en el, revive el pasado una y otra vez, esta repetición es la que limita la vida presente y no nos deja avanzar.  

Como señala Peter Bourquin, para comprender el núcleo del trauma, la cuestión más relevante no es qué ocurrió, sino qué le pasó a la persona inmediatamente después del suceso: ¿Hubo alguien que la protegiera, consolara, cuidara, tranquilizara, escuchara? ¿O bien tuvo solo soledad, silencio o invalidación? 

Lo que más afecta en los traumas es la ausencia de una respuesta empática y adecuada que tiene como consecuencia que la experiencia traumática empeore, y no pueda ser integrada. Al mismo tiempo, la persona pierde en parte la capacidad de confiar en otros y de involucrarse en el mundo. 

Ante alguna experiencia desbordante el cuerpo actúa activando una respuesta de supervivencia:

-La lucha

-La huida

-Congelamiento, parálisis, disociación

Hoy quiero centrarme en la disociación o congelamiento. Cuando disociamos la activación física y los sentimientos desbordantes se hacen imperceptibles. Cuando no es posible ni la lucha ni la huida, o bien la persona carece de los recursos para liberar el estrés acumulado, no le queda otro remedio que relegar las sensaciones insoportables al inconsciente, tanto al inconsciente físico como al emocional. 

Mientras no se haya disuelto el trauma, las hormonas del estrés que produce el cuerpo para la autodefensa permanecen activas y las reacciones emocionales de la situación traumática original se repiten una y otra vez. 

Cuando ha habido un trauma, el vínculo de amor para con uno mismo se ve interrumpido: hay una gran distancia e incluso rechazo entre el adulto y aquella parte herida de sí mismo. No queremos experimentarlo así que lo excluimos y negamos, y lo que sucede es que cobra mas poder, repitiendo en nuestra vida sucesos que activan ese dolor.

La sanación consiste en reconstruir este camino de confianza entre el adulto consciente y el niño, bebé o adulto que fue herido. El pasado no se puede cambiar: el daño está hecho, pero si podemos cambiar la percepción y la carga emocional que le damos a ese pasado. Y así acoger desde el estado adulto amorosamente lo que fue. Es posible reaprender el amor incondicional, abrazándonos con toda la carga de dolor, miedo, vergüenza, tristeza, rabia y desesperación. 

No dudes en pedir apoyo a un profesional para resolver estas experiencias traumáticas, somos seres en colaboración constante y podemos transitarlo y soltar ese dolor que no te deja vivir en libertad y plenitud.

El adulto es quién puede afrontar el trauma vivido. Cuando reconocemos nuestro dolor y lo acogemos, el trauma se libera y descubrimos que en su núcleo siempre estuvo el amor y la vitalidad: el trauma no pudo ni puede destruir eso que somos en esencia, puro amor.

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