Retórica y parlamento
Tácticas Parlamentarias

Analista y consultor político. Licenciado en Ciencia Política por el ITAM y maestro en Estudios Legislativos por la Universidad de Hull en Reino Unido. Es coordinador del Diplomado en Planeación y Operación Legislativa en el ITAM. Twitter: @FernandoDworak

Retórica y parlamento
Gerardo Fernández Noroña. Foto: Twitter @fernandeznorona

Se dice que el 13 de noviembre de 1755, el filósofo y político anglo-irlandés William Gerard Hamilton (1729-1796) presentó su primer, y según la leyenda, único discurso ante el Parlamento Inglés, al asumir el puesto de diputado por Petersfield, Hampshire. Despertó tanta admiración que se volvió célebre por ese momento.

¿De qué trataba el discurso? Les voy a decir la verdad: tengo una copia, pero entre el inglés de esa época y la necesidad de conocer el contexto, se pierden muchas cosas. Imagino que alguien en algún momento podría explicar la relevancia de esta pieza oratoria a través de un guion para una película de época – para evitar hacer un pesado volumen–, como la que hace pocos años protagonizó Gary Oldman sobre Churchill. Y creo sería una obra muy entretenida, porque Hamilton tuvo una larga carrera política y parlamentaria, tanto en Inglaterra como en Irlanda.

Pero en lo que sabemos de qué trató el discurso, también dejó un libro llamado Lógica Parlamentaria, consistente en más de 500 consejos, reflexiones y aforismos sobre lógica, retórica y preparación de discursos. Lo que se deja ver es que ningún orador exitoso es improvisado: siempre hay un método y un orden para transmitir un mensaje.

Al respecto es un error suponer que eso solamente aplica para tribunos sofisticados: también los que parecieran burdos o hasta soeces lo tienen. Va un caso que para algunas personas sonaría extremo: Gerardo Fernández Noroña es uno de los diputados más exitosos en las últimas legislaturas, toda vez que desempeña un personaje creíble y con mensajes eficaces para su público. Es decir, uno de los peores errores que se puede cometer en política es que los oponentes son tontos o fanáticos: eso los hace impredecibles, haciendo imposible desarrollar una estrategia para superarlos.

Veámoslo por el otro ángulo: cada vez la gente cree menos en la retórica acartonada o en una grandilocuencia añeja. Es más, una de las razones por las que el sistema de partidos colapsó en 2018 fue justo porque esa vieja clase política dejó de ser vista como “auténtica” ante una retórica populista que, aunque simplista, es percibida como más apegada a la ciudadanía. ¿Lo dudan? Vean una sesión en el Canal del Congreso y esperen a que suban a tribuna políticos que tuvieron sus mejores momentos en los tres sexenios pasados: verán cuán desfasados lucen, y esa es una de las razones por las que la oposición nomás no remonta. Quizá el daño es tan grande que solamente podría solucionarse con rotación generacional.

Todavía más, si el Congreso es un órgano político y una argumentación exitosa, requiere conocer a los oponentes, sus tácticas, su lenguaje y reconocer que gran parte del debate en estos foros necesita más labia y agilidad mental que tener solamente la razón, da tristeza ver cómo quienes defienden la reforma energética del sexenio pasado caen ante las falacias, calificativos y ocurrencias de quienes promueven la agenda del gobierno simple y llanamente porque los reducen a merolicos que reproducen consignas ideológicas.

¿Estoy diciendo que la oposición debería rebajarse al nivel de los más burdos tribunos o servidores públicos? Desde luego que no. Es más, ni siquiera serían creíbles si lo intentaran. Simplemente no avanzarán si no se dan cuenta cuánto cambió desde 2018, comienzan a entender la retórica del populismo y por qué domina hoy, y entender que ningún gran orador es improvisado: menos aún quienes parecen ser más simples y menos refinados.

Pero eso implicaría, primero, entender por qué perdieron en 2018, hacer autocrítica y asumir responsabilidades.

Síguenos en

Google News
Flipboard