Perdonar no significa renunciar a tu poder, significa recuperarlo
Entre la libertad y la locura

Comenzó hace siete años con un blog llamado My Vintage Armoire. Ha colaborado en Elle México, Quién, Instyle, Life&Style, Reforma y Finding Ferdinand. Licenciada en mercadotecnia y comunicación por el Tec de Monterrey, escribe sobre la felicidad y la tristeza, el amor y el desamor, la duda, los reproches, el amor propio, el existencialismo, la introspección y el crecimiento personal. Lanzó el podcast Libre&Loca, uno de los 50 más escuchados en México y Latinoamérica. Twitter: @rowoodworth

Perdonar no significa renunciar a tu poder, significa recuperarlo
Foto: Alexas fotos/Pixabay

Dado que me dedico a hablar de crecer emocional y mentalmente, mucha gente me pide que hable del perdón y siempre me encuentro dándole la vuelta al tema como uno le da la vuelta al proyecto de la materia en la que no es bueno: lo aplazas hasta que ya no puedes más porque te reta.

Personalmente me incomoda hablar del perdón porque mi postura ante ello no es la que me gustaría tener.

Se dice por ahí que la habilidad de perdonar con facilidad es cuestión de madurez, que si dejas el ego de lado entenderás que lo que las personas hacen es un reflejo de ellas mismas y no tiene nada que ver contigo, que lo que te hace daño es porque lo permites y que perdonar es más un acto de liberación para ti que para ellos.

Me encantaría ser tan zen que pudiera decirles que perdonar se trata de agradecer las experiencias que la vida nos pone en el camino, soltar y seguir caminando. Pero no soy esa persona. Considero que hay situaciones que, por mucho que a la larga te hagan crecer, pueden ser experiencias terribles, que si habemos quienes tenemos la consideración suficiente para procurar no hacer daño a otros, los demás deberían de tener ese mínimo atisbo de decencia y también creo que la narrativa de que hay que restarle importancia a las cosas para procesarlas contribuye a una sociedad de personas emocionalmente inmaduras y frustradas.

La realidad es que el perdón es un lugar al que se le complica llegar a todo aquel que anhela justicia. Enferma pensar que tenemos que librar a alguien de toda culpa cuando tiene las manos manchadas de nuestra sangre, cuando nos ha quitado el sueño, cuando nos ha reventado la ilusión y pisoteado la confianza.

Después de eso, lo único que nos queda es nuestro dolor, nuestro enojo, nuestra indignación y el deseo de que el perpetrador se haga responsable, se horrorice y sufra por lo que ha hecho. Queremos que esa persona soporte el peso de lo que nos hizo, en lugar de cargarlo nosotros.

Entonces, ¿por qué hacérselo más fácil? ¿Por qué eximirles de toda culpa, si señalarles como culpables es la única ventaja que nos queda?

En el fondo sabemos que dejar de cargar ese rencor es lo más sano, pero dejar ir es difícil, quizás porque eso que hoy es dolor es el único rastro que queda de lo que alguna vez fue. Una relación, una amistad, un proyecto, algo que tu querías, algo que valorabas y que hoy no existe, que fue destruido, que te fue arrebatado y eso te enoja. Por eso no sueltas, porque no terminas de hacerte a la idea de que lo que alguna vez fue ya no será, de que el pasado ya pasó y el daño está hecho.

Crees que el enojo tiene un propósito. Crees que tu enojo va a incitar un cambio, va a darte justicia. Por eso también de pronto coqueteas con la venganza. Fantaseas con recalcarle al mundo –y sobre todo al que en tu cabeza es culpable– que lo hizo mal y que no, no le perdonas.

Pero la venganza y el enojo son una droga a la que nos aferramos para sobrellevar el dolor. Nos hace pensar que si dejamos la herida abierta jamás se volverá una cicatriz y que, al verla, un día quien te lastimó quizá regrese para tratar de enmendar su error, coserla a la perfección y que todo vuelva a ser como antes.

No te pierdas:La rabia y el perdón

Pero la verdad es que el resentimiento, el enojo y el odio no son más que el amor que ya no cabe en el olvido. Porque si sanas, si sueltas, si perdonas, ya no va a quedar rastro de ello.

Y te da miedo no saber quién eres sin tu tristeza, en la que ya te acostumbraste a vivir, con un culpable al que seguramente ya le colgaste más pecados de los que le corresponden. Y porque te da miedo quién vas a ser una vez que lo sueltes, porque seguro has cambiado. Tú quieres ser quien eras antes de la tristeza porque seguramente eras más feliz y sabes que esa persona ya no existe, que va a tener una nueva piel.

Por eso decides hacerle caso a la ira y seguir sangrando, porque así no avanzas, no evolucionas, no te puedes echar para atrás pero tampoco das un paso hacia adelante, hacia lo inexplorado.

Claro que quieres la paz y la calma que ofrece el perdón, pero se te complica tomarlos porque lo que nadie te dice es que el perdón no soluciona nada. No es un borrador y es más a veces la persona a la que debes de perdonar no podría importarle menos si lo haces, porque si le hubiera importado no hubiera hecho nada para herirte desde un principio.

El perdón no te va a devolver el tiempo y la energía que has invertido en este conflicto de mente y corazón, ni te va a dar paz inmediata. Perdonar es un camino largo y cuesta arriba que empieza con renunciar a la esperanza de un pasado diferente. Significa aceptar que hay cosas que murieron. Significa aceptar que no hay soluciones para lo que fue. Significa sentarte con esa realidad a solas, sin alcohol, cigarros, siestas o personas para distraerte. Es entender que por más injusto que haya sido todo, te pasó. Aunque no lo merecías, aunque no lo buscaras, aunque no lo provocaras. Te pasó. Y fue horrible. Pero te toca reconstruirte. Porque imperdonable sería que te dejaras vencer.

Tu ego tiene sed de sangre. Quiere justicia, venganza, ojo por ojo, un ajuste de cuentas. Pero eso a la realidad le importa un bledo.

Perdonar no significa hacer las paces con quien te hirió, ni validar lo que hicieron, significa que ya no vas a esperar que esa persona trate de unir lo que rompió. A veces la disculpa llega tarde y a veces la disculpa no llega. Perdonar es decidir curar tus heridas aunque no las hayas causado tú. Es tomar las riendas tu vida y decidir que no vas a ser miserable en nombre de alguien más.

Perdonar no significa renunciar a tu poder. Perdonar significa recuperarlo.

Síguenos en

Google News
Flipboard