Violencia bidireccional en las relaciones erótico-afectivas entre mujeres
Rosa flaminga

Psicoterapeuta feminista, lesbiana tropical, me especializo en los avatares de la vida lésbica para resistir la discriminación y violencia sin que estas me sean ajenas, pues son parte del día a día.

Violencia bidireccional en las relaciones erótico-afectivas entre mujeres
Foto: Pixabay

Ciertamente, gracias a años de lucha, estudio e investigación de las feministas, las acciones de los hombres violentos pueden ser detectadas de maneras más precisas y oportunas. Sin embargo, una de las conversaciones pendientes e incómodas en torno a la violencia sexista es aquella que se replica en las relaciones erótico-afectivas entre mujeres.

Este tipo de práctica suele nombrarse como violencia cruzada, intragénero o bidireccional y se experimenta entre compañeras/es cuando hay cierto desequilibrio de poder.

En un sistema sexista de antemano se considera que las mujeres y la(s) feminidad(es) no pueden convivir o colaborar, de ahí que es importante señalar el papel estructural del sexismo para enfatizar que esta violencia no esta vinculada obligatoriamente a la expresión de género o identificación con “butch” o “femme”, ya que lesbianas y bisexualas también hemos aprendido en, con y a través de dinámicas violentas en las relaciones de pareja y, por lo tanto, podemos desplegarlas en ese ámbito, por ejemplo, cuando hacen su aparición los celos o el control de las acciones y afectos de la pareja.

Mujeres que replican la violencia machista en sus relaciones afectivas, eróticas y/o sexuales con otras mujeres es más común de lo solemos pensar, ya que es la heteronorma que se filtra en nuestras relaciones intra-sexo-genéricas.

Con toda franqueza, ser feminista o bi-lesbo/feminista tampoco nos exenta de ser elegidas como objetos de violencia directos, indirectos o vicarios.

Es por ello que muchas mujeres trabajan profundamente en restaurar su bienestar y cortar de tajo ante la más mínima señal de alerta antes de entrar a un ciclo de violencia o escalada de violencia en una nueva relación erótica, sexual o afectiva.

Dentro de las relaciones de pareja heterosexual se describen diferentes fases en las que se organizan períodos de tranquilidad, incrementos de tensión y violencia explícita, esto es conocido como el ciclo de violencia, que sirve para entender el mecanismo de control que opera entre las fases de “luna de miel” y el episodio violento en una suerte de condicionamiento recompensa/castigo.

Una vez que se establece la relación de control y dominio en un ciclo de violencia, se puede detectar una escalada de violencia, esto quiere decir que el ejercicio de violencia se incrementa en frecuencia, intensidad, gravedad y se desborda fuera de la relación de pareja hacia otras personas cercanas.

Estos dos patrones tomados “prestados” de la violencia sexista en las relaciones heterosexuales puden servir como una pauta para entender la violencia cruzada o bidireccional entre parejas sexuales o afectivas integrada por dos mujeres, sin embargo, hay que tomar en cuenta el carácter bidireccional, dado que ninguna cuenta con el privilegio social que justifica, minimiza o valida la violencia perpetrada por los hombres a sus parejas mujeres.

Entonces en las relaciones lésbicas o bisexuales, la inequidad de poder reside en otras opresiones como diferencias socioeconómicas, educativas, corporalidades, apariencias, origen o si alguna está en vulnerabilidad social por cuestiones como el desplazamiento forzado o situación de migrante, refugiada política, es decir, hay otros aspectos en los que hay una fluctuación de poderes y resistencias.

Con la debida distancia de la violencia de pareja en las parejas heterosexuales, se pueden enunciar los siguientes aspectos fundamentales para detectar escaladas de violencia bidireccional:

Incremento de frecuencia. Las acciones violentas se ejercen en lapsos de tiempo más breves en un mismo día o varios días –cobran especial relevancia en fechas especiales o festivas–. Cuando se dan cuenta, los días con peleas son muchos, mientras que hay escasos momentos de tranquilidad o felicidad.

Incremento de intensidad. Las acciones violentas pasan de sutiles a evidentes, por ejemplo, lo que al principio fueron silencios pasan a reproches, gritos, insultos y luego a empujones, golpes u otro tipo de maneras de hacer daño.

Incremento de la gravedad del daño. Va de la mano con la anterior, esos actos sutiles pueden ser incómodos pero al intensificarse tienen efectos de mayor gravedad que merman física, psicológica, económica o socialmente. Cuando te das cuenta están tan lastimadas o exhaustas que no tienen fuerzas para nada más que tratar de sobrellevar el último episodio y esperar que no vuelva a ocurrir.

Abarca otros espacios y ambientes. Primero se ejercen acciones violentas en el ámbito privado de la relación, luego va abarcando espacios laborales, recreativos, educativos, etcétera. Con el paso del tiempo pueden recordar que ha habido peleas, discusiones en los diferentes ambientes en los que conviven.

Se desborda hacia otras personas. De manera general, las personas violentan a un objetivo principal, generalmente la pareja sexual, amante, esposa, novia, amiga o conocida, para luego ejercer acciones hacia otras personas más significativas y cercanas.

Algunas personas son dañadas colateralmente, sin embargo, otras son elegidas como objetivos secundarios de los cuales se obtienen beneficios por que gana dominio a través de la amenaza crónica y sostenida a la receptora de violencia principal.

En las relaciones heterosexuales, violentar a otras personas de la red afectiva es una opción ganar-ganar, si la red afectiva se aleja, la persona que violenta obtiene condiciones de aislamiento y secreto necesarias para seguir operando. Si la red afectiva se queda, trata de obtener de esta beneficios sociales, económicos, patrimoniales, laborales, entre otros.

En el caso de las lesbianas y bisexualas, cuando la violencia es bidireccional es común que ambas pierdan toda una red de relaciones afectivas que se ha ido tejiendo con el tiempo, en especial esto suele ser muy lesivo pues se arriesga el escaso soporte social necesario para sobrellevar la discriminación antilésbica y/o antibisexualas.

Con la ayuda de los elementos expuestos se puede detectar hasta qué punto ha escalado la violencia bidireccional.

Si tú, tu pareja y/o amigas encuentran alguna de estas señales, tal vez es tiempo de hacer una pausa, recuperar la energía y solicitar ayuda a personas que ya cuenten con la sensibilidad, el conocimiento y la experiencia en la violencia bidireccional en las relaciones erótico-afectivas entre mujeres.

Síguenos en

Google News
Flipboard