Evolución y desaparición
La presencia de su ausencia

Coordina la Red Eslabones por los Derechos Humanos, que atiende asuntos de justicia, principalmente personas desaparecidas. Es consejera ciudadana de búsqueda en la Ciudad de México, Estado de México y a nivel federal. Con estudios de periodismo, derechos humanos, derecho y otros. Facebook: Red Eslabones por los Derechos Humanos Nacional.

Evolución y desaparición
Foto: Especial

La evolución es el proceso mediante el cual los organismos cambian gradualmente y adquieren habilidades para adaptarse a la realidad del medio y sobrevivir. El Estado mexicano ha tenido, al menos, 15 años para transformarse, evolucionar y enfrentar al fenómeno más atroz que padecemos en nuestro país: la desaparición de personas. Porque sin mecanismos óptimos de reacción, resolución ni prevención, se propicia indefectiblemente la repetición, la disociación y la acumulación inmanejable de miles de casos.

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Las fiscalías tienen que cambiar su ADN estructural, sobre todo instalando capacidades suficientes junto con un cambio en su interpretación de “autonomía” para realmente actuar en colaboración dentro del sombrío, fatal y urgente concierto de 100 mil voces de seres humanos desaparecidos en México que claman por volver… pero hoy el sistema de justicia está rebasado y atrofiado.

En este contexto, las mecánicas de desaparición han mutado perfeccionándose y fortaleciéndose por la impunidad generada entre la desarticulación, el desorden y la corrupción; mientras la investigación y búsqueda se debilita por división, confrontación y resistencia a la integralidad de los procesos.

Para buscar y encontrar a las personas desaparecidas, se deben seguir sus rastros e identificar las huellas que fueron dejando en el camino.

Esas pistas derivan centralmente de investigar comunicaciones, mapear rutas, establecer georreferencias y analizar registros tecnológicos (teléfonos, computadoras, redes sociales, cámaras de video, movimientos bancarios); también de la información que puedan dar las personas que están en su entorno y son declaradas; así como de obtener indicios mediante autorizaciones judiciales como cateos, intervención de comunicaciones y otros actos que solamente las fiscalías pueden solicitar a los jueces. Al igual que las inspecciones de los lugares, objetos y personas a través de técnicas periciales científicas especializadas, que solamente las fiscalías tienen (algunas, precariamente) instaladas y pueden legalmente realizar.

Por lo general, las áreas de desaparecidos están tan limitadas de recursos que cada caso mediático que se atiende con exhaustividad trae en la otra cara de la moneda el abandono de casi todos los demás, revictimizando y generando diferencias abismales entre las víctimas

Las 33 fiscalías deben comprender que la realidad en cuanto a desaparición les obliga sin demora a cumplir lo que dicta la Ley General en Materia de Desaparición y los Protocolos Homologados. Y asumir su rol dentro de los Sistemas y Mecanismos Nacional y Locales de Búsqueda que es ineludible e impostergable.

Tienen la obligación de reconocer y coordinarse con las 33 Comisiones de Búsqueda de manera horizontal, abrir las puertas para que durante las investigaciones y búsquedas reciban la ayuda de donde venga, lo más importante es buscar sin pérdida de tiempo.

De nada sirve que injustamente gobernadores y fiscales generales “corten cabezas” de funcionarios con experiencia y compromiso para pagar la cuota de “escarmiento” ante la opinión pública. Nada cambiará si siguen sin presupuesto suficiente y con esa estructura de exclusividad en los procesos de investigación y búsqueda, ante cada señalamiento mediático seguirán despidiendo gente para acallar la exigencia de justicia y se quedarán sin personal al cual correr, entonces se tendrán que ir también los fiscales generales. Lo que tienen que hacer es cambiar su estructura de operación y aceptar recibir la ayuda de todos.

El domingo 17 de abril (después de ocho días en que desapareció Debanhi y cuatro días antes de que la encontraran), don Guillermo –que busca desde hace 12 años a su hija desaparecida en Nuevo León– se sumó a la búsqueda y encontró primero la cisterna, tomó fotografías donde se ve a uno de los voluntarios meter la cabeza. Dice don Memo que no olía a nada.

Si es que se confirma esa hipótesis de su muerte accidental dentro de la cisterna, Debanhi esperó 13 días sin vida dentro del agua, a unos metros de donde investigaban y buscaban decenas de personas, que nunca la vieron… ni la olieron.

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