¿Cómo distinguir a un especialista?
Gran Angular

Periodista interesado en medios, contenidos, periodismo y cultura. Colaborador, reportero y editor con experiencia en medios impresos, electrónicos y digitales. Maestro en Periodismo sobre Políticas Públicas por el CIDE. Beca Gabo en Periodismo Cultural y Cine 2014 y 2020. También habla mucho de cine. 

¿Cómo distinguir a un especialista?
Foto: Pixabay

En la pasada entrega de esta columna comentaba algunas tendencias referentes al consumo de información (a partir del Reuters Report y el reporte de Tendencias y Cultura de YouTube) y mencionaba el ya omnipresente concepto del creador de contenido. En el actual y complejo ecosistema de consumo de contenido e información, los creadores de contenido se han convertido en un referente ineludible en las conversaciones sobre internet, entretenimiento, etcétera. 

Un error suele ser generalizar al respecto. Un creador de contenido es un concepto lo suficientemente ambiguo y amplio que permite incluir a casi cualquier persona que publique videos, audios, textos o información en algún formato sobre algún o varios temas. 

Sí, cualquiera puede ser un creador de contenido, y no seré yo quien negará o minimizará el impacto positivo de la aparición de plataformas y redes sociales que permiten a la gente expresarse y, en muchos sentidos, retar los modelos y dinámicas de creación y distribución de información (noticiosa o de entretenimiento), por muchos años de difícil o nulo acceso y con agendas/intereses particulares, pero con las condiciones actuales sobre la calidad de la información que circula y consumimos (la proliferación de fake news o un modelo en medios a favor del clickbait) resulta relevante saber distinguir entre los creadores de contenido y un especialista. 

Algunas observaciones e investigaciones desde la sociología nos permiten hacer la distinción en ese gran universo de creadores entre auténticos especialistas y simples opinadores. Insisto, la existencia del segundo es tan innegable como natural en los tiempos de las redes sociales y la era del fan. Es obvio y natural que las comunidades de fans tengan estos referentes. Pero con un poco de atención incluso en estas podemos notar la diferencia entre comentadores y especialistas. Y para quienes entienden la importancia de diferenciar entre uno y otro, aquí algunos claros indicios a notar.

De acuerdo con Angela Duckworth, investigadora y profesora del departamento de psicología de la Universidad de Pennsylvania, y host del podcast No Stupid Questions, los especialistas pasan por dos etapas en el desarrollo de sus conocimientos y aprendizajes y en las formas en que comparten este, explicadas en su libro Grit.

En una primera etapa, el aspirante a especialista (aquel que declara una pasión intensa por cierto tema) buscará consumir tanta nueva información como le sea posible. Da igual si estamos pensando en cine, música, cocina, programación, libros, deportes. Esta etapa responde a una necesidad de expandir referencias, una etapa de priorizar el descubrimiento, de ver cosas nuevas, distintas. De romper el molde de lo general o lo masivo. Y en la medida de ello hará referencia en su contenido a esas muchas otras nuevas referencias. 

En la segunda etapa, un especialista comienza a profundizar mucho más en un tema, o mejor dicho en un subtema de su interés inicial. Buscará saber mucho más a detalle y a profundidad de aspectos específicos dentro de su campo de interés. Comenzará a matizar observaciones, a ofrecer más detalles puntuales, a reconocer las complejidades en ideas, temas, historias, películas, etcétera. Se alejará en buena medida de superlativos para hablar de todo. Ese es un buen tip para reconocer fans opinadores y fans especialistas, por ejemplo.  

También desde hace años existe la teoría de las necesarias 10 mil horas invertidas en algo para convertirse en un especialista, algo que describe Malcolm Gladwell en su libro Outliers. Una suma de mucha práctica y estudio. 

Si creadores de contenido que siguen, ven o escuchan no se distinguen con alguna de esta características, dudaría seriamente de su carácter de especialista y los mantendría como simples comentaristas temáticos (de nuevo, en este nuevo ecosistema de consumo de contenidos, su presencia es tan válida como natural). Pero deberíamos dejarlos como eso y darles su justa dimensión. 

Parece misión imposible en una etapa donde la cultura del fan (con muchas marcas y empresas priorizando descaradamente la viralidad y la popularidad masiva sin mayor aportación o calidad) y del maniqueísmo ideológico o de preferencias han limitado la conversación amplia o matizada, el argumento mesurado y reflexivo, los puntos medios, sin necesidad de superlativos para la descripción de absolutamente todo, ya sea en sentido positivo o negativo. 

Creo que es un buen momento para que como consumidores tomemos un rol más activo en la selección de nuestras referencias, o al menos que seamos capaces de distinguir entre simples opiniones y los que es el valor agregado, la información útil y el conocimiento. 

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