Otro año de promesas en salud
Diagnóstico Reservado

Médico cirujano con más de 30 años en el medio y estudios en Farmacología Clínica, Mercadotecnia y Dirección de Empresas. Es experto en comunicación y analista en políticas de salud, consultor, conferencista, columnista y fuente de salud de diferentes medios en México y el mundo. Es autor del libro La Tragedia del Desabasto.

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Otro año de promesas en salud
¿En qué momento se descarriló el sistema de salud? Foto: Peter Byrne/PA

En una cafetería del aeropuerto escucho una plática mientras espero a alguien. Una mujer como de cincuenta años habla con, entiendo, su mamá, tratando de convencerla de que acuda a su clínica del IMSS a atenderse. La señora, ya mayor, le responde que “ni loca quiere poner un pie allí”. Las últimas cuatro veces que ha ido, los tiempos de espera han sido de más de cuatro horas y las últimas dos le “hicieron dar vueltas porque no tenían las medicinas completas”. En resumen, la mujer había decidido atenderse en con un médico particular.

Más de un centenar de médicos, muchos sub-especialistas, profesores de posgrado, jefes de servicio y hasta funcionarios de instituciones me han narrado en los pasados 24 meses sobre cómo han tenido que cambiar o modificar sus protocolos de manejo de pacientes, ya que no pueden prometerles que habrá continuidad en sus tratamientos o, simplemente, se han metido en problemas al pelear por contar con los insumos necesarios para hacer su trabajo.

El conductor del Uber escucha un resumen noticioso donde se repite la “recomendación” de Hugo López-Gatell a los jóvenes de evitar vacunarse contra la influenza para no quitarle su dosis a quien sí lo necesita. Indignado, me mira por el retrovisor y me dice: “¿cómo ve? ‘Ora nos salen con que no nos vacunemos…”. Evito editorializar y me concreto a responder un tibio: “ya ves, así son”.

Padres de familia que preguntan si habrá refuerzos de las vacunas contra covid para sus pequeños, dónde pueden vacunar a sus hijas contra el virus del papiloma humano o, simplemente aplicarse la antitetánica; y la ya recurrente duda sobre si la vacuna Abdalá, la única que aplicará México de ahora en adelante, puede protegernos contra las nuevas variantes.

Profesionales de la salud, desde médicos de primer contacto y personal de enfermería o los compañeros de mi generación en la UNAM, hasta grandes investigadores de los Institutos Nacionales de Salud, que viven en el constante estrés de la incertidumbre al no saber que sucederá mañana o qué decisión se tomará con un presupuesto cada vez más restringido.

Una amiga y colaboradora, muy joven, que a más de año y medio de un brutal accidente no logra que la operen para reconectar su intestino expuesto por una colostomía y deambula sin éxito entre la Secretaría de Salud de la Ciudad de México y el Instituto Nacional de Nutrición.

Estos ya no son comentarios de expertos ni conocedores. Son simplemente vivencias de los usuarios; es lo que “el pueblo” sufre todos los días. Gente común, trabajadores, pacientes, familiares y cuidadores de carne y hueso. Ciudadanos que sufren al enfermarse o ver enfermos a sus seres queridos.

¿Cómo llegamos a esto? ¿En qué momento se descarriló el sistema de salud?

Y no, no es que lo que teníamos fuera infalible. El sistema de salud de México es el más complejo del mundo y definitivamente necesitaba mejorar, simplificarse y hacerse universal, pero, sobre todo, fondearse.  Nada de esto ha sucedido en esta administración. Con la desaparición del Seguro Popular, el sistema se ha vuelto complejo y más fragmentado. El INSABI y, posteriormente, IMSS bienestar, han creado brechas y división mayores a las que había, donde hoy los pacientes de las Fuerzas Armadas y tal vez los del IMSS tienen más y mejor acceso a servicios y medicamentos que los del -aún- INSABI, o el ISSSTE. El presupuesto a la salud no se ha incrementado en términos reales y México continúa teniendo una de las menores inversiones gubernamentales en salud per cápita de entre los países de la OCDE.

Una vez más, ya no hablamos de sesudas conclusiones de analistas especializados. Son los comentarios de la gente común que día a día tiene que buscar la mejor manera de acceder a un servicio médico. Mexicanos que deben desembolsar su dinero si quieren obtener atención o medicamentos haciendo que nuestro país sea uno de en los que más dinero de bolsillo se paga por la salud.

Una pésima planeación que comenzó con una visión perversa que buscaba adueñarse de los recursos para utilizarlos en beneficio de los llamados “programas sociales”. El objetivo nunca ha sido atender las necesidades de los pacientes. El objetivo siempre fue tener el control centralizado de las decisiones y, sobre todo del presupuesto.

En septiembre pasado publiqué que nuestro sistema de salud está herido y que esperaba que en 2024 no descubriéramos que estaba herido de muerte. 

2022 no fue un año fácil para la salud en México. Ninguno de los pasados cuatro lo han sido. En menos de 6 días comenzará el 2023 y pese a las reiteradas promesas, la tan famosa “Dinamarca” no llegará. 

Con miras al 2024 será necesario reconocer la dimensión de la crisis en salud de México, pero lo más importante, recordar y tener presente a los responsables de la actual debacle.

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