Una industria que se niega a mirar
Poder prieto

Actor de cine, teatro y TV, creador escénico y plástico. Es egresado de CasAzul Argos y docente en algunas de las instituciones de profesionalización artística del país. Un prieto orgulloso, desobediente y disidente que encontró en el arte del actor una posibilidad compasiva de entender al otro y, por tanto, al mundo. Es beneficiario del programa Creadores Escénicos del Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales (FONCA).

@albertojuarezmx

Una industria que se niega a mirar
Alejandro Speitzer, centro de polémica. Imagen: Especial

¿Y qué dijo la industria audiovisual en México? ¿Quieren más representación de pieles morenas? ¡Pues los pintamos! ¡Plan ganador!

Desde que se puso en los medios la discusión de la lucha antirracista, se ha dado un fenómeno curioso en la publicidad, en la que intérpretes caucásicos que todos reconocemos, se ven intencionalmente más morenos. Desconozco si es un error en la edición digital de las fotografías, una muy desafortunada voluntad de aparentar una supuesta diversificación de elencos o francamente un brownface

Desde Gael García como Cassandro, Alejandro Speitzer evidentemente pintado de café para La Cabeza de Joaquín Murrieta, hasta la publicidad de las plataformas digitales, nos han regresado la discusión a la mesa. ¿Hasta dónde termina la caracterización de un actor y comienza una práctica racista? ¿Quién puede o no interpretar personajes racializados o de determinadas comunidades oprimidas?

Ya hemos hablado en este espacio y en diversas ocasiones al respecto, pero lo desconcertante es que les resulte tan complicado de entender tanto a quienes toman decisiones en estos espacios de poder, como a la misma opinión pública. Cuando hablamos de diversificar los elencos y la importancia de la representación, es algo definitivamente más complejo que resolver con maquillaje o bronceado photoshop a los mismos perfiles caucásicos de siempre, el coqueteo que acciones como esas tienen con prácticas con una carga histórica tan violenta como el black o brownface es por decir lo menos, problemático. La representación y diversidad en las narrativas tiene que ver con incluir fenotipos, pieles, culturas y cuerpos negados sistémicamente.

Y para mis colegas que están una vez más sacando a relucir su “derecho del actor para representar y acercarse a la otredad absoluta, mientras más distante de la mía, mejor”. Sí, claramente sabemos que de eso se trata actuar, no somos ignorantes de nuestra propia profesión. Pero reitero y repetiré las veces que sea necesario: las dinámicas de poder se imponen y la libertad creativa de acercarse a las otredades, en este sistema sólo es permitida cuando es de los privilegiados hacia los oprimidos. Tenemos perfectamente normalizado que se caracterice a Gael para interpretar a un homosexual prieto y de barrio, pero nos parece impensable y forzado ver a Yalitza Aparicio en un personaje que no sea una mujer oprimida. El mismo ejemplo de siempre: ¿Cuándo nos han ofrecido a mí o a mis colegas racializados la opción de caracterizarnos de caucásicos? ¿Verdad que la balanza no opera igual para ambos lados?

Este, señores, no es un reclamo creativo ni artístico, este es un reclamo para saldar una deuda histórica. Los seres humanos, desde la antigüedad, nos contamos historias para crear imaginarios colectivos, para construir un sentido de pertenencia en un grupo, de ahí la denuncia hacia una narrativa que nos ha invisibilizado a la mayoría. El que los medios nos han construido, es un imaginario cargado de estigmas que reproducen sistemas de opresión y violencias que llevadas a sus últimas consecuencias, le cuesta la vida a mucha gente. Reclamar estos espacios de representación digna, no es un ataque ni cuestiona la calidad histriónica o artística de nuestros colegas, es simplemente evidenciar que hay actores y actrices que pertenecen a estos colectivos marginados y, justamente, pertenecer a esas minorías les significa un obstáculo para avanzar en su profesión y en la vida. Como creador escénico, como actor con un amor profundo por el acto compasivo de acercarme a la otredad a través de mi arte, deseo y sueño con un mundo en el que la balanza esté equilibrada para todas y todos, un mundo donde a todos los creadores, sin importar cuerpos, pieles o fenotipos, nos sea permitido el acercamiento a ese acto genuino de empatía y compasión que implica actuar y entonces sí, podremos decir que somos los exploradores de la experiencia humana en toda su complejidad. 

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