El triángulo de la censura
HÍBRIDO

Como crítico de cine y música tiene más de 30 años en medios. Ha colaborado en Cine Premiere, Rolling Stone, Rock 101, Chilango, Time Out, Quién, Dónde Ir, El Heraldo de México, Reforma y Televisa. Titular del programa Lo Más por Imagen Radio. X: @carloscelis_

El triángulo de la censura
Foto: Película 'El triángulo de la tristeza' / Diamond Films.

“Una familia de actores acude con un representante de talentos para que les consiga trabajo y él les pregunta en qué consiste su acto”. Así inicia uno de los chistes más vulgares pero más transgresores que existen desde la época del vodevil y que ha sobrevivido a través de siglos gracias a la comedia de stand up, donde una de las interpretaciones más famosas fue la del comediante recientemente fallecido Gilbert Gottfried (1955-2022), quien revivió este chiste durante un especial de comedia dedicado al magnate de la pornografía, Hugh Hefner.

En la versión de Gottfried, “el padre se caga en el suelo, la madre se caga en el suelo, el perro se orina y se caga en el suelo, y después toda la familia se lanza al excremento”, y esta no es ni siquiera la parte más ofensiva. ¿Pero cómo se llama el chiste? Los aristócratas. Se trata de una rutina cómica concebida originalmente por comediantes de la época para burlarse de las clases privilegiadas que consideraban a la comedia popular como algo demasiado corriente y preferían la ópera. La broma, así como la rutina de Gottfried, quedaron inmortalizadas en un documental de 2005 del mismo nombre.

Hay demasiadas coincidencias entre Los aristócratasEl triángulo de la tristeza, la nueva película del director sueco Ruben Östlund (que se exhibe en pocas salas independientes en nuestro país), pero quizá la menos evidente sea la capacidad que ambas historias tienen para ahuyentar a los verdaderos mojigatos. Esta película ha venido a recordarnos que hay mucho conservador de clóset y que van por la vida posando como “progres”, pero que ante la mínima amenaza a su comodidad revelan su clasismo, esnobismo y prejuicios.

Östlund ya tuvo oportunidad de mostrar metáforas más trabajadas en películas suecas como Force Majeure The Square, pero para El triángulo de la tristeza, que está hablada en inglés y que pretendía llegar a un mercado masivo, optó por ser más literal y más vulgar: vulgar como Hollywood, vulgar como el capitalismo, vulgar como heces en un inodoro. Se trata de una sátira que utiliza la comedia física y la comedia de situaciones para tomar todo lo que Hollywood nos ha enseñado sobre este género y aventárselo de regreso como un pastelazo en la cara. Aunque aquí el pastel es algo bastante más asqueroso. 

Resulta desconcertante que una película que ganó la Palma de Oro en Cannes y que está nominada al Oscar como Mejor película, Mejor director y Mejor guion original, súbitamente haya encontrado tanta resistencia durante su estreno en varios países y, para variar, de críticos de cine que pretenden que el público les crea, cuando la película ha ganado tantos reconocimientos que prácticamente está blindada contra reclamos anodinos.

Claro, un público conforme con el orden de las cosas no va a disfrutar esta película y tampoco le va a encontrar el chiste. Terminará de verla, si es que puede, y enseguida entrará a sus redes sociales o saldrá a las calles a decirle a quien pueda lo aborrecible que le pareció y a tratar de convencerlos de que no la vean o, al menos, de que compartan la misma opinión negativa y continúen actuando como un bloque que se opone a cualquier cuestionamiento o cambio.

De acuerdo, El triángulo de la tristeza no es una película para todos, que eso quede bien claro. Pero de ahí a aceptar que una avalancha de susceptibilidades heridas nos quiera arrastrar con la idea de que es una mala película, ya es otro tema. Se los digo otra vez, son el tipo de mojigatos de clóset que se burlan secretamente de la “generación de cristal” pero ven una película como la de Östlund y se les desencaja el rostro. Y eso que, como muchos de ellos dicen y tienen razón, no es la mejor película de este director. ¿Pero y qué? Es muy divertida y hasta el momento es la más famosa. Lo raro es que una película que tachan de tonta, y que por lo mismo debería resultarles inofensiva, los ofenda tanto.

Censura es una palabra tan manoseada que parece que ya perdió su significado, pero considero que aplica bien para esta situación. Todas estas voces que pretenden censurar a la película de Östlund es porque, evidentemente, los incomoda en algo más allá de lo obvio. Ya no es por el humor escatológico al estilo de Los aristócratas, ni por la crítica social que hace de las clases privilegiadas, sino tal vez por lo accesible que Östlund volvió un discurso que nos toca a todos en lo más profundo de nuestras incongruencias. ¿Solución? Volvamos a esta película inaccesible para el público.

No me gusta apoyarme en teorías de conspiración, pero tampoco me fío cuando se acumulan demasiadas casualidades. Ahora resulta que una de las películas más importantes y más esperadas de 2022, que tenía toda la intención de convertirse en un evento cinematográfico, no encontró espacio (hasta el momento) en salas de Cinépolis y Cinemex y tuvo que conformarse con estrenar en pocas salas independientes del país.

En redes sociales se cuestionó al productor mexicano Julio Chavezmontes –cuya empresa coprodujo esta película–, pero culpó a la pandemia y solo dijo que la distribuidora dará más noticias pronto. Una explicación poco convincente, pues otras películas mucho menos relevantes y a cargo de la misma distribuidora siguen llegando a salas comerciales.

Mientras, El triángulo de la tristeza ha quedado sepultada bajo una montaña de remedos, desde The Menu hasta The White Lotus, que son más complacientes. La película de Östlund inició su recorrido como una historia original con un discurso bastante incendiario, donde “un capitalista ruso y un comunista estadounidense” aterrorizan a los pasajeros de un crucero de lujo, pero ahora es la última en estrenar cuando el público ya está cansado de un tema que Hollywood terminó por convertir en fórmula.

Aún así, imaginemos que un evento inesperado pone a nuestro mundo de cabeza, llamémosle un naufragio, una pandemia o un régimen populista. Ahora, los roles se han invertido y los oprimidos tienen acceso al poder. Algo así plantea El triángulo de la tristeza, con un final absolutamente devastador. Sin revelar nada, diré que nos deja con una fuerte interrogante: ¿qué harían ustedes si después de darle una probada al privilegio se enfrentaran a la posibilidad de renunciar al poder y devolverlo al mismo sistema opresor?

No suena tan lejano, ni tan rebuscado, ni tan difícil de entender ¿verdad? El triángulo de la tristeza nos recuerda que, aunque todos vamos en el mismo barco, no somos iguales. ¿Mi consejo? No deje que la censura de otros influya en su opinión. Veala y hágase de la propia.

BREVES

El colapso, una serie de ficción que trata sobre diversos problemas que enfrenta México en lo político, económico y medioambiental, ya está disponible en la plataforma de ViX.

La película mexicana Huesera, una ingeniosa propuesta de terror de la directora Michelle Garza Cervera, se puede ver en salas de cine a partir del 23 de febrero.

Más películas nominadas al Oscar llegan a los cines. Primero, la muy comentada Tár con Cate Blanchett, nominada a seis categorías, incluida la de Mejor actriz. Y también estrena Living, nominada a dos premios, incluido el de Mejor actor. 

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