Fuera máscaras
De Realidades y Percepciones

Columnista. Empresario. Chilango. Amante de las letras. Colaborador en Punto y Contrapunto. Futbolista, trovador, arquitecto o actor de Broadway en mi siguiente vida.

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Fuera máscaras
CIUDAD DE MÉXICO, 24OCTUBRE2020.- Pese alertas de regreso a semáforo rojo debido a la emergencia sanitaria por COVID-19, simpatizantes del presidente Andrés Manuel López Obrador, convocaron mediante redes sociales a una manifestación denominada "La marcha del Millón", la cual salió del Ángel de la Independencia y terminó calles antes del Zócalo capitalino. FOTO: ROGELIO MORALES /CUARTOSCURO.COM

Quítense las máscaras. Quítense el disfraz revolucionario que tan solo sirve como mandil frente al poder entregado a las Fuerzas Armadas. Empaquen la boina, la pipa, los panfletos de sus postales favoritas y desempolven sus verdaderas aspiraciones autoritarias. 

Dejen atrás los esqueletos de los ideales que presumieron defender. No escarben en los escombros de la esperanza que han destruido. Dejen de simular que dan pena.

Dejen las máscaras. Guárdenlas junto a las reliquias de los principios que dijeron defender. Olviden la careta humanista que se desintegra en cada uno de los embates a quienes no coinciden con sus ideas. Paren de sonreír a medias y liberen su verdadera carcajada de resentimiento. 

Dejen de pretender. Porque todos sabemos que utilizan la polarización como estrategia de gobierno. Porque estigmatizan para descalificar y evitar los cuestionamientos de fondo. No es por error ni porque su pecho no es bodega. No es improvisación. Cada mensaje lleva la intención de almacenar rencor entre la gente como activo de movilización popular y con el firme objetivo de obtener votos a costa de todo.

No es verdad que les importe el bien de todos. No gobiernan para todo el país. Su necesidad de obtener venganza los supera. Prefieren perder mientras el otro pierda más. 

Fuera máscaras. Confiesen su incompetencia para gobernar a México, para detener la ola de violencia que aseguraron controlar, para darnos el servicio de salud pública que necesitamos o para cultivar la educación sólida en las futuras generaciones. 

Declárense culpables de sus propios límites, pesadillas infantiles y fantasmas. Impostores, mercenarios de la mentira. Porque en un país con los rezagos, carencias, desigualdades y retos como el nuestro, haber hecho promesas sabiendo que no las iban a cumplir es un delito ético y moral. 

Porque hoy son corresponsables de las gotas de sangre que bajan por los rostros desencajados de la gente. Nada les puede ocultar las muertes tatuadas en su sexenio, las desapariciones, las extorsiones, los feminicidios ni los levantamientos.

Y no es verdad que son el gobierno más feminista de la historia, ahí están sus murallas de hierro como diques y resistencias a desaparecer las conductas machistas que siguen protegiendo.

Dejen de mentir. Haber llegado de forma democrática no los hace demócratas, pero sus intenciones de minar la autonomía y operatividad de nuestra institución electoral si los desnuda de cinismo entero.

Porque no existe maquillaje que esconda la falta de capacidad y la tragedia que vivimos. No hay juego de palabras que esconda la militarización de la vida pública que crece todos los días. No hay trinchera que los proteja del juicio del tiempo.

Así que dejen de culpar al pasado que prometieron resolver y si tienen un gramo de decencia busquen el consenso para resolver los problemas que enfrentamos y entierren el resentimiento para buscar la conciliación nacional, pero dejen de engañarse a sí mismos: El país les ha quedado muy grande y sus principios muy pequeños. Fuera máscaras.

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