El Vive Latino no basta
Contextos

Reportero egresado de la UNAM, formó parte de los equipos de Forbes México y La-Lista. Con experiencia en cobertura de derechos humanos, cultura y perspectiva de género. Actualmente está al frente de la Revista Danzoneros. X: @arturoordaz_

El Vive Latino no basta
Salón Los Ángeles. Foto: Arturo Ordaz

Hace una semana, el 18 y 19 de marzo, se llevó a cabo la edición 23 del Vive Latino, un festival que nació en 1998 ante el auge de la industria musical del rock en español. Aunque el propósito del evento era darle foco a proyectos nuevos e independientes de Iberoamérica, también se han presentado bandas anglosajonas y de otras nacionalidades. Mientras este año el festival batalló con críticas por sus altos precios, las devoluciones, las bandas invitadas, entre otras cosas.

El 17 de marzo se llevó a cabo la tercera edición de “La última selva”, un evento que se encargó de llevar un pedacito de la música folclórica latinoamericana a un salón de baile de la colonia Guerrero. 

“La última selva” es una fiesta multicultural organizada por el músico chileno Aldo Asenjo “macha” que busca darle oportunidad a las expresiones culturales y artísticas de diversas partes de Latinoamérica. Este evento celebra la creatividad y el arte comunitario a partir de una mezcla ecléctica de danzón, electro, performance, cumbia y otros ritmos. 

En esta edición, realizada en el salón Los Ángeles, la temática fueron los “espíritus locochones”, una ofrenda a esos símbolos que se quedaron marcados en la memoria colectiva y forman parte de nuestro ADN como latinoamericanos. En ese sentido, tocó Felipe Urbán y su danzonera para representar esa alma ancestral que carga ese sitio de baile, así como la fusión de la contradanza francesa con rituales africanos que se convirtió en un nuevo género musical a finales siglo XIX: el danzón. En esa época, las Antillas hicieron propia la música de la aristocracia francesa para después llevarla a los bailadores de barrio de la capital de este país hace casi 100 años. 

Chile fue el país con el que se hizo mancuerna esa noche, por ello Los Kabezas Rojas se encargaron de llegar el folclor reinventado de esta nación, mientras que los Videntes de Santiaguito interpretaron el folclor electrónico de México. La actriz y cantante, Julieta Laso, fue la designada de interpretar tangos clásicos de su natal Argentina, y para cerrar, La Mixanteña de Santa Cecilia puso a todos a zapatear con “chilenas”, tal como lo hacen en la costa-montaña de Guerrero y Oaxaca.

“Nunca creí ver esto aquí, me sentí como en mi pueblo”, me comentó una amiga mientras bailaba al ritmo de esta última banda. 

La entrada fue gratuita a esta fiesta, la cual celebra la hermandad latinoamericana. A ritmo de cumbias muy viejas en los intermedios, este evento nos recordó la mezcla que llevamos todos en la sangre, que somos parte de un todo y dueños de nada. ¿Cómo terminó la música folclórica chilena en la sierra guerrerense? ¿A quién le pertenece el ritmo que crearon los cubanos hace más de 140 años en Matanzas y se baila cada semana en ese salón de baile? Somos parte de un todo y dueños de nada, repito. 

Hacen falta más encuentros multiculturales como este que nos hagan reflexionar y compartir información, así como darle impulso a nuevas propuestas independientes. No basta con llenar el Foro Sol cada año según las apuestas vanguardistas de la industria musical, hay que sumar esfuerzos para promover actividades entre gobierno, industria y sociedad que no sólo sean rentables económicamente, también tengan una calidad cultural que se puedan llevar los asistentes una vez terminado el evento.

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