Otra cultura mexicana
HÍBRIDO

Como crítico de cine y música tiene más de 30 años en medios. Ha colaborado en Cine Premiere, Rolling Stone, Rock 101, Chilango, Time Out, Quién, Dónde Ir, El Heraldo de México, Reforma y Televisa. Titular del programa Lo Más por Imagen Radio. X: @carloscelis_

Otra cultura mexicana
El programa 'En familia con Chabelo' duró al aire 48 años. Foto: Especial

Quien me conoce sabe que la nostalgia no es lo mío. La melancolía autoimpuesta y el sentimentalismo son cosas que evito siempre porque me parecen muy cercanas al victimismo. Convencerse de que “tiempos pasados fueron mejores” me parece una negación automática del presente y una cancelación del futuro.

Hablo de la nostalgia tóxica, la de aquellos que mental y emocionalmente prefieren vivir en el pasado. No tengo nada en contra de la historia, de la memoria, de los recuerdos, siempre que estos sean sanos y en justa medida. Yo también puedo emocionarme al escuchar una canción de mi adolescencia, ver una película clásica, volver a probar la comida de mi madre o respirar el aroma de un perfume. Es el reino de los sentidos.

Como cualquier infante que creció durante los años 80, yo también acostumbraba levantarme los domingos para ver el programa En Familia con Xavier López “Chabelo”, pero no recuerdo haberlo visto “en familia”. Seguramente que mis padres y mi hermano estaban por ahí, pero la relación que un niño puede llegar a formar con la televisión -o en su caso las pantallas- se convierte en un trance tan personal que puede excluir al resto del mundo.

Aunque así como me levantaba para ver a Chabelo en el Canal 2, también me levantaba para ver a Bozo el payaso y a Los Muppets por el canal WGN-TV de Chicago, o le ponía a Cerebrón y sus amigos en el Canal 13, o ya con más edad, a los videos musicales de artistas latinos por Univisión, desde Miami, gracias al sistema de cable local.

Lo que intento decir es que no solamente fue Chabelo sino todo esto y más lo que se convirtió en la cultura popular que mi mente absorbió de la televisión. Los adultos nos decían que “los viajes ilustran”, pero como yo no viajé mucho de niño, crecí muy agradecido de la televisión por cable y de los canales que me mostraban la cultura de otros países y me permitían conocer lo que sucedía en el mundo. Esa fue una gran motivación para mí durante mi crecimiento.

Entiendo que la televisión por cable es un privilegio, pero en aquel entonces el verdadero privilegio era tener una antena parabólica. Cualquier oportunidad que tuve la aproveché para ver MTV, HBO y un sinfín de canales en hogares ajenos. Así conocí los rockumentales, los conciertos masivos, las series, los talk-shows, la comedia de stand up, los reality shows, las semanas de la moda y, por supuesto, cientos de películas. Contenidos que en ese entonces no eran tan populares porque apenas empezaban a producirse. A eso aspiré, pero hoy aspiro a más.

En la actualidad, admitir este tipo de formación es lo que vuelve a una persona “aspiracionista”, un término que muchos usan de forma despectiva. Pero como yo nunca tuve una vida de lujos ni tampoco una antena parabólica, esa etiqueta y la de “malinchista” siempre me han quedado guangas. De hecho, para los “cuates de provincia”, lujo también podía ser eso que veíamos en el programa de Chabelo, como en un escaparate de tienda departamental.

No podría decir que en mi casa éramos pobres porque de niño nunca me faltó, pero sí puedo decir que nunca tuve un Robot 2XL, ni un Fabuloso Fred, ni una Avalancha. Tampoco pude viajar a la Ciudad de México sino hasta 1989, y mientras la mayoría de mis compañeros visitaron Disneylandia varias veces, yo solamente fui hasta que cumplí 16.

Decía sobre la relación entre nostalgia y victimismo. No hurgo en el pasado porque no me interesa sonar como una víctima. Claro está que los recuerdos de cada persona son diferentes y quizá muchos guardan memorias bellísimas de una infancia que no les da ninguna pena recordar y que comparten sin remordimiento. Pero también estoy seguro de que habemos otras tantas personas que preferimos dejar la infancia donde pertenece, en el pasado, y mirar hacia adelante.

Es por esto que me pregunto, ¿hay futuro para otra cultura mexicana, una que vaya más allá del populismo y la demagogia? Me inquieta pensar que hay cientos de mexicanos que nos representan en ámbitos como el deporte y la ciencia, o que crean otro tipo de productos culturales igualmente dignos de admiración, pero que viven en la oscuridad y jamás aparecerán en las páginas de la historia oficial. ¿Hay lugar para aquellos que vemos a México con otros ojos o viviremos para siempre en la orfandad?

Me parece preocupante, por ejemplo, que la muerte de Chabelo sea el único tema en el que el presidente Andrés Manuel López Obrador e intelectuales como Enrique Krauze (es decir, el gobierno y la oposición) puedan estar de acuerdo. Demagogia, pura y dura. Discúlpenme si no me conmueve que tengan recuerdos de sus niños -ahora hijos del nepotismo- viendo En Familia los domingos, como ambos lo expresaron en Twitter.

No creo que los mexicanos hayamos logrado la suficiente inteligencia emocional para distinguir entre nuestra historia personal y la historia cultural de un país, y es por eso que celebramos intensamente todo aquello que confunde ambas, como la muerte de una figura pública, porque es de las pocas cosas que aún tienen el poder de unirnos como sociedad.

Si no es Chabelo, es Cepillín; si no es Cepillín, es Juan Gabriel; si no es Juan Gabriel, es La Tigresa; si no es La Tigresa, es Carmen Salinas. ¿Pero cuántas de estas celebridades aún eran referentes para los jóvenes que ya no crecieron bajo la influencia de la televisión y la prensa oficialistas? Con todo, los medios de comunicación en México siguen poblados de periodistas de diversas generaciones que actúan en consecuencia de aquello que consumieron durante sus años de infancia.

¿Cómo no amar la antena parabólica? Lo único comparable con el internet antes de su creación, y aún así hubo quien no le sacó provecho. Como tener Google y no aprender a usarlo. Me parece que la diversidad de contenidos tendría que ser un derecho humano, en la línea del acceso a la cultura y a la información. “Los viajes ilustran”, pero los medios de comunicación también tendríamos que hacerlo, ¿o no se supone que es parte de nuestra misión?

Quizá tiempos pasados no fueron mejores, pero el presente sigue teniendo muchos de los mismos retos, como aprender a controlar nuestra necesidad de gratificación inmediata, la uniformidad de nuestra opinión y el exceso de complacencia. Llegado el momento, las nuevas generaciones también se lamentarán por la pérdida de Pati Chapoy, Eugenio Derbez o Guillermo Del Toro, incluso por Chumel Torres y Luisito Comunica, porque eso también es cultura. ¿Pero es la única cultura que merece nuestra atención?

BREVES

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