En defensa de los “churros” en el cine 
HÍBRIDO

Como crítico de cine y música tiene más de 30 años en medios. Ha colaborado en Cine Premiere, Rolling Stone, Rock 101, Chilango, Time Out, Quién, Dónde Ir, El Heraldo de México, Reforma y Televisa. Titular del programa Lo Más por Imagen Radio. X: @carloscelis_

En defensa de los “churros” en el cine 
Película: La usurpadora. Foto: Videocine.

Hace un par de semanas, el presidente Andrés Manuel López Obrador sacó de su ya famoso baúl de palabras en desuso el término “churro” para referirse a una mala película. En los siguientes días volvió a utilizar esta palabra en al menos tres conferencias matutinas para denostar a la producción del director Luis Estrada, ¡Que Viva México!, pero los realizadores celebraron esto como si se tratara de un elogio y la mejor publicidad gratuita.

Si el respaldo del presidente tuviera algún valor comercial otra sería la historia con sus obras públicas. “Le va a ir muy bien”, pronosticó AMLO, pero en las tres semanas que la película lleva en cartelera nunca logró despuntar. Las cifras de taquilla publicadas por Canacine evidenciaron que en su estreno no llegó al primer sitio y se quedó en el tercero a pesar de sus 3 mil 200 pantallas. Después cayó al cuarto y ahora está en el sexto lugar.

Pero esto no fue lo único en lo que López Obrador se equivocó: ¡Que Viva México! no es un churro, solamente es una película mediocre. Aunque churro es la manera mexicana de llamarle a las malas películas, no siempre son malas porque también pueden ser producciones que por diversas razones no alcanzaron todo su potencial, pero aún así se pueden disfrutar mucho. Muchísimo. Hay de churros a churros y los mejores terminan por convertirse en clásicos de culto.

Churro puede ser la ópera prima de un director que tenía buenas intenciones, pero se quedó a medio camino, o una película que evidentemente requería de mayor presupuesto, pero aún así se las arregló con una buena historia. También puede ser un trabajo experimental o cine de contracultura, o simplemente una muy mala película que de tan mala es buena.

No confundir con el cine de serie B, como se le llamaba a las películas de bajo presupuesto en Hollywood. Se puede ser serie B y churro al mismo tiempo, pero no son lo mismo. Puede tratarse de una película que, intencionalmente, imita la estética de la serie B porque se sabe churro y lo hace con humor, o puede ser una película de bajo presupuesto que se deja ver muy bien porque no tiene tantas pretensiones.

Todas esas películas me gustan porque ahí es donde están las historias que nadie más se atreve a contar. Es en producciones como estas donde los usos y costumbres que la sociedad prefiere ocultar quedan retratados con naturalidad. Sus realizadores muestran lo que para ellos es normal y en lo que les gusta fantasear, a veces con lenguaje y humor soez. Llaman a las cosas por su nombre y pueden incluso mostrar defectos, vicios y bajas pasiones. Es el hogar del kitsch y el camp, pero no solamente es eso, es mucho más.

Las películas de Juan Orol son churros, las de luchadores como el Santo también, pero eso no quiere decir que estén al mismo nivel de las de la “India” María o las de Gloria Trevi. Uno de mis churros mexicanos favoritos, por ejemplo, es Autopsia de un fantasma (1968) del gran Ismael Rodríguez. Pero películas decididamente malas, como Lola la trailera (1985), Vacaciones de terror (1989), El triángulo diabólico de las Bermudas (1978) y toda la filmografía de Hugo Stiglitz, también son churros que han encontrado a su público a través de los años.

Las películas de la directora Teresa Suárez, Así del precipicio (2006) y el musical con canciones de Juan Gabriel ¿Qué le dijiste a Dios?(2014), son churros muy divertidos y comedias dramáticas que nada tienen que ver con los churrotototes aspiracionales de Omar Chaparro y Martha Higareda. Porque un buen director puede hacer una muy mala película, como Presencias de Luis Mandoki, o un churro a secas, como Mal de ojo de Isaac Ezban.

¡Que viva México! no es un churro tanto como -valga el ejemplo- Bardo no es una obra maestra. Ambas son películas con grandes presupuestos pero fallidas. Su problema no fue la falta de dinero sino la falta de visión. El verdadero conflicto del cine mexicano es que tiene demasiadas pretensiones e incluso cuando son churros no se reconocen como tales y por eso no se pueden disfrutar, como los buenos churros.

Una cosa es clara, el cine nacional está lleno de churros porque a los mexicanos nos fascinan las malas películas, y para muestra el Top 10 de películas mexicanas de la última década, donde la gran mayoría son malas e intrascendentes y, sin embargo, son las más taquilleras de todos los tiempos. A un churro le podemos reclamar muchas cosas, pero a diferencia de las malas películas, un buen churro es inolvidable.

No hay otra manera de explicar las longevas y redituables carreras de tanto comediante, el resurgimiento de ficheras, vedettes y cabareteras que en la vida real llegan a ocupar puestos políticos, o los musicales tipo La Usurpadora que están tan lejos de Broadway y tan cerca de las telenovelas y los programas de variedades musicales de antaño tipo Siempre en Domingo (que tuvo su propio churro en 1984). Ya mejor ni hablamos de esa obsesión que tienen los directores de renombre por contar historias de la nota roja, la clase obrera y la pornomiseria en general.

En lo personal, yo veo películas “buenas” y “malas” porque hasta las malas me divierten, es cuestión de gusto y también es muy subjetivo. Pero no hay que confundir. A mí me sirve ver malas películas porque me limpian el organismo de la exquisitez y el discurso tan cansador del llamado cine “de prestigio”, pero también porque me ayudan a valorar mejor una buena película cuando la hay.

BREVES

Dos opciones de cine independiente llegan a las salas de exhibición. Por un lado la mexicana Transición, que reflexiona sobre los días de confinamiento en pandemia, y también la coproducción francoespañola Pacifiction, del director Albert Serra.

Para quienes se volvieron fans de la actriz Kathryn Hahn tras su participación en WandaVision, ya la pueden ver en un papel más dramático en la serie Tiny Beautiful Things, disponible en la plataforma de Star Plus.

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