Bono de paciencia
De Realidades y Percepciones

Columnista. Empresario. Chilango. Amante de las letras. Colaborador en Punto y Contrapunto. Futbolista, trovador, arquitecto o actor de Broadway en mi siguiente vida.

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Bono de paciencia
No podemos subestimar el poder que tiene el bono de paciencia que otorgan los obradoristas. Foto: Captura de pantalla

Si la oposición y la ciudadanía inconformes con el actual gobierno quieren encontrar nuevos caminos para contrarrestar el lopezobradorismo, tienen que ser autocríticos y entender que el cambio en el mapa electoral no es consecuencia de un electorado ignorante y manipulado como muchos argumentan. 

Se trata de una mayoría ciudadana que vota con enojo, con la intención de castigar a quienes les han dado la espalda, con la convicción de creer en el proyecto que encabeza el presidente, con la certeza de recibir apoyos en efectivo y con el endoso de un bono de paciencia que se mantiene vigente.

El castigo a los partidos políticos tradicionales no fue un hecho aislado de las elecciones del 2018, sino el repudio a una clase política y económica que se había visto beneficiada a costa de la gran mayoría. 

Las últimas encuestas nos demuestran los altos índices de popularidad que conserva el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y el resultado en la elección del Estado de México lo confirma. 

Es un error autoengañarse mientras mantenemos conversaciones dentro de nuestra caja de resonancia. La fuerza de la autollamada cuarta transformación no debe minimizarse. La realidad es que el movimiento lidereado por el presidente de la República es una marea que no debe ignorarse, un tsunami destructor que ha desviado el camino, pero no ha perdido la fuerza. Morena y sus aliados tendrán 23 gobernaturas. Esta es la realidad.

Por otra parte, no podemos subestimar el poder que tiene el bono de paciencia que otorgan los obradoristas. Como prueba están los diezmos millonarios de Delfina Gómez que, a pesar de que se les multó por financiamiento irregular, hoy la maestra será gobernadora. Los actos de corrupción probados no tuvieron costos electorales.

Así una sociedad que castigó al Partido Revolucionario Institucional (PRI) por representar a un sistema corrupto hoy selló con su voto la impunidad ratificada en las urnas. La corrupción le quitó el poder al PRI y la misma corrupción le ha dado el poder a Morena. Es la democracia funcional al servicio de la ilegalidad. Una mayoría que sigue solapando al tramposo y se empodera al justificar el uso de cualquier medio con tal de obtener el fin, sea ilícito o no.

Por eso frases como “no me vengan con que la ley es la ley” son un manto de permisividad impulsado desde la más alta tribuna del gobierno y avalada por la mayoría del electorado.  

Por eso hoy perdemos todos, porque las opciones que se nos presentan no son distintas a las de antes y porque la transformación esperada no es más que el cambio de estafeta entre las cúpulas del poder arropadas por una sociedad que los ratifica mediante el voto.

Una población copartícipe de un país corrupto, desigual e injusto que hemos creado por décadas, donde el aprendizaje debería ser entender que no se necesita trabajar directamente al servicio de un sistema injusto para ser cómplices de él.

El bono de paciencia es un arma impermeable y peligrosa. Es el beneficio de la duda a pesar de los malos resultados. Es la segunda y tercera oportunidad cerrando los ojos ante la tragedia. Es mirar hacia otro lado. Es esconder la basura debajo del tapete. Es acostumbrarse a perder ganando. Es el atropello justificado por la causa.

Y aunque cada día se sumen más voces impacientes y arrepentidas por haber apoyado un proyecto de palabras, hoy no encuentran eco en las oposiciones que presentan una baraja de candidaturas diluidas, proyectos viejos y con poca conexión con el electorado.

La buena noticia es que el beneficio de la duda y el bono de paciencia tienen fecha de caducidad. El problema es que la oposición representada por los partidos políticos está etiquetada como un producto tóxico y nocivo para la salud. 

Si no se cambia la percepción y no se entusiasma al electorado con propuestas convincentes, el futuro será guinda hasta que el hartazgo y la realidad llegue a las mayorías.

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