Ariel itinerante 

La primera vez que fui a una ceremonia del Ariel, máximo galardón al cine de México e Iberoamérica, me faltó colgarme el molcajete. En mi cabeza era la noche de gala en la que los hacedores de cine se reunían y el glamour era el sello principal. Si a eso le sumamos que era en el Palacio de Bellas Artes, imagínense.

Pequeño detalle: mi asistencia a la ceremonia era de trabajo, iba como reportera y eso significaba subir y bajar, correr a la zona de conferencias y pegar la carrera para poder hacer entrevistas de alfombra roja. Bueno, para no hacer el cuento largo, antes del noticiero de las 9:00 de la noche ya no podía dar un paso más con esos tacones, sin embargo cumplí con mis objetivos: logré entrevistas a los ganadores de aquella edición y regresé a la redacción a escribir la nota para el noticiero matutino. De ahí me fui a la fiesta en el Salón Los Ángeles, lo di todo y desde 2001 no he faltado a ninguna entrega.

De Bellas Artes, la ceremonia se mudó a la Sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario, al Auditorio Nacional, al Colegio de San Ildefonso, a los Estudios Churubusco… itinerancia de sedes que en gran medida ha correspondido a la falta de un respaldo claro para la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC), organismo que año con año lanza llamados de auxilio no solo para la gran fiesta del cine –la entrega del Ariel– sino para la exhibición, promoción y análisis de nuestra historia audiovisual.

Durante el año, la AMACC lleva a cabo diversos encuentros, como los que suceden los jueves desde la Casa Luis Buñuel. Ahí se realizan charlas relajadas con cineastas, investigadores y periodistas que despiertan la curiosidad de jóvenes audiencias por animarse a mirar películas más allá de los blockbusters, también hacen publicaciones y sesionan para elegir las cintas mexicanas que representarán a nuestro país en los premios de cine en Estados Unidos con el Oscar y en España con los Goya, entre otras acciones a favor de la salud de sus agremiados y la salvaguarda de sus producciones.

Sin embargo, tanto se ha estirado la liga que en octubre de 2022 se anunció el paro de labores por falta de recursos propios y apoyo de las instancias culturales. Para finales de ese mismo año hubo un acercamiento con la Secretaría de Cultura federal, pero no se llegó a un acuerdo claro. El 13 de abril se dieron a conocer los nominados al Ariel en su edición 65 y llamó la atención que no se informó la sede.

La cuestión se resolvió el 9 de junio, cuando se anunció que la ceremonia de la edición 65 del Ariel será en el Teatro Degollado de Guadalajara, con el cobijo del gobierno de Jalisco. La intención es hacerla itinerante en otros estados de la República mexicana. Además se reveló que se aplicarán cuotas para inscribir películas y cortometrajes –adicionales de las que pagan los integrantes de la Academia– y el anhelo de que ahora sí les cumplan las promesas. 

Al respecto hay mucho que considerar, ya que el cine mexicano sigue considerándose un género entre las audiencias, son muy pocos títulos que se vuelven clientes de la piratería y la emoción del gran público por la entrega del Ariel no se desborda, sigue ahí el talón de Aquiles expuesto para la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas, pero también para los festival de cine: lograr traspasar la cortina que divide a los colegas, estudiantes de cine o comunicación y captar a las señoras, señores, jóvenes, niñas y niños que llegan al cine o plataformas con el ánimo de disfrutar de una película sin prejuicios.

Por lo pronto, anoten el 9 de septiembre de 2023 como el día del #Ariel65 en Guadalajara.