Pagar para no morir
Diagnóstico Reservado

Médico cirujano con más de 30 años en el medio y estudios en Farmacología Clínica, Mercadotecnia y Dirección de Empresas. Es experto en comunicación y analista en políticas de salud, consultor, conferencista, columnista y fuente de salud de diferentes medios en México y el mundo. Es autor del libro La Tragedia del Desabasto.

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Pagar para no morir
Hace más de cuatro años que nos prometieron que esto se resolvería y la salud en México se regiría por estándares de países nórdicos. Foto. EFE

¿Qué pasa en México cuando una niña de ocho años de Querétaro es diagnosticada con diabetes tipo 1? ¿O cuando a un joven padre de Nayarit se le determinó que padece hipertensión arterial cuando apenas tenía 33 años de edad?

Tanto la niña como el hombre comparten características en común. Ambos son mexicanos. Ambos, de escasos recursos. Ambos padecen enfermedades crónicas. 

Ninguno de los dos es culpable de su padecimiento. La pequeña, a quien llamaremos Leslie, padece diabetes por una reacción autoinmune a las células de su páncreas que producen insulina. De ahora en adelante requerirá administrarse insulina toda la vida. A sus ocho años no tiene sobrepeso ni obesidad, juega y corre como los niños de su edad. No, esta niña no es responsable de padecer diabetes.

El joven (Toño), deportista, con una alimentación sana y sin fumar, padece hipertensión por una predisposición genética y familiar. Tanto su padre, tíos y hermanos la padecen. A ellos no les ha ido nada bien por padecer sobrepeso, abusar del alcohol y uno de ellos, fumador, falleció el año pasado. Es por ello que Toño se ha aplicado tanto, no quiere pasar por lo mismo que sus parientes. No, Toño no es responsable de tener hipertensión ni de desarrollarla tan joven; sin embargo, de ahora en adelante su presión arterial solo podrá controlarse si, además de su estilo de vida sano, toma todos sus medicamentos por el resto de su vida.

Ni Leslie ni Toño tienen opción. Requieren estar medicados pero su precaria economía no les permite atenderse con médicos privados. A Leslie la ven en el IMSS, pero a Toño –a 13 años de su diagnóstico y sin trabajo fijo– lo atendían hasta hace poco en una clínica de su ciudad que ahora es IMSS-Bienestar.

Vivir con diabetes no es fácil, se requiere de mucho control, mucha disciplina y, en el caso de la diabetes tipo 1, de la administración de insulina varias veces al día. Padecer diabetes no es barato y los padres de Leslie lo han tenido que aprender de la forma más dolorosa: pese a tener IMSS, los gastos de la enfermedad de la niña son exorbitantes. ¿La razón? Ni el IMSS ni ninguna institución de salud les provee de los insumos necesarios para su tratamiento.

Desde que fue diagnosticada, Leslie ha recibido aproximadamente el 85% de la insulina que requiere por parte del IMSS. Sin embargo, ha habido ocasiones en las que no la ha tenido disponible, por lo que sus padres han tenido que comprarla y la insulina no es barata. Además, desde hace décadas, las instituciones de salud en México únicamente se hacen responsables de proveer de insulina a estos pacientes y es aquí donde está el problema. Las instituciones no proporcionan las jeringas especiales para la administración de insulina o las agujas en los remotos casos en los que la insulina venga precargada. Leslie puede utilizar hasta cuatro jeringas diarias.

Un paciente con diabetes no puede seguir un tratamiento si no tiene un monitoreo continuo de su glucosa. Para ello se requiere un aparato especial llamado glucómetro que cuesta alrededor de 400 pesos y las tiras reactivas con las que este aparato funciona. La pequeña necesita medirse la glucosa tres o cuatro veces al día.

Sacando cuentas, entre jeringas, lancetas, tiras reactivas, algodón y alcohol, los padres de Leslie pueden gastar mil 440 pesos al mes. Si esperamos que la niña viva 63 años más, su gasto acumulado, a precios constantes, habrá sido de más de 1.2 millones de pesos. A esta cifra habrá que aumentar el costo de las insulinas que el IMSS no tenga. Los pacientes con diabetes requieren medicación y en el caso de la diabetes tipo 1 no pueden vivir sin insulina. Los pacientes con diabetes en México deben pagar de su bolsillo para no morir.

Toño, que ya tiene 46 años, no ha mejorado. La hipertensión arterial no tiene cura, solamente puede controlarse y, en un porcentaje importante de pacientes, esta puede mantenerse sin control óptimo, aunque el paciente cumpla cuidándose y manteniendo un estilo de vida saludable. Lamentablemente Toño debe tomar la dosis máxima de un antihipertensivo llamado valsartán en combinación con un diurético llamado hidroclorotiazida. Desde hace años, su médico le adicionó amlodipino y, recientemente, espironolactona. 

En el caso de Toño, la falta de continuidad en el abasto de medicamentos le ha obligado a comprar durante varios meses alguno o todos los de esta colección que toma diariamente. Peor aún, en algunas ocasiones, al ser trabajador eventual, no tiene la oportunidad de acudir a una cita en la cual solamente le darán una receta y, en más de una veintena de ocasiones, la vuelta a su clínica ha sido infructuosa porque no ha habido medicamentos.

Para fines prácticos, Toño gasta 767 pesos mensuales en medicinas genéricas. Comprar las de marca (originales) le costaría cuatro o cinco veces más. Si queremos que Toño viva otros 37 años, al final de su vida habrá gastado más de 340 mil pesos solamente en medicamentos, esto si no sufre alguna complicación cardiaca.

Leslie y Toño son solamente una muestra de millones de pacientes en nuestro sistema de salud. En México, quien padece una enfermedad crónica no se encuentra protegido. Por el contrario, deberá buscar la manera de financiar muchos de sus costos.

En la tercera década del siglo XXI, es increíble que la 15ª economía del mundo no tenga la capacidad de proveer de aparatos para el monitoreo de la glucosa a los pacientes con diabetes. Es un verdadero absurdo y una injusticia que las instituciones no provean de jeringas, agujas y el resto de los consumibles para la administración de insulina.

La principal causa de falla en el tratamiento de la hipertensión arterial es la falta de continuidad al tomar las medicinas. Lamentablemente, el constante desabasto de medicamentos en México hace que esta continuidad se pierda. Aunque el paciente quisiera y se propusiera seguir al pie de la letra su prescripción, en muchas ocasiones no tendrá dinero y, como es la costumbre de los pacientes en México, escogerá alguno de los medicamentos porque no puede pagar el resto. En el caso de Toño, todos son indispensables. Un mal control de la presión arterial lo hará susceptible a un evento cardíaco y entonces una enfermedad crónica se habrá convertido en una enfermedad catastrófica.

Una vez más, ya sabemos que este no es un problema nuevo; sin embargo, hace más de cuatro años que nos prometieron que esto se resolvería y la salud en México se regiría por estándares de países nórdicos. Tal vez nuestras autoridades no se han enterado de que en Dinamarca los pacientes con diabetes reciben puntualmente su insulina y el sistema de salud les brinda glucómetros, lancetas, agujas para sus modernas insulinas recargables y hasta toallitas con alcohol sin costo.

Por cierto, en Dinamarca, los pacientes con diabetes tipo 1 portan modernas bombas de insulina automáticas y que se controlan desde una aplicación en su celular. Obviamente esto es más que impensable en México.

En Dinamarca, un paciente como Toño estaría recibiendo recordatorios de tratamiento en su celular, y una promotora de salud acudiría regularmente a su casa a vigilar su presión, su dieta, programas de ejercicio, etcétera.

En nuestro país, los pacientes pagan por sus medicamentos. Pagan por sus insumos. Pagan por tratar de mantenerse sanos. En México hay que pagar para no morir.

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