Una paleta dulce
Enernauta

Especialista en política energética y asuntos internacionales. Fue Secretario General del International Energy Forum, con sede en Arabia Saudita, y Subsecretario de Hidrocarburos de México.
Actualmente es Senior Advisor en FTI Consulting.

Una paleta dulce
Foto: Дарья Яковлева / Pixabay

La última reunión de los 20 países que forman parte de la OPEP+, celebrada en Viena el 5 de junio pasado, culminó con tres acuerdos y una sorpresa que dice mucho sobre la dificultad de mantener funcionando este arreglo para estabilizar el precio del petróleo, especialmente en tiempos de transición geopolítica, económica y energética.

El primer acuerdo fue la extensión hasta 2024 del recorte de producción vigente desde verano pasado de 3.6 millones de barriles diarios, que representan un 3.6% del total del consumo mundial. En junio de 2022, la OPEP+ había resuelto reducir la oferta en 2 millones de barriles diarios como medida precautoria frente a las proyecciones de una recesión económica, dada el alza virtualmente sincronizada de tasas de interés alrededor del mundo con el fin de reducir la inflación. En abril de 2023, los pronósticos no apuntaban a una mejoría económica significativa, de modo que nueve de los países participantes acordaron agregar “voluntariamente” otros 1.6 millones de barriles al recorte.

El segundo acuerdo fue elevar la cuota de producción de los Emiratos Árabes Unidos, cuya capacidad de producción ha ido en aumento y que crecerá aún más gracias a un programa de inversión que para 2027 habrá alcanzado 150 mil millones de dólares. Esto significará un salto en la capacidad de producción de 3.5 a 5 millones de barriles diarios. Mantener ociosa parte de esa capacidad cuesta bastante, como lo puede atestiguar Arabia Saudita, cuya capacidad excedente supera al total de la capacidad productiva petrolera de México.

El tercer acuerdo fue el compromiso de revisar la base para calcular las cuotas de producción de todos los países participantes con el fin de ajustarlas a la realidad. La mayoría de los países de la OPEP+ están produciendo por debajo de sus cuotas por dificultades diversas que van desde rezagos en inversión hasta problemas operativos. Nigeria, Angola, Irak y México, por mencionar solo a los más grandes en falta, están produciendo en conjunto 1.3 millones de barriles menos de los que su cuota les permitiría. Sujetar a Emiratos Árabes Unidos u otros miembros a una cuota rígida cuando otros no pueden producir lo que se les ha asignado es insostenible.

La sorpresa fue el recorte adicional de un millón de barriles diarios anunciado por Arabia Saudí para el mes de julio. El ministro de petróleo saudí señaló que su país agregaba esa “paleta dulce” (lollipop) al acuerdo justo con el fin de sorprender a los especuladores que han estado apostando una y otra vez a un desplome en el precio, presionando las cotizaciones de corto plazo a la baja. Con este recorte adicional, la OPEP+ habrá retirado del mercado 4.6 millones de barriles diarios a partir de julio, una cifra que, si hubiera resultado de un conflicto armado como la guerra Irán-Irak o la Guerra del Golfo Pérsico, habría provocado un gran disparo en el precio, aunque temporal.

El anuncio saudí ha sorprendido también porque decidió recortar su producción por sí sola, en contra de su política de adoptar esta medida solo si otros países siguen la misma ruta. Durante la primera mitad de los años 80 recortó su producción de 10 a 2 millones de barriles diarios en un intento por detener el colapso en el precio que se venía acumulando desde 1981. Se suponía que los demás miembros de la OPEP la acompañarían en este esfuerzo, pero prácticamente ninguno cumplió con ajustar la producción a las menores cuotas que acordaron. Ante la falta de solidaridad y los magros resultados de sus recortes, Arabia Saudí decidió recuperar su cuota de mercado iniciando una muy costosa guerra de precios. Las consecuencias de esa política van desde la decisión de abrir la economía mexicana hasta la disolución de la Unión Soviética, entre otros muchos cambios en el concierto internacional. Nadie dude del impacto que el precio del petróleo ha tenido sobre los acontecimientos mundiales.

Los recortes de producción, la dificultad para cubrir la totalidad de las cuotas y las reducciones adicionales han contribuido esta vez a evitar una caída mayor del precio, pero no han podido estabilizarlo ni elevarlo a un nivel que disipe la inquietud de los miembros de la OPEP. Del verano de 2022 a la fecha, el precio del petróleo tipo Brent, el referente para la mayoría de las transacciones mundiales, ha caído cerca de 50 dólares, ubicándose en alrededor de 74 dólares por barril. El precio que permitiría a Arabia Saudí mantener su ambicioso programa de inversión para diversificar su economía se ha estimado en cuando menos 80 dólares por barril. El lunes 6 de junio, un día después del recorte, la cotización subió apenas 2% pero unas horas después retornó a su tendencia a la baja, cortesía de la incertidumbre sobre la recuperación económica mundial y la mayor oferta de Estados Unidos.

La OPEP siempre ha enfrentado el desafío de la disciplina entre sus miembros, como ocurre con prácticamente todos los arreglos entre productores. La OPEP+ enfrenta el mismo problema pero compuesto, dado que involucra a más países con más oportunidades de encontrarse inmersos en algún conflicto internacional, como Rusia, o deseosos de más ingresos petroleros para financiar su gasto, como cualquier cuya economía está petrolizada. Quizá el balance oferta-demanda de mercado mundial finalmente termine apretándose hacia el fin del verano, pero sigue siendo una pregunta abierta cuya respuesta parece estar escrita en caracteres chinos.

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