La ‘Megafarmacia’: el gran disparate
Diagnóstico Reservado

Médico cirujano con más de 30 años en el medio y estudios en Farmacología Clínica, Mercadotecnia y Dirección de Empresas. Es experto en comunicación y analista en políticas de salud, consultor, conferencista, columnista y fuente de salud de diferentes medios en México y el mundo. Es autor del libro La Tragedia del Desabasto.

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La ‘Megafarmacia’: el gran disparate
Megafarmacia inaugurada por el presidente AMLO. Foto: Especial

Estamos llegando al final de este sexenio y el problema del desabasto de medicamentos e insumos para la salud continúa. En enero del año pasado publiqué mi libro, La tragedia del desabasto, donde analizo y abordo este problema de manera muy detallada. En esa publicación mencioné tres factores como las causas de este, que es un problema autoinfligido: ignorancia, incompetencia e ideología.

No abundaré más en las causas del problema ni en el origen de esta nueva y absurda ocurrencia presidencial; sólo digamos que, como una manera de querer solucionar esta crisis, el presidente de la República planteó desde hace ya poco más de un mes la construcción de una gran Megafarmacia que, en realidad, es sólo una enorme bodega donde, según él, quiere almacenar “todos los medicamentos del mundo” para que entonces no falte ninguno en México.

Analicemos pues, el trasfondo de semejante fantasía de la Megafarmacia y cuál debería ser la verdadera solución al aprieto en el que el sistema de salud de México está metido.

Primero, debemos decir que esta Megafarmacia no resuelve absolutamente nada. Lo que sí refleja es un desconocimiento profundo de los sistemas de abasto de insumos para la salud; es decir, ni el presidente, y aparentemente nadie en su equipo, tienen la menor idea de cómo es que los medicamentos, el instrumental médico, material de curación, etc., están disponibles para que los utilicen los médicos o les sean dispensados a los pacientes. Es ignorar también de manera absoluta todo lo que hay detrás de una adecuada dispensación de medicamentos.

Hay que entender que los fármacos, a diferencia de lo que piensa el presidente, no se guardan en almacenes como si fueran latas de atún en una miscelánea. Los medicamentos son productos muy delicados en su fabricación. Los laboratorios no cuentan con bodegas llenas de medicinas; las fabrican específicamente por lotes que han sido previstos de acuerdo con una demanda establecida o con pedidos y contratos logrados con los gobiernos o sus clientes privados, como las farmacias.

El manejar o almacenar productos para la salud requiere un profundo conocimiento sobre cómo establecer pedidos, cómo manejar inventarios, cómo manejar adecuadamente una rotación, cómo verificar las fechas de caducidad, etc. Para ello, se necesitan instalar intrincados sistemas informáticos que realicen los pronósticos adecuados y que calculen las rutas de distribución, considerando los mejores tiempos para ello. Se requiere también que estas instalaciones cuenten con controles de temperatura y humedad muy estrictos, ya que los medicamentos son muy delicados y pueden desnaturalizarse o perder su efecto si las condiciones no son las adecuadas.

Los pedidos que se realizan son tan individuales como los puntos de entrega que pueden existir; en el caso de México, éstos podrían llegar a ser más de 25 mil. Es por ello que nunca se ha confiado esta labor a un solo distribuidor sino a diferentes distribuidores con diferentes capacidades logísticas. Cada uno de estos puntos de entrega, es decir, cada una de las farmacias físicas pide exactamente lo que requiere de forma diferenciada, tanto que algunas farmacias podrían pedir solamente tres cajitas de un medicamento y otras un corrugado que tenga 20 cajas de la misma medicina. Cada uno de estos pedidos, entonces, deberá ser manejado de manera individual.

Por todas estas razones es que existen empresas especializadas en logística y en entrega de insumos para la salud en el mundo. El negocio vale más de 400 mil millones de dólares a nivel mundial. No, definitivamente, el hacerse cargo de la entrega o la dispensación de los medicamentos no es para aficionados.

Pero, además, ¿por qué el presidente pensó en un terreno de 10 mil metros cuadrados? ¿Por qué no en uno más grande? ¿Por qué no en uno más chico? Y lo más interesante, ¿por qué en la Ciudad de México o su área conurbada? ¿Por qué no la Megafarmacia en Guadalajara, Monterrey o Querétaro? Es claro que esto refleja una visión arcaica, centralista y oxidada donde las cosas buenas solamente surgen del gobierno central. En la mentalidad de López Obrador no hay otra manera de resolver las cosas que controlándolas él mismo y desde cerca de su casa.

Ahora bien, dejando atrás la ocurrencia presidencial de la Megafarmacia, debemos asomarnos al problema de base. Como lo mencioné en mi libro, nada de esto hubiera ocurrido si el sistema no estuviera mal desde su concepción. El pensar que México, en la tercera década del siglo XXI, realmente requiere de farmacias que existan solamente en las clínicas a las que se les obliga a ir a los pacientes: “la clínica que les corresponde” y no haya manera de dispensarles los medicamentos en otro lado, nos obliga a recordar que nuestro sistema de salud tiene más de 70 años y que, hay que reconocerlo, ya ha caducado.

El sistema fue creado, como también lo digo en mi libro, para satisfacer una demanda en un México donde no existían tantas farmacias. Hoy en día, es claro que éstas abundan hasta en las zonas suburbanas; de hecho, las podemos encontrar en muchas de las zonas rurales.

Es curioso que México sea el único país en donde las medicinas se entregan de manera física, en cada una de las clínicas y, en la mano, a todos los pacientes. Este sistema centralizado no sabemos si existe en Corea del Norte, pero probablemente solamente exista en Cuba.

En la famosísima Dinamarca, de la que tanto habla el presidente de la República, el sistema es completamente distinto. Un paciente en Dinamarca acude con su médico particular, el cual es, por cierto, pagado por el gobierno, y le entrega una receta física o electrónica para que el paciente vaya a la farmacia que más le conviene o que le queda más cerca. En ese sitio, le darán el medicamento al paciente y la farmacia se lo cobrará al gobierno. Este sistema no solamente existe en los países de gran estado de bienestar como los que hay en Europa; lo podemos ver en Colombia, Costa Rica, Brasil y Chile. Es seguramente hacia donde México debe voltear.

El sistema actual de adquisiciones, almacenamiento, distribución y dispensación final de medicamentos que tenemos en nuestro país es ineficiente, caro y, como tristemente aprendimos, sujeto a descarrilarse ante el menor capricho de la autoridad en turno. Es claro que debemos evolucionar a un sistema eficiente, efectivo y que esté pensado en darle a los pacientes el mejor servicio y atención.

Es hora de cambiar el sistema de abasto y dispensación de medicamentos en México.

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