Harfuch ¿la primera mala decisión de Sheinbaum?

Analista y consultor político. Por más de 12 años, creador de estrategias de comunicación para el sector público y privado. Licenciado en comunicación y periodismo por la UNAM y maestro en gobierno por el Instituto Ortega y Gasset. Observador del uso de las nuevas tecnologías y su impacto en la democracia.

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Harfuch ¿la primera mala decisión de Sheinbaum?

La indisciplina partidista podría traer graves consecuencias, inclusive la pérdida del poder. El descontento entre la nueva élite gobernante –que se asume de izquierda– ante la posibilidad de que un policía encabece su movimiento en la Ciudad de México es una realidad inocultable. ¿Qué tan reducida llegará Claudia Sheinbaum a su campaña presidencial si pierde su primera batalla frente a la nomenklatura de Morena? Es la pregunta que deben estarse haciendo en el war room de la candidata.

Los escenarios que tiene frente así la ex jefa de Gobierno no son sencillos. Por un lado, su ex Secretario de Seguridad Pública, Omar García Harfuch, encabeza las preferencias electorales en los diferentes sondeos que han visto la luz. Se trata de un producto que tiene amplio espacio en lo que respecta al marketing político pues reúne las características del arquetipo de héroe: un hombre bien parecido que combate al crimen a partir de valores como la disciplina y el honor. Pero a diferencia de un cereal en el supermercado la contienda electoral exige más que publicistas.

En un contexto en el que los capitalinos se asumen cada vez más vulnerables, la lógica del votante podría ser elegir a quien lo pueda “proteger” por encima de otras opciones en la boleta que resalten virtudes distintas. La estrategia parece atender y buscar solventar el fracaso inmediato anterior en el que la Doctora Sheinbaum perdió la mitad de la CDMX, incluidas alcaldías históricamente asociadas a la izquierda. En ese momento, ni siquiera logró retener Tlalpan que fue trampolín para ella.

Desde un punto de vista estratégico, Sheinbaum ya no tiene espacio para volver a fallar en la capital y por ello está convencida de que para sobreponerse debe alejarse del radicalismo de izquierda y moderarse para así atender a la tan lastimada clase media, un sector que, aunque reducido, puede ser un factor determinante en medio de una competencia cerrada.

Sin embargo, la estrategia trazada en papel mantiene resistencias para ejecutarse en tierra. El bloque duro y sectario incrustado, no solo en Morena, sino también en posiciones estratégicas del gobierno de AMLO está, por la vía de la amenaza y el boicot, averiguando qué tanto futuro tendrán hacia adelante a partir de instaurar diques y posiciones inamovibles que impidan su desplazamiento total una vez instaurado el nuevo proyecto.

Como en todos los asuntos de la vida nacional, el Presidente AMLO es el fiel de la balanza. Si bien discursivamente el mandatario se ha proclamado por la autorregulación ya sea en lo concerniente a lo económico, medios de comunicación, así como en la vida partidaria; ha sido patente que cuando se trata de control político y ganar elecciones es el principal protagonista.

En ese sentido, Sheinbaum parece estar en una encrucijada. Muy temprano se está dando cuenta de que el bastón de mando que recibió de manos de AMLO es más bien una correa de transmisión que la tendrá sujeta y con poco espacio de maniobra, por ahora.

Es posible que ella caiga en una trampa operada por el Presidente. Un escenario es que AMLO fiel a su pragmatismo ya se haya decidido en favor de la candidatura del policía por los buenos resultados en los sondeos; sin embargo, lo que él espera es que ella se lo pida para mantenerla supeditada a sus designios.

¿Puede hacer algo la nomenklatura en Morena para impedir la candidatura de Harfuch? Desde mi perspectiva no es viable. Tendrán que esperar el manotazo desde Palacio Nacional para alinearse y quien no lo haga pagará las consecuencias. Por su parte, Sheinbaum tendría que estar redoblando su apuesta pues ya no solo

se trata de imponer a su candidato sino también de mandar una señal sólida de que ella está dispuesta a tomar el control.

Su decisión en términos de competencia electoral parece sólida, no así en términos ideológicos. ¿Superará la prueba?

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