Cumbre en Palenque, la crisis migratoria y el 2024

Analista y consultor político. Por más de 12 años, creador de estrategias de comunicación para el sector público y privado. Licenciado en comunicación y periodismo por la UNAM y maestro en gobierno por el Instituto Ortega y Gasset. Observador del uso de las nuevas tecnologías y su impacto en la democracia.

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Cumbre en Palenque, la crisis migratoria y el 2024
Foto: Luis Torres/EFE

La complejidad de la crisis migratoria es global. La isla italiana de Lampedusa encuentra similitudes (guardadas las proporciones) con Tapachula, Chiapas en México: diariamente llegan miles de migrantes que escapan de sus países y nadie sabe qué hacer con ellos. Los Estados y la comunidad internacional permanecen atónitos ante un fenómeno que tiene como único camino el crecimiento exponencial en los siguientes años y décadas.

El debate sobre cómo atender esta crisis humanitaria es amplio y muy polarizante. ¿Es un favor o un deber el recibir a las personas que huyen de sus países? ¿Los migrantes están obligados a abrazar la cultura a la que llegan o pueden instaurar la suya? En muchos países es posible observar la diferenciación entre los tipos de ciudadanía. Quienes recién llegan y son adoptados –después de pasar innumerables filtros– deben aceptar las reglas de su nuevo hogar y son sabedores que tienen acceso a ciertos derechos, pero no a todos.

Para la región de las Américas las cosas no son distintas. México ha sido, por su posición geográfica, siempre un factor relevante en el fenómeno migratorio. Sin embargo, las condiciones bajo las cuales hoy se configura el nuevo paradigma exige innovación para asegurar el futuro. En la aún joven y endeble democracia latinoamericana, nuestro país ha buscado ejercer su papel de hermano mayor del bloque frente a un Estados Unidos que como potencia económica-militar ha buscado históricamente imponerse.

Lamentablemente para los migrantes, tanto Estados Unidos como México están inmersos en un proceso de renovación de Presidentes en donde, por paradójico que sea, lo que implica ser demócrata, en el caso de Joe Biden, y lo que es ser de izquierda, por parte de Andrés Manuel López Obrador será endurecer y blindar las fronteras. Para los votantes suele ser más seductor un líder “protector” que uno visto como “permisible”. Se trata de una lógica que atiende el miedo irracional de sentirse vejado o vulnerado por un extraño.

¿Cómo llegó México hasta aquí? es una de las preguntas que los especialistas en la materia se hacen. Una de las principales hipótesis es que, como ha dicho el presidente AMLO, la mejor política exterior es la interior. Dicho lo anterior, pareciera que a los tomadores de decisiones en el ámbito internacional no les preocupa la extravagante narrativa impulsada desde Palacio Nacional porque en términos reales las acciones y decisiones que se toman suelen ser pragmáticas y distan de los mensajes diseñados para las masas.

Es decir, en los problemas domésticos, AMLO enarboló que sacaría al Ejército de las calles pero terminó condecorando al ex Secretario de la Defensa Salvador Cienfuegos acusado por EU por vínculos con el crimen organizado; sostuvo que el servicio de salud pública sería como el de Dinamarca cuando presupuestariamente el rubro está asfixiado, defendió la participación de las mujeres en el ámbito político pero se dice víctima de violencia de género, prometió defender la libertad de expresión pero los asesinatos de los periodistas se recrudecieron, prometió resolver Ayotzinapa, también no contraer deuda, romper la tendencia de asesinatos y acabar con la corrupción… junto a Manuel Bartlett y de la mano de Ignacio Ovalle.

En congruencia con esa misma línea de comportamiento, las expectativas en lo que se refiere a la Cumbre en Palenque, Chiapas, a la que acudirán los mandatarios de Cuba, Colombia, Honduras, Haití, Venezuela, Ecuador y Guatemala, podrían evaluarse hacia adelante en dos niveles: lo discursivo y las consecuencias reales a partir de acciones concretas.

Por un lado, es posible prever que AMLO busque reavivar la narrativa anquilosada en la que México se erige como el hermano mayor en la región; rol que presuntamente le permitiría imponer condiciones a un Estados Unidos que empieza a observar el tema migratorio con un énfasis de seguridad nacional, con todo lo que implica. Sin embargo, en términos prácticos, México parece sólo tener espacio para consolidar la política persecutoria. El patio trasero de EU que asegura la represión de las caravanas para que éstas no pisen el césped de nuestro vecino: el hermano menor al que ya se le dio instrucción de cómo manejar el tema si es que no quiere padecer bullying de carácter político-comercial.

Los procesos electorales nunca serán buenas noticias para los migrantes. La tendencia natural es endurecer las fronteras e incluso repatriar a millones de personas que carecen de papeles oficiales. En todo el mundo el individuo exige protección a sus gobernantes. Sin embargo, como humanidad, tenemos que encontrar nuevas alternativas que permitan mejorar la edificación de sociedades un poco más justas. Hasta el momento, por desgracia, el maltrato y la vejación es una práctica común del Estado mexicano hacia el migrante. ¿Cambiará esto después de la Cumbre en Palenque?

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