El Cadillac ’43
Diagnóstico Reservado

Médico cirujano con más de 30 años en el medio y estudios en Farmacología Clínica, Mercadotecnia y Dirección de Empresas. Es experto en comunicación y analista en políticas de salud, consultor, conferencista, columnista y fuente de salud de diferentes medios en México y el mundo. Es autor del libro La Tragedia del Desabasto.

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El Cadillac ’43
Foto: Especial

Nuestro sistema de salud era imperfecto, pero era el que teníamos. Históricamente, el sistema de salud mexicano había enfrentado grandes desafíos, pero se habían logrado importantes victorias. México hace tiempo que logró erradicar la poliomielitis, y contuvo al sarampión desde hacía más de una década. En México no ha habido difteria desde hace años y, con una agresiva campaña de combate a la lepra, se convirtió en un referente a nivel latinoamericano. Con esfuerzo y coordinación, pero, sobre todo, continuidad, el país supo levantarse ante adversidades como la pandemia del 2009, confiando en la solidez y estructura de su sistema.

Desde los años 80 y en tan solo 23 años, la mortalidad infantil disminuyó de más de 80 muertes por cada 100 mil niños, a menos de 13. México era uno de los campeones en vacunación en el mundo, con uno de los mejores programas donde no se escatimaba en aplicar ninguna vacuna. Algunas de estas, como las de la influenza, hepatitis B o el virus del papiloma humano, fueron contratadas con los mejores fabricantes y es por eso que los mexicanos hoy reciben las de las mejores marcas disponibles para esas enfermedades.

Con el sistema más complicado del mundo, los mexicanos hicimos lo posible para acercar la salud a las zonas más remotas e, iniciativas como la del extinto Seguro Popular, garantizaban que los ciudadanos tuvieran acceso a servicios de salud hasta la alta especialidad. Los médicos y personal de enfermería del país, poseedores de una gran vocación, han sido una pieza clave en este engranaje que operaba día y noche.

La semana pasada, en una reunión con grandes personalidades y expertos en salud, propuse la comparación del sistema de salud de México con un Cadillac modelo 1943, que es precisamente el año del nacimiento del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), es decir un auto clásico con 80 años de edad. México manejaba su Cadillac, con la pintura original… pero pulido y encerado. Rodaba en unas gastadas llantas “cara blanca”, que alguna vez fueron de lujo; el escape humeaba y se le escuchaban algunos ruidos. Nuestro Cadillac estaba, eso sí, modernizado en detalles, como un estéreo para escuchar los nuevos formatos de música y tenía cinturones de seguridad, obligatorios para circular.

Aunque arcaico y con carencias, nos movíamos lentamente en nuestro Cadillac. Varias veces nos sugirieron cambiarlo, pero en México somos apegados y preferíamos verlo como “un clásico”.

A pesar de sus defectos, como le sucedía al Cadillac, el sistema de salud fue el reflejo de una época y el que siguiera rodando, aunque caro y lento, era por la dedicación de mucha gente que quería seguir viéndolo rodar.

Súbitamente, llegaron unos vándalos a destruirlo: lo rompieron, se lo robaron y, en su escapatoria, lo chocaron. El coche se incendió, quedando solo restos de lo que fue un auto clásico. En ese choque, por cierto, murieron inocentes. Al final, los barbajanes se fueron y el coche quedó inservible.

Si nos devolvieran los restos del Cadillac ¿qué haríamos con él? Seguramente habrá quien piensa en restaurarlo, pintarlo, pulirlo y hasta buscar refacciones originales. Yo me pregunto ¿cómo por qué?

No se me ocurren más que dos motivos: El primero, porque a lo mejor nos parece que el auto es un clásico y merece realmente ser restaurado. Una gran pieza de museo del cual nos vamos a sentir orgullosos si logramos llevarlo a su estado original.

El segundo punto, sin embargo, es que seguramente hay un apego a esa antigüedad ya que en ese auto nos pasearon en la infancia, ahí aprendimos a manejar y pues, básicamente no conocemos otro. Sin embargo, ante esa pila de chatarra, quizás lo más práctico y eficiente sería comprar un auto nuevo, moderno y con tecnologías actuales.

Sí, habría que aprender a manejarlo con un GPS o sistemas de conducción autónoma. Sería un auto eléctrico no contaminante y habría que olvidar cómo se cambian las velocidades con una palanca al volante y pisando un clutch. En vez usar espejos laterales aprenderíamos a usar cámaras de video.

¿No sería ésta una mejor opción? Si el año entrante se da un cambio de gobierno, deberemos recuperar de forma urgente nuestro sistema de salud. La pregunta es ¿qué buscamos? ¿Un coche nuevo, más eficiente, seguro, menos contaminante y con mayor tecnología o regresaremos a reconstruir nuestro desvencijado Cadillac ’43?

Esa es una pregunta que los expertos en salud deben hacerse y es una decisión que todos los mexicanos debemos tomar en cuenta para saber a dónde queremos ir, a partir de un demolido sistema de salud y con miras hacia el futuro.

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