Datos dolorosos en salud
Diagnóstico Reservado

Médico cirujano con más de 30 años en el medio y estudios en Farmacología Clínica, Mercadotecnia y Dirección de Empresas. Es experto en comunicación y analista en políticas de salud, consultor, conferencista, columnista y fuente de salud de diferentes medios en México y el mundo. Es autor del libro La Tragedia del Desabasto.

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Datos dolorosos en salud

La reciente publicación del informe Health at a Glance de la OCDE ha evidenciado las profundas deficiencias del sistema de salud en México. Este análisis no solo refleja estadísticas preocupantes, sino que también nos invita a reflexionar sobre las causas subyacentes de un sistema en crisis.

El sistema de salud mexicano se ha convertido, en los pasados cinco años, en un mazacote de problemas interconectados. Primero, la falta de infraestructura y la escasez de recursos adecuados, un problema que se exacerbó durante la pandemia y que dejó al descubierto la fragilidad de nuestro sistema de salud. El desabasto de medicamentos, un problema autoinfligido y un mínimo personal de salud, descontento y mal pagado, son solo un par de síntomas del daño que un régimen inexperto y torpe le ha causado a la salud de los mexicanos.

En el reporte de la OCDE es claro que, mientras los países más exitosos en salud han logrado grandes coberturas mayores al 90% con un financiamiento público, en México, donde la salud se privatiza día a día, la cobertura es la más baja de toda la organización.

A pesar de las promesas de un sistema de salud universal y gratuito, un porcentaje significativo de pacientes opta por la medicina privada. Esto no solo refleja la ineficiencia del sistema público, sino que también pone de manifiesto la falta de confianza en la capacidad del gobierno para proporcionar servicios de salud de calidad. Esta tendencia hacia la privatización se evidencia en el aumento de los consultorios adyacentes a farmacias, una opción accesible, económica y conveniente para muchos; una respuesta a las deficiencias del sistema público, pero también ha exacerbado las desigualdades en el acceso a la atención médica, acrecentando la disparidad en el acceso a servicios de salud de calidad.

Las cifras del reporte de la OCDE, que muestran a México con las tasas más bajas en pruebas diagnósticas para cáncer de la mujer, tienen un impacto humano devastador. Esta deficiencia no solo representa un fracaso en la detección temprana, sino que también refleja una negligencia total hacia la salud femenina.

Las consecuencias son reales y dolorosas: diagnósticos tardíos, tratamientos menos efectivos y, consecuentemente, un aumento en la mortalidad. Cada número bajo en estas estadísticas simboliza vidas de mujeres en riesgo, familias afectadas y oportunidades perdidas para combatir una enfermedad tratable si se detecta a tiempo.

La discrepancia entre las promesas gubernamentales y la realidad del sistema de salud es otro factor crítico. Las alegres declaraciones del presidente sobre las maravillas del sistema de salud contrastan fuertemente con la realidad de los indicadores de la OCDE, que muestran un rezago significativo en cobertura de salud, calidad del servicio e inversión en infraestructura y servicios.

En la gestión de la salud pública, siempre es fundamental recordar que detrás de cada estadística y cada decisión política hay seres humanos reales, con sus sufrimientos, necesidades y gastos. En México, la tendencia a priorizar la ideología y la política sobre las necesidades reales de los pacientes, ha llevado a un sistema de salud que, casi como consigna, descuida su responsabilidad más fundamental: cuidar a las personas.

Los pacientes, en su lucha diaria por la salud y el bienestar, no son meros números en un informe o herramientas para alcanzar objetivos políticos. Son individuos con historias, familias y sueños. Cuando el sistema de salud falla en proporcionar atención adecuada, no solo está fallando en un indicador o en una meta política, está fallando a las personas que más lo necesitan.

El sufrimiento de los pacientes se manifiesta de diversas maneras: desde la angustia de no poder acceder a los medicamentos más esenciales hasta la desesperación de enfrentar largas esperas para recibir tratamiento. Este sufrimiento es prácticamente invisible en los debates políticos y en las estadísticas, pero es una realidad palpable y dolorosa para millones de mexicanos.

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La falta de transparencia y la propagación de información falsa por parte del gobierno también han contribuido a la crisis actual. La ausencia de un diálogo abierto y honesto sobre las carencias y deficiencias del sistema de salud impide la puesta en marcha de soluciones efectivas y ha socavado la confianza pública en las instituciones de salud.

Evidentemente, la falta de transparencia y rendición de cuentas ha sido un problema persistente durante esta administración. La corrupción, la mala gestión y el subejercicio de los recursos han socavado la eficacia del sistema de salud, mientras que la falta de datos fiables y accesibles ha dificultado la evaluación y el mejoramiento del sistema.

Seamos claros: la gran crisis del sistema de salud en México tiene muchas causas, pero un solo responsable. No se trata solo de una cuestión de recursos, sino también de gestión, transparencia y compromiso con el bienestar del paciente. Como lo he expresado, es un sistema anquilosado y caduco que requiere una profunda y seguramente dolorosa reforma.

Si, los resultados del informe de la OCDE son un llamado a la acción, una oportunidad para repensar y reformar nuestro sistema de salud.

Es imperativo que México adopte un enfoque integral y basado en evidencia, para enfrentar estos desafíos. Esto significa no solo una mayor inversión en infraestructura y recursos, sino también un profundo cambio en la mentalidad de cómo se gestiona la salud en el país.

La colaboración entre el sector público y privado, junto con la participación activa de la sociedad civil, será crucial para desarrollar un sistema de salud que sea accesible, eficiente y, sobre todo, centrado en el paciente.

Los resultados del informe de la OCDE no son solo cifras; son un reflejo de las vidas y el bienestar de millones de mexicanos. Es hora de que México reconozca la magnitud de esta crisis y tome medidas concretas para garantizar un futuro más saludable para todos sus ciudadanos.

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