Antes bailábamos más…
La terca memoria

Politólogo de formación y periodista por vocación. Ha trabajado como reportero y editor en Reforma, Soccermanía, Televisa Deportes, AS México y La Opinión (LA). Fanático de la novela negra, AC/DC y la bicicleta, asesina gerundios y continúa en la búsqueda de la milanesa perfecta. X: @RS_Vargas

Antes bailábamos más…
El trabajo desde casa abre las puertas a un futuro híbrido de empleos: mitad en oficina y mitad en el hogar.

Diciembre se ha vuelto un mes muy aburrido para mí. Después de casi tres años de home office, la interacción con mis compañeros de trabajo se ha vuelto mínima, por no decir nula. Ya no hay fiestas o brindis de fin de año. Y no es que esperara 12 meses para convivir con los compañeros de la oficina en la dichosa “posada”, pero sí recuerdo algunas fiestas inolvidables. Lejos de las redacciones, en las que trabajé durante más de 22 años, ahora mis relaciones sociales se limitan a la gente del Crossfit y a los compañeros de equipo de futbol americano, con los que me corrí dos buenas parrandas el segundo semestre del año. No puedo dejar de mencionar a los integrantes de “La Mafia del Poder”, un grupo de WhatsApp integrado por exalumnos del ITAM con los que me reuní un par de veces durante 2023 y en el que he hecho buenos cuates.

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No sé si fue por la pandemia o es la edad, pero siento cada vez convivimos menos, nos reímos menos. Antes bailábamos más. No soy, ni de lejos, un buen bailarín. Las clases de salsa que tomé en un par de ocasiones sólo me sirvieron para quitarme lo “tieso”, pero por alguna extraña razón, para mi diciembre suena a cumbia y salsa. Debe ser por aquella posada guapachosa de la que nos corrieron en la Escuadrón 201 a principios de los 90; por esa fiesta de fin de año del periódico Reforma en un antro llamado “La Montaña”, cuando me gané una cafetera en la rifa y terminé cambiándosela a un mesero por una botella de Bacardí adulterado; las borracheras en “La Canción” o “El Gran León”; mi tía Martha llegando a casa de mi abuela con su casete para que le pusiéramos Yo no olvido el año viejo, de Tony Camargo, aunque el año que terminaba no le hubiera dejado una chiva, una burra negra, una yegua blanca y a su suegra ni la conoció.

Cuando era niño, la llegada de las fiestas de fin de año siempre me causaban ilusión. Esperaba con ansias estas fechas para ver los comerciales de juguetes en la televisión aunque, generalmente, eran otros los que aparecían al pie del árbol de Navidad el 25 de diciembre. A pesar del choque que sufrió dos días antes de la Noche Buena de 1980, a mi casa nunca dejó de llegar Santa Claus y además del tren eléctrico que me entregó en mano ese año, el regalo que con más gusto recuerdo es mi “auto deslizador marca registrada Avalancha”, que anunciaba Chabelo. Debo ser agradecido porque a mis hermanos y a mí nunca nos faltaron regalos de Navidad, ni una generosa cena en la casa de mi abuela paterna, con todo y lo disfuncional y enferma que fue esa familia.
Antes que las cumbias y las salsas de temporada, mi placer culpable era esperar los comerciales de Navidad de Coca Cola, aquel de “Quisiera al mundo darle hogar” y los spots del Instituto Nacional del Consumidor, con sus peluches cochambrosos y percudidos, pero un gran ingenio: “Regale afecto, no lo compre”. ¿Recuerdas?

Entre copas y copas

De acuerdo con una nota publicada en diciembre de 2019 por la revista GQ, con datos del sitio de citas “Date my age”, el 60% de los hombres consultados en un sondeo de opinión confesó haber cometido una infidelidad en la fiesta de fin de año de la empresa.

El estudio se realizó a seis mil usuarios del sitio web y arrojó que 55% de los
varones reconoció haber besado a alguna compañera de trabajo en la celebración navideña de su empresa; 27% de esos hombres tuvo algún tipo de relación sexual con gente de la oficina. De acuerdo con el mismo sondeo, 42% de las mujeres entrevistadas admitió haber coqueteado con algún compañero de la oficina, con el que podría tener alguna aventura de fin de año. ¿La pandemia también cambió estos hábitos?

¡Feliz Navidad!

Seas creyente o no, la palabra clave de esta noche es respeto. Respeto para el que festeja, igualmente para el que decide quedarse en su casa. Les dejo un abrazo cariñoso a todos.

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