La venganza de los musicales
HÍBRIDO

Como crítico de cine y música tiene más de 30 años en medios. Ha colaborado en Cine Premiere, Rolling Stone, Rock 101, Chilango, Time Out, Quién, Dónde Ir, El Heraldo de México, Reforma y Televisa. Titular del programa Lo Más por Imagen Radio. X: @carloscelis_

La venganza de los musicales
Película: Mean Girls. Foto: Paramount Pictures

Sí, es cierto que vamos a seguir hablando de Barbie por varios años. Pero más allá de su impacto cultural o de la avalancha de premios que ya está recibiendo, Barbie también sirvió como un portal de entrada para reintroducirnos a los musicales. Piénsenlo: grandes y fastuosos escenarios, espectaculares coreografías, exóticos y coloridos vestuarios y, por supuesto, mucha música. Si bien Barbie no es un musical, sí tiene varias escenas cargadas de canciones y baile, y al menos una escena que ya es un clásico musical: “I’m Just Ken”.

Otra vez, Hollywood recurrió a la apropiación cultural para lograr este efecto. ¿Cómo? Los expertos dirán que fueron tales culturas las que tomaron primero de Hollywood, hablando concretamente del cine de la India que -no por nada- es conocido como Bollywood. Pero en esa poderosa industria cinematográfica de Bombay, son muy conocidas las películas con extravagantes números musicales, y apenas hace un año lograron revivir su fama internacional con la película RRR, que tampoco es un musical y, sin embargo, también destacó por una secuencia de baile tan impactante que logró ser nominada al premio Oscar.

Como ya lo dijimos alguna vez en esta columna, Hollywood ha invertido demasiado para revivir el género de los musicales y no va a quitar el dedo del renglón. Vamos, incluso está arriesgando propiedades intelectuales tan queridas por los fans, como Mean Girls y Joker, convirtiéndolas en musicales para seguir “hostigando” al público y forzarlo a consumir estas producciones. Es tan evidente que parece maquiavélico.

Por ejemplo, ¿eres fan de la ciencia ficción? Tal vez te consideras un trekkie y no te perdiste un episodio de Star Trek: Strange New Worlds, pero al llegar al episodio 9 titulado “Subspace Rhapsody”, ¡oh sorpresa!, se trató de un episodio musical. Quizá eres un cinéfilo que ama las películas de culto y te encanta The Warriors (1979), y por eso se te erizó la piel cuando te enteraste que ya están desarrollando una versión de teatro musical para Broadway, escrita por -nada menos- que Lin-Manuel Miranda.

Pero, ¿exactamente cuándo surgieron los musicales? No se sabe y hasta hoy es un tema debatible. Nadie cuestiona que su lugar natural sea sobre los escenarios, ¿pero por qué esa obsesión de Hollywood por mantenerlos en las pantallas? Si bien los orígenes de este género se han comparado a los de la Ópera o se pueden rastrear incluso al teatro griego, el llamado teatro musical también tiene sus raíces en los espectáculos de “minstrel” del siglo XIX, una forma de teatro profundamente racista donde actores blancos se pintaban el rostro para contar historias sobre esclavos y otros estereotipos raciales de la comunidad negra.

El minstrel incorporó comedia y números musicales dentro de las historias y se convirtió en la primera forma de teatro auténticamente americana, es por ello que su nexo con lo que después sería nombrado “comedia musical” en Estados Unidos es inextricable. Sin embargo, alrededor del mundo la historia es otra. También hay antecedentes del teatro musical en Europa y Asia, con la opereta, el vodevil, el teatro sánscrito o el Noh japonés.

El caso es que hoy, en pleno 2024, la tendencia de los musicales en el cine continúa. Si no es el mencionado remake de Mean Girls (ya en cartelera), entonces es un estratégico recordatorio de Netflix en la película Maestro, sobre la importancia de este género y la genialidad de compositores como Leonard Bernstein. Si acaso esto no bastara, también hay series como la española Las noches de Tefía, o una película llena de canciones pegajosas como Flora and Son (Apple TV) y hasta un ciclo de cine musical organizado por Cinemex.

Por otro lado, no debería sorprender a nadie que en México se haya vuelto habitual reducir, coartar o mover los estrenos de películas con elencos negros al punto de silenciarlas o casi desaparecerlas. Los casos más recientes fueron Till: Justicia para mi hijo, Quiero bailar con alguien: La historia de Whitney Houston y ahora la versión musical de El color púrpura, que originalmente aparecían en el calendario de estrenos de diciembre de 2022 y 2023, siguiendo la lógica de que este tipo de producciones funcionan mejor en fechas sensibles como Navidad, pero luego fueron movidas a enero o quedaron suspendidas en un limbo.

Incluso, la versión para cines del concierto de Beyoncé, Renaissance: A Film by Beyoncé, pasó por salas de México sin pena ni gloria, mientras un documental como Thriller 40, sobre el mayor éxito musical de Michael Jackson, quedó sepultado en Paramount Plus sin que los medios locales le hicieran ruido. Parece increíble, pero si alguien que antes fue conocido como “El Rey del Pop” ya no genera interés en México, ¿qué pueden esperar otros artistas negros? Aquí la pregunta tendría que ser: ¿qué obliga a las compañías exhibidoras a seguir intentándolo cuando ya se dieron cuenta del racismo internalizado del público mexicano?

Algo similar podríamos preguntar sobre los musicales, ¿por qué seguir produciéndolos y promoviéndolos cuando es claro que el público necesita más que un vaso de agua para poder tragarlos? A estas alturas de la vida, la existencia de los musicales en el cine sólo parece funcionar como un gran comercial de Broadway para regresar al público a los teatros. Sin embargo, Hollywood podría tener la última carcajada porque, al menos en Estados Unidos, Wonka y El color púrpura funcionaron muy bien en taquilla, logrando que esta última se convirtiera en el segundo estreno de Navidad más exitoso de la historia.

En México, un musical como La Usurpadora fue un fracaso de taquilla, y aunque la nueva versión de Mean Girls llegó al primer sitio en su fin de semana de estreno, fue muy por debajo de una recaudación prepandemia y desbancando a películas que ya tenían más de tres semanas en cartelera. Al tomar el pulso de las redes sociales este estreno ni siquiera fue trending topic, como sí lo fue meses atrás con el lanzamiento de su tráiler, cuando las críticas fueron mayormente negativas por ser una versión musical con un elenco incluyente.

Pero no apresuremos conclusiones, pues como ya lo decía, las compañías productoras están usando sus propiedades intelectuales más famosas para “engañar” al público. ¿Dije engaño? ¿Es “engaño” una palabra demasiado fuerte? Resulta que, incluso en aquel país, es bien sabido que estas películas no se están anunciando como musicales.

¿Por qué? Pues justamente por lo que he tratado de explicar aquí: porque ya se sabe que al público no le gustan los musicales. ¿Ustedes sabían que Wonka era un musical cuando compraron sus boletos? ¿Ya se dieron cuenta de que en los tráilers de Mean Girls y El color púrpura prácticamente no cantan? Esto ya pasó de maquiavélico a abiertamente perverso.

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BREVES

El Ciclo de Cine Musical Cinemex se proyectará en salas de este complejo cinematográfico a partir del 18 de enero con clásicos como Vaselina, Moulin Rouge, Mamma Mia y El gran showman.

También continúa la proyección de conciertos con Pet Shop Boys Dreamworld: The Hits Live en Cinépolis y Queen: Rock Montreal en salas Imax.

Si les interesan los documentales de música, en Paramount Plus está Milli Vanilli: El mayor escándalo en el mundo de la música, y en cines estrenó Al son de Beno, un documental sobre música folclórica mexicana.

*Para más información sobre las películas y series comentadas cada semana, visita mi perfil en Letterboxd.

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