El año blanco
HÍBRIDO

Como crítico de cine y música tiene más de 30 años en medios. Ha colaborado en Cine Premiere, Rolling Stone, Rock 101, Chilango, Time Out, Quién, Dónde Ir, El Heraldo de México, Reforma y Televisa. Titular del programa Lo Más por Imagen Radio. X: @carloscelis_

El año blanco
The Eras Tour. Foto: Prime Video

Todos los jugadores del equipo de rugby que abordaron el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya el 13 de octubre de 1972 eran jóvenes de “familias felices, con casas frente al mar”. Así lo explica el narrador de la película La sociedad de la nieve (2023), que cuenta otra vez la conocida historia del accidente aéreo que dio lugar al “milagro de los Andes”.

Entre otros pasajeros, se encontraban 19 atletas blancos de buena posición social, como para costear un viaje en avión a inicios de los años 70, cuando ese tipo de transportación era mucho más cara. Quizá no tendría ningún sentido profundizar en este tipo de detalles, de no ser porque la propia película ya lo hace. Al volver a contar una conocida tragedia de la vida real y revivirla para la época actual, el director J.A. Bayona eligió agregarle conciencia de clase. ¿Para qué? Tal vez buscando mayor empatía.

Lo mismo sucede con una película como Los que se quedan (The Holdovers, 2023), sobre una escuela de élite donde el profesor se refiere a sus alumnos utilizando esta consigna: “no podemos sacrificar nuestra integridad ante el altar de su privilegio”. Mientras, la cámara nos muestra los óleos colgados en muros y pasillos de dicha institución, con retratos de los fundadores y directores, todos ellos blancos. Películas como La sociedad de la nieve y The Holdovers tienen más coincidencias de las que saltan a primera vista.

Hablaba de crear empatía, pero también conviene retomar el tema de la “universalidad” de las historias. ¿Por qué, como público, nos identificamos con personajes con los que tenemos muy poco en común? Hollywood lleva años, quizá toda la vida, perfeccionando esta estrategia con cada nueva generación. Es posible que gran parte de la audiencia no pueda identificarse con un grupo de estudiantes privilegiados, pero todos entendemos un accidente o una tragedia, y todos nos podemos identificar con el sentimiento de pérdida.

Incluso hoy existen personas que nunca han viajado en un avión, que no han salido del lugar en el que nacieron o que no conocen otro país que no sea México. No es tan difícil pensarlo, es real. Pero no por ello se van a privar de la posibilidad de imaginar o de desear algo, solamente porque su posición social o situación económica les impida poseerlo. Aquí es donde funciona el escapismo del cine, los libros, el espectáculo, la televisión y la ficción en general, que nos transportan a lugares que la mayoría nunca vamos a conocer.

“No creo tener todo un libro en mí”, dice el profesor de The Holdovers, un hombre antisocial y ermitaño que rara vez sale de las instalaciones del colegio, cuando su alumno le pregunta por qué no se vuelve escritor. Su respuesta es clave para entender la diferencia entre esos niños ricos y cualquier otra persona, incluido este maestro mal pagado: el privilegio da acceso a la educación de primer nivel y a la alta cultura, permite viajar, conocer y aprender de primera mano, no solamente imaginar.

Ese cúmulo de experiencias a las que no cualquiera tiene acceso, son las que determinan que sólo algunos contengan no solamente un libro, sino dos o tres o hasta 100, dentro de sí mismos. Dejando de lado las metáforas, son tales experiencias las que luego se transforman en libros reales y también en películas, y son esas mismas personas las que terminan por contar nuestras historias, pues con tantas anécdotas y conocimiento por compartir, la ficción se vuelve sustanciosa y creíble.

Parecería tonto envidiar un accidente aéreo, pero para sufrirlo primero es necesario tener dinero para comprar un boleto de avión. Quizá una persona que nunca ha volado, pero que ha entrenado a su cerebro para ignorar su propia realidad, puede ver mil películas y nunca cuestionárselo. Así es como también trabaja el concepto de “universalidad”, pues nos han convencido de que la norma es ver a personas blancas en pantalla porque “son como uno”.

Pero no, no son como todos. En el año que termina, Hollywood y la industria del entretenimiento se encargaron de recordarnos que sí existe el supremacismo blanco, pero que podemos seguir coexistiendo en armonía siempre que reconozcamos quién manda. ¿Son necesarios los ejemplos? Barbie y Taylor Swift generaron millones y movieron economías enteras, en un planeta donde el 85% de habitantes no son blancos y constituyen la “Mayoría global”. ¿Por qué nos sentimos representados por una muñeca rubia?

El 2023 fue un “año blanco” y el 2024 pinta igual. Tras un extendido periodo de casi una década donde, al menos en apariencia, se le dio prioridad a las minorías, todo indica que la situación política del mundo exige frenar los avances de la diversidad para evitar un colapso social. Estoy hablando de la industria del entretenimiento pero se lee igual en otros ámbitos. Que las clases dominantes -entiéndase blancos y privilegiados- vuelvan a ser prioridad, se nota cuando hay más productos que satisfacen sus exigencias y necesidades específicas.

No, los blancos no son mayoría en el mundo. Incluso, hay proyecciones que señalan que dejarán de serlo en Estados Unidos para el año 2045. Sin embargo, en ese país los blancos sí son el grupo con mayor poder económico. El llamado 1% también es blanco, y mientras esta siga siendo la realidad, ellos moverán la economía global y decidirán lo que sucede en múltiples aspectos de nuestras vidas. No solamente en la cultura, eso ya es lo de menos.

No es casualidad que, mientras la gira de una artista negra como Beyoncé arrancó por todo lo alto y constantemente reportó fuertes ganancias, de pronto pasó a segundo plano en los medios de comunicación y ya no se habló de otra cosa que no fuera la gira de Taylor Swift. Incluso, hubo un momento del año en que algún medio recordó que ninguna de las dos giras había superado el récord de Madonna, pero se hablaba de Taylor como alguien que rompía todos los récords. Aunque no reportaba cifras públicamente, los medios publicaban odas a las “Swiftonomics”. El único abucheo que Taylor escuchó este año fue en un partido con aficionados de los Patriotas de Nueva Inglaterra.

Desde que Will Smith tuvo aquel arranque de violencia en la entrega del Oscar de 2022, todo se fue en picada para diversas figuras de la comunidad negra, en la música y la cultura pop. El escándalo por agresión de Jonathan Majors puso fin a su contrato con Marvel, resurgieron acusaciones contra P. Diddy y Jamie Foxx, y ya ni se diga de Kanye West en caída libre. Por si fuera poco, Billboard reportó que el hip hop perdió dominio dentro de la música, descendiendo de 28% a 26% en su participación de mercado. Incluso, hay quienes afirman que en la primera mitad de 2023, las ventas de hip hop cayeron hasta 40%.

Como lo dijimos en su momento, diversas líderes del área de Diversidad, Equidad e Inclusión de importantes empresas como Disney, Warner Bros., Netflix y la BBC, todas ellas mujeres de la comunidad negra, fueron retiradas de sus cargos. Películas como La sirenita, con una protagonista de dicha comunidad, fueron boicoteadas. Múltiples series con elencos y productores negros fueron canceladas (The Idol, Winning Time, The Wonder Years) y esto también ha sucedido con series que impulsaron a elencos latinos (One Day at a Time), polinesios (Doogie Kamealoha M.D.) y nativos americanos (Reservation Dogs).

Entonces, ¿quiénes están contando nuestras historias? Al parecer, las clases privilegiadas. Un estudio basado en datos de la Oficina Nacional de Estadística británica afirma que, en Reino Unido, los hijos de la clase obrera que trabajan en cultura se redujeron a la mitad desde 1970. Un artículo escrito por el cineasta español Víctor Alonso-Berbel, también profesor de Comunicación Audiovisual en la Universidad Pompeu Fabra, inicia con una frase lapidaria: “Las películas las ruedan los ricos… y se nota”.

Queda claro que, en la actualidad, tal hegemonía no solamente se limita al cine. La experiencia de este profesor de una universidad pública ayuda a ampliar nuestra visión y entender que, así como sucede en España también está sucediendo en México y prácticamente en todo el mundo. “Nuestro cine está encerrado en un bucle de autocomplacencia burguesa, narrativa y estética”, escribió. “Y nada cambiará hasta que cambiemos quién está detrás de las cámaras”. Yo agregaría que, como público, somos corresponsables mientras sigamos dándole preferencia a dichos productos.

BREVES

Tomando en cuenta que el actor Lee Sun-kyun (protagonista de Parásitos) falleció esta semana, el estreno el 28 de diciembre de su última película, Sleep, es una triste coincidencia. Se adelantó un par de semanas, intercambiando fechas con Concrete Utopia (Sobrevivientes después del terremoto), que ahora estrenará el 25 de enero.

Por fin llega a la plataforma de Mubi este 29 de diciembre la película How to Have Sex, una de las propuestas más frescas y conmovedoras de 2023, pero que tuvo un paso muy deslucido por cines. Tal vez las redes sociales hagan su magia ahora que ya está en línea.

*Más información sobre las películas y series mencionadas en esta columna, en Letterboxd.

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