La traición del “narcoquímico” Contreras Arceo    
Zona de silencio

Periodista especializado en crimen organizado y seguridad pública. Ganador del Premio Periodismo Judicial y el Premio Género y Justicia. Guionista del documental "Una Jauría Llamada Ernesto" y convencido de que la paz de las calles se consigue pacificando las prisiones.

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La traición del “narcoquímico” Contreras Arceo    
Cada mes, por 9 años, Contreras Arceo entregaba a un trabajador una lista con precursores químicos que necesitaba para surtir sus laboratorios clandestinos. Foto: Envato Elements

Jesús Contreras Arceo pudo ser un exitoso empresario, próspero comerciante o reputado químico. En lugar de eso eligió, en algún mal día de 2009, que usaría su inteligencia para abrir entre ocho y diez laboratorios en México con capacidad cada uno para fabricar hasta 200 kilogramos de metanfetaminas al mes que serían enviados a Estados Unidos.

Una empresa así no es sencilla. Se requiere sagacidad, estamina y atención obsesiva. Contreras Arceo tenía todas esas cualidades mezcladas con los defectos propios de criminales, como ambición desmedida, temeridad y soberbia. Tal vez esa mezcla de atributos fue lo que lo llevó a tener como jefe directo a Nemesio Oseguera Cervantes, “El Mencho”, líder del Cártel Jalisco Nueva Generación.

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Su rutina era aparentemente simple, si se lee con frialdad la hoja de cargos criminales 21-597 en la Corte del Distrito de Columbia. Pero en realidad era complejísima y revela los alcances del cártel de mayor crecimiento en la última década.

Cada mes, por 9 años, Contreras Arceo entregaba a un trabajador una lista con precursores químicos que necesitaba para surtir sus laboratorios clandestinos. Ese listado iba encriptado con palabras clave —“dulce” o “azúcar”— para que nadie supiera interpretar sus compras, excepto dos personas: Javier y Carlos Algredo, socios de una farmacéutica llamada Pro Chemie New York Inc, que unía a droguerías chinas con mafias internacionales.

Los hermanos Algredo usaban su empresa fachada para darle legitimidad a sus pedidos. Toneladas de precursores químicos cruzaban medio mundo y llegaban a puertos mexicanos, donde empleados de Contreras Arceo sobornaban a elementos de la Secretaría de Marina para poner esas sustancias en tierra y que llegaran hasta sus laboratorios.

Tras un complejo proceso de cocción, la droga estaba lista para su llegada a Texas y, desde ahí, el reparto a toda la Unión Americana.

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Por años, fue uno de los químicos más prolíficos del “Mencho”. Su alias lo delataba: le apodaron “El Canasto” porque, decía, tenía muchos huevos. Arrogante, se paseaba por México creyendo que sus sobornos lo protegían… hasta que, en julio de 2018, policías federales lo detuvieron sin hacer un solo disparo en Querétaro. Para su horror, tenían bajo el brazo una orden de aprehensión con fines de extradición. La suerte se había terminado.

Su historia habría terminado ahí, pero Contreras Arceo resultó menos valiente de lo pensado. Para salvarse entregó a la DEA mensajes de texto, audios y fotografías de sus socios. Rompió la omertá y reveló la ubicación exacta en Queens, Nueva York, de los dueños de Pro Chemie New York Inc.

Este 23 de febrero, el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos informó que Juan Algredo fue sentenciado a 18 años y 8 meses de prisión. Falta el castigo de Carlos y del jefe directo del “Canasto”, pero las autoridades estadounidenses confían en que el mensaje se escuche fuerte y claro hasta Palacio Nacional: la DEA tiene evidencia de que hay una conexión entre marinos y mafias chinas. Y no teme usarla contra México.

GRITO. China dice que no manda precursores químicos para hacer drogas en México; México asegura que no tiene laboratorios clandestinos protegidos por militares; Estados Unidos perjura que en su territorio no operan cárteles de las drogas. Todos mienten.

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