#3AñosDeGobierno | Vivir sin gastar o invertir
Economía Aspiracionista

Manuel Molano es un economista con experiencia en el sector público y privado. Es asesor en AGON Economía Derecho Estrategia y consejero de México Unido contra la Delincuencia. Twitter: @mjmolano

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Imagínese que, a nivel individual o familiar, las personas pudiéramos vivir sin gastar

No habría necesidad de trabajar. No sería importante para ninguna familia tener dinero. 

Como en ese mundo idílico no existen necesidades de gasto, no existe tampoco la necesidad de producir. No habría empresas. 

Tampoco habría conflictos de materia patrimonial. Nadie tendría disputas con otros, dado que las familias, que no requieren ingreso, tampoco necesitarían que se separaran sus activos de los de otros.

En ese mundo idílico, seguramente tampoco tendríamos un gobierno. 

Esa puede ser una descripción del ideal comunista. Claro, ningún pueblo sobre la faz de la tierra llegó ahí. En la medida en que los países crecen en población, hay serios problemas de coordinación, que solamente pueden resolverse con: a) organizaciones, como el gobierno y las empresas, b) los mercados y c) una combinación de ambos. 

En el tiempo, antes del gobierno del presidente Miguel de la Madrid, México se preciaba de tener una economía mixta. La realidad es que el sector público era enorme. Producía desde planchones de acero hasta toda la energía del país. Existían fideicomisos y fondos para las cosas más inverosímiles. El Estado absorbía la gran mayoría de los recursos para la producción nacional. 

En 2006 empecé en un trabajo, que estaba en un edificio en la colonia Anzures, de la Ciudad de México. El dueño del edificio me contó que ese edificio había sido construido en los años 70. Diez pisos completos dedicados a la Comisión Nacional para la Eliminación del Gusano Barrenador. 

El Fideicomiso para el Fomento del uso de la Lechuga en Tacos y Flautas, producto de mi ficción desbocada, podría haber sido uno de los órganos de esa era. El dispendio de recursos era tal que México invirtió fuerte en el petróleo. Cuando los precios de los petrolíferos se cayeron a inicios de la década de los 80, la nación quedó en insolvencia y nos tomó al menos 30 años recuperarnos de esa crisis. 

Ayer, 1º de diciembre de 2021, el presidente Andrés Manuel López Obrador presenta su informe por el tercer año de gobierno. En él nos revela un montón de verdades a medias. Aquí comento sobre tres temas que me preocupan: economía, salud y seguridad. 

  1. Economía. El presidente dice que aumentaron las reservas, que se pronostica un crecimiento del 6% para el año próximo, que la inversión extranjera en el primer trimestre del año fue de 18 mil 433 millones de dólares (la mejor de la historia, dice), no se ha contratado deuda pública adicional y no se ha devaluado la moneda. La realidad es que este año la economía se rezagó, cuando la mayoría de las economías del mundo ya están en franca recuperación, nosotros no podemos regresar a nuestra ruta original de crecimiento. La inversión extranjera directa de un trimestre no dice absolutamente nada sobre la inversión total, que está en niveles históricamente bajos, especialmente por falta de inversión pública. El valor de la deuda en términos reales ha aumentado, por la depreciación cambiaria y por la renuencia a negociar deuda en los tres años anteriores a plazos más largos y con menor tasa. El tipo de cambio en México, afortunadamente, no se devalúa por decreto. Hablamos ahora de depreciación cambiaria, de acuerdo a una dinámica de mercado. Nuestro peso sí se ha depreciado, porque las perspectivas externas e internas sobre el desempeño de nuestra economía son muy malas. Todo esto sin mencionar las decisiones desastrosas en materia de energía. En un esfuerzo del Estado por recuperar sus monopolios y fueros, la reversión de las reformas de 2012-13 en materia de hidrocarburos y electricidad le está poniendo una restricción dura al progreso nacional para los próximos 20 años. La tentativa por controlar la principal institución autónoma nacional en materia financiera, Banco de México, está generando mucho más nerviosismo e incertidumbre.  
  2. Salud. En materia de salud, el presidente nos dice que el plan nacional de vacunación (vs Covid) llegó a todos los pueblos, que se duplicaron las becas para médicos, que se ha vacunado con una dosis al 65% de la población y se están construyendo y terminando hospitales. La realidad: el gobierno actual destruyó un mercado farmacéutico, caro, corrupto y complejo, pero que funcionaba, creando la crisis más grande en la historia moderna de México de abasto de fármacos. Desaparecieron los fondos catastróficos en materia de salud. Desmantelaron el Seguro Popular en favor de un sistema llamado Insabi, que ahora absorberá el sistema IMSS. Han sido renuentes con las medidas mínimas de control de la pandemia de Covid-19, como hacer pruebas clínicas de manera generalizada, promover el lavado de manos y el cubrebocas, evitar aglomeraciones humanas como la de hoy en el Zócalo capitalino, y vacunar a los adolescentes y niños. La dimensión de la tragedia humana es inusitada. Hay mortalidad en exceso, según muchos analistas, por más de 600 mil casos. 
  3. Seguridad. En materia de seguridad, el presidente entregó grandes tramos del territorio nacional a mafias organizadas, especialmente en materia de narcotráfico. Militarizó las fuerzas policiacas, avanzando en contra de una de sus promesas de campaña. La espiral de muertos y desaparecidos continúa y no para. Las gasolinas recuperadas de las mafias sustractoras de hidrocarburos de los sistemas nacionales de ductos no aparecen por ninguna parte en el mercado nacional. Estamos usando a la fuerza pública para maltratar migrantes en tránsito en México. 

México está en una crisis de confianza y económica de proporciones pantagruélicas. El presidente y su grupo no escuchan a nadie que les traiga puntos de vista y noticias distintas a los que ellos imaginan. Tenemos un presidente y un gobierno desconectados de la realidad. En lo político, estamos polarizados y fracturados a tal grado que no se avizoran opciones de cambio respecto a las políticas actuales. 

Combinando dos frases del Lic. Luis Echeverría, uno de los presidentes que nuestro actual mandatario pareciera admirar más: “Estamos al borde del abismo” (…) “pero vamos arriba y adelante”. El pronóstico no puede ser bueno. 

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