Bienvenidos de vuelta al siglo XX

Debo empezar por decir que, como autor de una columna de opinión, no me gusta dar por hecho que todas las personas entienden tecnicismos relativos a cualquier industria, aun cuando se trate de una tan “superficial” e “inofensiva” como la industria del entretenimiento. Me molesta un poco que hoy en día se pretenda hablar de cifras, de ratings y de contenidos como si toda esa palabrería fuera parte del lenguaje coloquial y una obligación para todos entenderla.

Dicho esto, me parece necesario volver a aclarar la diferencia entre un reboot y un revival en el cine y la televisión. El revival, como la palabra lo indica, trata de revivir una historia tiempo después de que ya terminó, con la intención de reencontrarnos con los mismos personajes y atar cabos sueltos. En cambio, el reboot quiere rescatar la esencia de aquella historia pero reiniciándola para un nuevo público en una nueva época, haciendo cambios en personajes, situaciones, etc.

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Siento que en la cultura popular hemos pasado de un simple tema de reboots y revivals, al abierto reciclaje de ideologías que ya creíamos superadas. Muchos de los estrenos de 2024, y fuertes candidatas a los premios Oscar, son un claro indicador de la actitud revisionista que ha adoptado el cine, pero no tendría nada de especial ni preocupante de no ser por su innegable afán reaccionario.

Siempre será un tema de discusión si al cine le corresponde o no “educar” al público, y aunque se agradece lo que un gran presupuesto puede hacer para ilustrar visualmente los pasajes de la historia universal, a la industria del entretenimiento no le compete adoctrinar a sus audiencias y mucho menos construir falsas representaciones del pasado que podrían confundirse con la realidad, ya no digamos apropiarse de eventos históricos para convertirlos en su propiedad intelectual. Pensemos cuando en 2013, antes de lanzar Coco, Disney quiso registrar la marca “Día de muertos” como suya.

La historia no es propiedad intelectual de nadie en particular, la historia nos pertenece a todos. Es por esto que hoy me pregunto, cuando una película como Gladiador II se vuelve un éxito de taquilla, ¿es porque nos interesan los sucesos acontecidos en el año 180 d.C. o es por la nostalgia de ver un reboot de la película con la que nos despedimos del siglo XX? La respuesta es obvia. Historiadores y otros eruditos aborrecen este tipo de películas, precisamente, por tomarse demasiadas libertades para relatar hechos históricos, algo en lo que el director Ridley Scott (Napoleón, 2023) se ha vuelto muy descarado.

Lo que a mí más me llama la atención es que ya no estamos hablando únicamente de reciclar fórmulas exitosas o de venderle nostalgia al público, sino que en 2024 varios títulos nos remiten al pensamiento del siglo XX. ¿Para qué? No lo tengo claro y me parece bastante inútil. ¿Acaso la situación actual del mundo no es suficiente prueba del fracaso del siglo XX?

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Imaginando la futura entrega del Oscar de 2025, han sonado fuerte los nombres de posibles candidatas al premio como Mejor Actriz. Para mí destacan dos, la brasileña Fernanda Torres por I’m Still Here y la inglesa Marianne Jean-Baptiste por Hard Truths. Lo curioso es que sobresalen porque también nos remiten a momentos memorables de anteriores ceremonias. Jean-Baptiste fue nominada en 1997 por Secrets & Lies que, igual que ahora, es una película del director Mike Leigh, por lo que ambos han regresado a la conversación global.

Por su parte, Fernanda Torres actúa en la nueva producción del director Walter Salles, cuya película de 1998, Estación Central, también estuvo nominada al Oscar. Si Torres quedara seleccionada, su nominación haría eco de lo sucedido aquel año, cuando su compatriota Fernanda Montenegro fue nominada como Mejor Actriz. Pero no sólo eso, la trama que cuenta I’m Still Here, sobre prisioneros políticos en la dictadura militar de 1971, recuerda fuertemente a La historia oficial, la película argentina que ganó un Oscar en 1986.

¿Qué es lo que cuentan todas estas películas sobre nuestros traumas como humanidad? Otra posible nominada es September 5 que, como ya lo he dicho, nos regresa a un conflicto internacional acaecido durante los Juegos Olímpicos de 1972 en Múnich. Pero, incluso un éxito como Wicked,nos transporta a tiempos más inocentes pues está inspirada en la novela clásica de Lyman Frank, “El maravilloso mago de Oz”, responsable de la educación emocional de muchos de nosotros y publicada originalmente en el año 1900, a las puertas del siglo XX, por lo que prácticamente todas sus adaptaciones son una bitácora emocional de aquella época.

En México no nos quedamos atrás cuando de mentalidades añejas se trata, pero más allá de volver a adaptar Pedro Páramo (Juan Rulfo, 1955) y Como agua para chocolate (Laura Esquivel, 1989) o rescatar capítulos históricos como el de Las azules, también hay películas con temáticas contemporáneas como Straight y el próximo estreno de Una pequeña confusión que, a pesar de promover una supuesta apertura en conceptos como la pareja y la familia tradicional, se sienten castigadísimas por la heteronorma y contadas desde un punto de vista sumamente conservador.

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BREVES

A partir del 4 de diciembre en San José del Cabo y Cabo San Lucas se realizará el Festival Internacional de Cine de Los Cabos, con una selección de producciones mexicanas en concurso y estrenos internacionales como María, Better Man y Limonov: The Ballad of Eddie. Consulta la programación completa en su sitio.

En plataformas la serie policiaca Get Millie Black, en Max desde el 25 de noviembre. También la segunda temporada de la comedia Bad Sisters, que ya está liberando capítulos cada semana en Apple TV Plus.

*Para más información sobre las películas y series comentadas cada semana, visita mi perfil en Letterboxd.