Doña Silvia: en el infierno de buscar Paxlovid
Diagnóstico Reservado

Médico cirujano con más de 30 años en el medio y estudios en Farmacología Clínica, Mercadotecnia y Dirección de Empresas. Es experto en comunicación y analista en políticas de salud, consultor, conferencista, columnista y fuente de salud de diferentes medios en México y el mundo.

Es autor del libro La Tragedia del Desabasto.

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Doña Silvia: en el infierno de buscar Paxlovid Doña Silvia: en el infierno de buscar Paxlovid
Paxlovid. Foto: Xavier Tello

Doña Silvia tiene 82 años, vive sola y empezó con síntomas respiratorios el fin de semana antepasado. Al incrementarse el escurrimiento nasal y comenzar con tos, decidió ir al médico más cercano. La clínica que le corresponde, la 29 del IMSS (en Aragón, al norte de la Ciudad de México), le representa varios minutos de transporte público por lo que tendría que pedir ayuda a su hija que vive en el sur de la ciudad.

Su médico particular le mandó hacerse una prueba de detección para covid y ella decidió hacerla el miércoles pasado en un consultorio, ubicado en una iglesia cerca de su domicilio, ya que en las farmacias cercanas no hay pruebas para hacer en casa.

Como lo temía, la prueba salió positiva. Doña Silvia se ha vacunado y aplicado refuerzos; aun así, su peor síntoma es la tos, que no le permite hablar de corrido y no la deja dormir. El médico privado le había mandado sintomáticos, pero, al sentir que no mejoraba, decidió pedir refuerzos.

El miércoles pasado, su hija pasó por ella y la llevó a la clínica 29 del IMSS. Conocían perfectamente el procedimiento que ha sido publicado por la Secretaría de Salud y repetido hasta el aburrimiento para poder obtener Paxlovid. Al ser una anciana, con prueba positiva, y síntomas de leves a moderados, clasifica claramente para obtener este tratamiento.

Llegando a Urgencias fueron a registrarse a “Triage”, haciendo fila. El lugar estaba saturado y notaron que no se seguía un protocolo de seguridad de ningún tipo. La gente estaba allí, conglomerada, casi hacinada y sin portar cubrebocas. Niños con fiebre acostados en las bancas. Una ancianita en silla de ruedas gritando por un doctor y nadie respondía.

Tras una larga espera, las registraron. Le tomaron la presión arterial, le midieron la saturación de oxígeno y su temperatura y ellas entregaron la prueba covid realizada en la iglesia.

Antes de formarse, su hija preguntó a la doctora si podía darle el tratamiento (Paxlovid) y ésta les pidió formarse. Esperaron más de una hora en ese nido de enfermedades hasta que por fin les llamaron.

“Ah… tiene Covid, pero la veo bien”. “Está saturando bien”, dijo la Doctora. Su hija preguntó entonces si podían proporcionarle Paxlovid. La médica se quedó atónita. No sabía qué contestar, por lo que respondió lo único que pudo: “No lo necesita, está bien”.

Su hija reviró y preguntó si Doña Silvia tendría que comenzar a dejar de respirar para que entonces le proporcionaran el medicamento. La doctora estaba acorralada. Sabía bien la indicación estipulada por la Secretaría de Salud en el documento “Lineamiento operativo en el uso de emergencia de Paxlovid® en grupos de riesgo para COVID-19, en México” (2022). Aun así, le negaba el tratamiento a Doña Silvia.

Ante la presión de su hija, la doctora le pidió que fuera a una ventanilla, a ver si había en existencia.

Lo que siguió, fue ridículo y sorprendente a la vez. La señorita de esa ventanilla le dijo, literalmente, que “no era como si le estuviera ordenando unas enchiladas suizas de Sanborns”.

– ¿No hay?

– Obvio no señora

– ¿Y no va a haber?

– No, desde la pandemia no hay nada más.

En su lugar, les invitó a pasar a la consulta regular, lo cual tomaría varias horas, dada la saturación de la clínica. Tras la larga espera, eventualmente le darían una receta para tomar paracetamol.

Era todo lo que Doña Silvia, con covid, con una gran dificultad para comunicarse debido a la tos y fiebre, obtendría. En la clínica que le corresponde, tras varias horas solo le darían paracetamol, como ya lo había mandado el médico particular, en solo unos minutos y en un consultorio cercano a su domicilio.

Su hija respondió “no gracias” y se regresaron a su casa.

No, Doña Silvia no acudió por gusto a la clínica 29 (la que le corresponde).

Lo último que hubiera deseado era verse obligada a acudir al IMSS. Acudió porque Paxlovid, el tratamiento para covid en pacientes de riesgo, solo lo administran las instituciones de salud del Estado. Nadie más puede hacerlo en México.

Al momento de escribir esta columna, Doña Silvia reposa. Toma sintomáticos y porta un oxímetro que su hija le compró.

Quiero agradecer a mi amiga “A”, el compartirme su relato, el cual reproduzco lo más fielmente posible. Doña Silvia tiene la misma edad que mi madre, quien apenas en abril pasado logró obtener Paxlovid tras pelearlo en dos clínicas en Coahuila. Al mes siguiente, la mamá de mi hermano necesitó formarse dos veces en días consecutivos para obtenerlo en la clínica de Gabriel Mancera de la Ciudad de México.

La realidad es que no se sabe nada de la existencia del medicamento. A finales del año pasado, el Gobierno Federal adquirió, a regañadientes, 300 mil dosis las cuales tenían fecha de caducidad impresa de abril de 2023. Aunque la caducidad puede ser extendida sin problema si se cumplen los criterios adecuados, la realidad es que se desconoce tanto el inventario, como la ubicación de este medicamento.

Paxlovid es un tratamiento que cuesta alrededor de $530 dólares. Por lo menos eso es lo que paga el Gobierno de los Estados Unidos quien lo proporciona de manera gratuita y puede ser prescrito por un farmacéutico si se cumplen los criterios clínicos.

En México, el solo mencionar el tema produce rudas respuestas de las autoridades de salud; por lo menos del ahora desaparecido Subsecretario López-Gatell y sus fieles subalternos, quienes no dejan de resaltar lo correcto que es su sistema y como, pacientes como Doña Silvia, deben obedecer y callar.

Recientemente la COFEPRIS lanzó una “convocatoria” para que los fabricantes de vacunas anti-covid sometan sus solicitudes para registro sanitario y las vacunas puedan ya ser comercializadas de forma privada. Sobre este tema he hablado mucho en varios medios. Sin embargo, nada se dijo de los tratamientos. Tanto Paxlovid para los pacientes leves o moderados y Remdesivir, de uso hospitalario para los pacientes graves, se encuentran en el limbo.

El asunto es claro, si se cuenta con un registro sanitario se permitiría su comercialización y quienes tuvieran dinero podrían comprarlo. Como la Secretaría de Salud no piensa pagar 530 dólares por paciente, prefieren retrasar lo más posible su registro y así evitar que, al estar disponible solo para los ricos, la presión social los obligue a incluirlo en el Compendio Nacional de Insumos para la Salud.

En la mente de esta administración, por lo menos en la del extinto Hugo López-Gatell, existe un numero aceptable de bajas en una enfermedad como covid y el pagar casi 10 mil pesos por tratar “una gripita” no se justifica. Si los pacientes como Doña Silvia se complican, les es perfectamente aceptable. Quienes mueran de entre esos, serán un número más en la estadística oscura de esta pandemia.

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