Es sociólogo de la FCPyS - UNAM y desde hace más de seis años ha trabajado como estratega de comunicación en agencias de publicidad como Havas Creative, MRM-McCann y Leo Burnett México. Actualmente se desempeña como coordinador de Comunicación y Enlace con Empresas en RacismoMX.
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El conflicto de ser mestizo
Ser mestiza o mestizo es estar en conflicto constante, parado en un limbo en el cual la identidad no está definida.
Ser mestiza o mestizo es estar en conflicto constante, parado en un limbo en el cual la identidad no está definida.
“El mexicano no quiere ser ni indio, ni español. Tampoco quiere descender de ellos. Los niega. Y no se afirma en tanto que mestizo, sino como abstracción: es un hombre. Se vuelve hijo de la nada. Él empieza en sí mismo”.
Octavio Paz, El laberinto de la soledad
Ser mestizo es vivir en un conflicto permanente. Desde cortas edades, a todas y todos los mexicanos nos enseñaron que formamos parte de un proceso de conquista por parte de los españoles y que, por lo tanto, todxs quienes nacemos en este territorios somos hijas e hijos de la hispanidad y los pueblos originarios, convirtiéndonos así en una especie de grupo poblacional llamado mestizos. Desde ese punto, el mestizaje nació ya como la idea de una identidad en conflicto, pues ser mestiza o mestizo no nos hace pertenecer a ningún grupo humano como el blanco, el negro, el asiático o el moreno, porque sin temor a equivocarme mestizos hay de todos los tonos de piel y fenotipos. Por otro lado, tampoco podemos decir que el mestizaje sea una etnia, porque no tenemos prácticas culturales o religiosas como los mayas, ni wirarikas, ni mixtecos, el ser mestiza o mestizo es estar en conflicto constante, parado en un limbo en el cual la identidad no está definida.
El hecho de que muchas y muchos de los mexicanos crezcamos con esta idea de mestizaje, esta idea que nos coloca en el mismo lugar que los demás porque somos “iguales”, se traduce en conflictos a lo largo de nuestra vida: en la familia, cuando somos el único hijo de un tono de piel distinto a los demás hermanos; en la escuela, porque cuando te fuiste de vacaciones regresaste de un tono de piel más oscuro y todo el mundo te lo hizo notar enfáticamente; o cuando nos paramos frente al espejo y pensamos en intervenir quirúrgicamente nuestras facciones por no vernos representados por el tipo de “mestizos” que aparecían en los programas de televisión que se veían a diario en casa y que sutilmente nos sugerían que ser más atractivo requería de otras formas corporales que no eran las que uno tenía; en el trabajo cuando a pesar de nuestras capacidades, un empleador consideró que no dábamos buena apariencia; y ni qué decir del amor o del tipo de persona a la que podemos “acceder” de acuerdo a nuestras características físicas. Pero ¿qué no todos los mestizos éramos iguales? ¿Por qué había tantas diferencias entre las experiencias de vida de mis amigas y amigos de la mía?
Muy sencillo, porque como dice “Fe” Navarrete: “la idea del mestizaje apunta a una homogeneidad ilusoria”, una homogeneidad que de facto no existe, porque justo como mencioné anteriormente, mi experiencia de vida ya me había demostrado que las y los mexicanos no tenemos características físicas homogéneas, no tenemos un solo tono de piel ni una sola textura de cabello, una homogeneidad que desde niñas y niños nos han vendido como una identidad en la que todas y todos los mexicanos somos iguales.
Nos han dicho que el mestizaje es ese punto de partida igual para todos, aun cuando partiendo de mi experiencia personal, de los testimonios de mis amigas, amigos y familiares he visto que el piso mestizo no es parejo para todas y todos, que esa idea de homogeneidad, invisibiliza la diversidad, invisibiliza los cuerpos, las pieles, los cabellos y, con ellos, también busca invisibilizar los privilegios y las opresiones que les acompañan. Es más fácil justificarse tras la idea de que todos tenemos los mismos derechos y acceso a reconocer los privilegios ocultos en la diversidad mestiza o mexicana.
Para mí, ser mestizo hoy significa vivir en conflicto permanente, pero también significa ser brutalmente honesto conmigo mismo sobre los privilegios y opresiones que me atraviesan, poder ponerme esos lentes que sean capaces de ver las desigualdades dentro del mito del mestizaje, que me permita reconocer el racismo que se vive en México, desde el más explícito al más sutil y que esto me ayude a ser empático y gentil con otras personas que atraviesan el mismo conflicto.