El racismo en el cine y las producciones audiovisuales
Poder Prieto

Afrodescendiente. Activista y defensor de derechos humanos. Con licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública por la FES Acatlán. Exbecario del gobierno de Estados Unidos en el programa The International Visitor Leadership Program (IVLP).

Twitter:@r_pavon

El racismo en el cine y las producciones audiovisuales El racismo en el cine y las producciones audiovisuales
Will Smith le dio una bofetada al comediante Chris Rock en los Oscar 2022. Foto: Robyn Beck / AFP

La columna de hoy estaba originalmente destinada a realizar un primer acercamiento a los diversos impactos que el racismo tiene en la vida de las personas racializadas. No obstante, lo sucedido el domingo pasado en la 94 edición de los premios Oscar obliga a cambiar un poco el foco de este texto, pues acaparó la discusión pública en prácticamente todo el mundo Occidental.

Desde mi perspectiva, en el fondo del problema se encuentra una premiación que ha sido tradicionalmente violenta, pues a lo largo de sus 94 ediciones se han manifestado diversos incidentes de violencia de género, psicológica, física y sexual. Sin contar el hecho de que este tipo de espectáculos promueven el estilo de vida y los estándares de belleza occidentales; reproducen y perpetúan prejuicios, conductas clasistas, misóginas, racistas y a veces hasta xenofóbicas. Y lo han hecho tan exitosamente que millones de personas en todo el mundo anhelan alcanzar el estilo de vida americano como materialización del éxito.

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De esas prácticas violentas se desprende una de las demandas de los movimientos antirracistas: la representación digna de las personas racializadas. Con esto no quiero decir que sea indigno representar al pandillero, a la trabajadora doméstica o al jornalero. Lo que se demanda es que este tipo de personajes dejen de tener el rol sumiso o denigrante que generalmente se les asigna, que sean reconocidos desde el contexto en el que surgen las historias, para entonces entender que ese pandillero habría podido ser jornalero, médico o escritor, de haber tenido las oportunidades socioeconómicas que le fueron negadas por el sistema capitalista y que así, sin oportunidad alguna en un escenario de adversidad social, solo tenía dos opciones: ser víctima o victimario.

Teniendo esto claro, es fácil comprender que las producciones audiovisuales a las que nos han acostumbrado, incluyendo la comedia, suelen ser socialmente violentas y éticamente reprobables. Pues fundamentan sus narrativas en la idealización, ridiculización y criminalización de las brechas de desigualdad que caracterizan a los grupos históricamente vulnerados. Es a través de esas producciones que suelen obligarnos a reír públicamente de nuestro propio sufrimiento mientras lloramos en privado, en el closet de la discriminación. Pues nos venden la idea de que sólo así seremos aceptados por el mundo blanco y privilegiado. Y mientras respondemos con una sonrisa a su violencia, crecemos detestando nuestro cabello rizado, siendo objeto de criminalización por nuestra piel morena, marginales por nacer en la miseria…

¡Pero no todo está perdido! En México llevamos más de 500 años en resistencia y hoy existen movimientos que exigen la representación digna de las personas racializadas en los medios audiovisuales, y con ello están aportando a la construcción de una vida digna para todas las personas.

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