Especialista en política energética y asuntos internacionales. Fue Secretario General del International Energy Forum, con sede en Arabia Saudita, y Subsecretario de Hidrocarburos de México.
Actualmente es Senior Advisor en FTI Consulting.
Energía sustentable, ¿para cuándo?
En lo que resta de esta década, la marcha hacia la regionalización del mundo y, al parecer, hacia un populismo reñido con las energías renovables complicarán el avance de la sustentabilidad.
En lo que resta de esta década, la marcha hacia la regionalización del mundo y, al parecer, hacia un populismo reñido con las energías renovables complicarán el avance de la sustentabilidad.
Un amigo futurólogo me preguntó hace unos días si creo que en la próxima década seremos testigos del anhelado momento cuando el sistema energético del mundo, o al menos de los países más desarrollados, dejaría de agregar más emisiones de carbono a la atmósfera.
El ejercicio me obligó a pensar sobre la marcha y sacar mis intuiciones a la luz, a sabiendas de que eso de predecir el futuro es simplemente imposible. Aunque soy un entusiasta de la transición energética y la economía verde, me descubrí más escéptico de lo que suponía respecto a los enunciados optimistas sobre el futuro de aire limpio y cielos azules que nos aguarda a la vuelta de la esquina.
Mi escepticismo proviene de una premisa: los asuntos energéticos no se reducen a una cuestión de tecnología o ingeniería. Convertir en realidad una propuesta energética requiere de la confluencia de capacidades y voluntades en un sinfín de áreas, desde las ciencias exactas hasta las humanidades. La tecnología puede ser atractiva, pero ¿cuán cara es? ¿Pasará la prueba del mercado? Si no es cara, ¿el entorno de inversión es favorable para comprometer recursos cuya recuperación tome décadas? ¿El financiamiento es disponible en términos atractivos? ¿La regulación es estable y de calidad? ¿Las comunidades están dispuestas a recibir la inversión?
La tecnología quizá sea el desafío menor, a juzgar por los avances en el almacenamiento de electricidad y la energía nuclear, las fuentes más obvias para conseguir un sistema energético sustentable. Las baterías a gran escala, necesarias para la generación de electricidad, son hoy más baratas que nunca, su costo ha caído más del 70% tan solo en los últimos cinco años. El costo de las baterías para uso en los automóviles ha bajado en proporciones similares.
La electricidad a base de energía nuclear está más que probada, aunque ha sido sobre todo un privilegio de países de alto ingreso y algunos emergentes. Un dicho común en la industria es que “sabremos el verdadero costo de una central nuclear hasta que terminemos de construirla”. Las centrales nucleares son considerablemente más caras de construir que las termoeléctricas a base de carbón o gas natural, aunque son comparativamente baratas de operar. No es extraño que, a siete décadas de la puesta en operación de las primeras centrales nucleares, el 75% de la mezcla energética mundial corresponda al carbón, el gas y el petróleo.
La energía nuclear representa el 5% del total, muy por debajo de la biomasa –todavía la principal fuente de energía en países de bajo ingreso–, que alcanza el 11%. Quizá esto cambie con la penetración de centrales nucleares más pequeñas, de las que cada vez se habla más.
El desafío mayor está fuera de los centros de desarrollo tecnológico. El compromiso con la sustentabilidad es parcial y poco uniforme alrededor del mundo. Es todavía un harakiri político para muchos líderes eliminar los subsidios a los combustibles fósiles y elevar los impuestos al carbono. Estas serían las medidas obvias para forzar un reemplazo de tecnologías y reducir el consumo energético, pero el público quiere su energía barata y disponible en todo momento.
La política local además se va complicando. Cada vez es más difícil conseguir la aceptación de las comunidades receptoras de inversión energética. Esto aflige tanto a las energías fósiles como a las limpias. Uno esperaría una bienvenida a brazos abiertos para las granjas solares y eólicas, pero cada semana aparecen noticias de proyectos en el mundo que no pueden avanzar debido a la oposición de comunidades insatisfechas con el impacto sobre su espacio, paisaje, perspectivas económicas y demás variables.
Y las complicaciones se extienden al ámbito internacional. Como ya es evidente, las negociaciones para combatir el cambio climático concluyen con mucho ruido y entregan muy pocas nueces. En los foros internacionales, los políticos regalan grandes enunciados a favor de la sustentabilidad para después regresar a sus países a enfrentarse con la realidad de que cumplir a cabalidad con lo que dijeron implicaría desacelerar el crecimiento económico y la generación de empleos.
Deseo fervientemente vivir en un mundo donde la energía brille por su limpieza. Es probable que la tecnología nos sorprenda, tengo mis dudas respecto a la política. Creo que en lo que resta de esta década, la marcha hacia la regionalización del mundo y, al parecer, hacia un populismo reñido con las energías renovables complicarán el avance de la sustentabilidad. La demora afectará a la década siguiente, cuando nos encontraremos leyendo en los medios que estamos lejos de los objetivos medioambientales. Me dará un gusto enorme estar equivocado.