Un año antes de que el gobierno de Estados Unidos ubicara a Nemesio Oseguera Cervantes, el líder del sanguinario Cártel Jalisco Nueva Generación, como un objetivo prioritario, otro mexicano ya se encontraba en la lista de los hombres más buscados por la Unión Americana: un desconocido para nuestro país, igual o más sádico que cualquier capo, pero dedicado a la trata de personas.
La cacería contra “El Mencho” comenzó en 2014 con sus primeros cargos internacionales en el Distrito de Columbia, pero en 2013 el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas en Estados Unidos (ICE por sus siglas en inglés) ya tenía entre sus delincuentes más perseguidos a un tal Eugenio Hernández Prieto, originario de Tenancingo, Tlaxcala, ese municipio en la frontera con Puebla que es conocido como “semillero de padrotes” por ser cuna de las familias más infames dedicadas a la explotación sexual en México.
Hernández Prieto, apodado entre sus conocidos como “El Jarocho”, está ubicado como uno de los padrotes más terribles de México. Desde principios de siglo, cientos –acaso miles– de mujeres fueron secuestradas por él y sus cómplices en, al menos, ocho entidades, entre ellas Ciudad de México, Estado de México, Puebla y Veracruz, con el fin de ser prostituidas en corredores como Tlalpan, Sullivan, Revolución y prostíbulos en las zonas rojas del país.
Entre 2002 y 2007, Hernández Prieto perfeccionó su organización criminal al contratar polleros y traficantes de drogas para que llevaran a mujeres mexicanas secuestradas hasta el sur de la Unión Americana, donde eran obligadas a dar servicios sexuales a los migrantes. Para lograr su libertad, las víctimas eran forzadas a reclutar a más mujeres, algunas ciudadanas estadounidenses, creando una larga cadena de víctimas de todas las edades.
Hernández Prieto estaba en lo alto de un organigrama de unos 200 padrotes. Se volvió el amo y señor de la prostitución forzada binacional. Una especie de “Chapo” Guzmán de la trata de personas. Pasaba largos meses en Estados Unidos supervisando su “negocio” y sólo volvía a México para pasar alguna fiesta patronal o Navidad con sus hijas.
Pero esa libertad se restringió en 2008, cuando su nombre comenzó a aparecer en más operativos de rescate. Sus sobrevivientes contaban torturas que estremecían a sheriffs y policías: las quemaba con planchas hirviendo, las obligaba a comer su propio vómito, las empapaba y las latigeaba con cables de luz. Así castigaba que no hicieran, al menos, 30 servicios sexuales al día, que hablaran entre ellas o que bebieran agua sin su permiso.
La notoriedad que ganaba lo hizo volver a México. En su lugar dejó a su primo “El Flaco”, un exlavador de albercas convertido en tratante. Pasó años en suelo nacional hasta que creyó que su búsqueda se había enfriado y regresó a Estados Unidos a reclamar su imperio. Creyó que las autoridades se habían olvidado de él, pero se equivocó.
En enero de 2013, ICE desató una cacería contra él y más padrotes tlaxcaltecas que entraban y salían del país a placer. En aquel entonces, se ejecutó el operativo antitrata más grande en la historia moderna de Estados Unidos: al mismo tiempo, cientos de agentes de distintas agencias de seguridad irrumpieron en 13 casas de seguridad ubicadas en Florida, Georgia, Carolina del Norte y Carolina del Sur. Aquella redada se llamó “Operación Noche Oscura” porque el golpe se daría de madrugada.
El operativo logró el arresto de 44 clientes explotadores, el rescate de 24 víctimas y la detención de 24 integrantes de esa poderosa red criminal, incluido “El Flaco”, quien fue sentenciado a cadena perpetua. Los demás sumaron 97 años de cárcel y una multa de 14 millones 100 mil pesos. Pero entre los arrestados no estaba Hernández Prieto. Alguien le avisó que irían por él y se fugó. Nadie podía explicarlo en la Corte Federal de Distrito para la División de Savannah, Georgia.
Desde entonces es buscado afanosamente. Su captura es personal para los autores de la “Operación Noche Oscura”, quienes creen que se esconde en Tenancingo. En el sexenio que acaba no se le pudo capturar, pero en ICE confían en que la nueva administración federal podría autorizar que vayan por él hasta Tlaxcala. Si lo capturan, habrá caído el que sí es el criminal mexicano más buscado en Estados Unidos. Un peligroso desconocido.
GRITO. Para ICE, Eugenio Hernández Prieto está al mismo nivel que Los Chapitos o “El Guano” Guzmán Loera. De ese tamaño es su importancia criminal.